domingo, 31 de enero de 2010

HAY VECES EN LA VIDA QUE TENEMOS QUE ESTAR TODOS.

Hay veces en la vida que tenemos que estar todos. No importa de dónde vengamos, cómo seamos, ni lo lejos o lo cerca que estemos: lo importante es estar juntos Es como si una fuerza atávica nos empujara a venir y ella misma, la fuerza que nos llama, nos allanara todas las dificultades. Y además, cuando venimos lo traemos todo, para que sea compartido por todos. Son leyes inscritas en el corazón de los miembros de la misma familia y basta la sugerencia de que somos necesarios en un momento determinado y los mecanismos de nuestro subconscientes se ponen en marcha.

Así sucedió en Talayuela en el año de mil setecientos cuarenta y cinco. El motivo era haber pasado por aquí la guerra de sucesión contra los portugueses que ha diezmado este Concejo; las reales contribuciones que se debían al rey; el pleito con la parroquia de Cuacos para mantener cura y culto propio; las rentas a la Ciudad de Plasencia... Los no mas de quince vecinos se reúnen y todos de acuerdo dijeron no encontrar medio alguno para salir de los ahogos en que se hallaba el Concejo sino solo el de la imposición al Censo – pedir un préstamo- para pagar a los acreedores y librarse del rigor del ministro ejecutor... Y de no conseguir dicho Censo algunos vecinos dejarían sus casas por la imposibilidad de pagar. Ante este peligro de despoblamiento de Talayuela deciden pedir un préstamo al convento del señor San Vicente, de la ciudad de Plasencia – actual parador-. Este préstamo ira avalado por un pedazo de tierra con el titulo de dehesa boyal, y otro pedazo de tierra con el nombre de ejido. Para hablar con el prior de este convento enviaron a Andrés Moreno y Agustín Trejo para que en nombre de los vecinos trataran del préstamo necesario. Llevaban además, estos vecinos, las escrituras de sus propiedades personales para poder avalar el préstamo: El Malagón, prados en los Trampales, en las Eras, en el Alcorcito; el huerto de Alva, la Huerta; la casa donde vive Agustín Trejo, en la plaza, y detrás de la plaza, otra casa que hace las veces de mesón… Consiguieron el préstamo y no se despobló Talayuela.

Y, seguramente, este sentido del deber heredado de nuestros antepasados; este sentir que se nos necesitaba; el saber que teníamos que estar juntos; todo eso, seguramente, fue lo que propicio que el sábado, día 30 de enero, estuviéramos en el Maratón por Haití. Ese día, la casa de la Cultura, barco sin mar, unió dos orillas de un mismo mar en el que navegamos simplemente personas, llevando y trayendo a cada una de sus orillas lo que más necesitaba. Allí estábamos y por allí pasamos todos a lo largo de aquel día; si no estuvimos nominalmente si estábamos por medio de los que nos representaban. Abrió el acto el Alcalde y comenzaron a pasar asociaciones de Talayuela: Amas de Casa, Fibromialgia, club ciclista, Jóvenes marroquíes, Santa María de las Lomas, boxeo, escuela de fútbol… grupos que ofrecían sus números musicales, de humor,… en el aire olor a dulces de Marruecos…y siempre niños, jóvenes, adultos… la gente, que sabe arropar y dar calor cuando se trata de cubrir necesidades.

Enhorabuena a todos los que habéis conducido ese Maratón por Haití, y enhorabuena a los que pasasteis por allí: de algunos ha quedado la sonrisa en la foto de facebook, y a todos, la misma sonrisa, nos ayuda a esperar lo mejor de las personas.

jueves, 28 de enero de 2010

Que el silencio tiene sonidos es evidente...

Que el silencio tiene sonidos es evidente y que la soledad esta llena de murmullos, también lo es. Quizás el miedo a estar solo, sin nada que nos pueda distraer de nosotros mismos, sea el temor a lo que estas misteriosas palabras que surgen del silencio nos puedan decir y nos puedan llevar hacia el espejo en el que se refleja fielmente lo que somos. Siempre hay momentos en la vida de las personas, en los que estamos solos, y con esas palabras que surgen de la soledad, tenemos que decidir cuestiones importantes.

Los pueblos tienen también su propia voz silenciosa. Sus calles, sus casas, sus adobes y ladrillos, son como paginas superpuestas del libro de su vida y cuyas letras han quedado pegadas a ellos para siempre. Todo el pueblo se convierte en un inmenso abecedario que es necesario combinar sus signos para encontrar letras que tengan sentido. Sus plazuelas perezosas, sus rincones olvidados, sus calles, conservan el sigilo de palabras dichas apresuradamente y los sonidos que dejaron caer sobre ellas los que las transitaron antes que nosotros.

Las calles de Talayuela conservan las voces de aquel pregonero que, por orden de sus majestades, Doña Juana (La loca) y Don Carlos V, el veintiuno de febrero de mil quinientos veintidós, pedían la contribución (a Plasencia y su Tierra) de mil quinientos ducados. El destino de este dinero es para las necesidades que hay de la paga de las gentes de guerra que quieren recuperar la villa de Fuenterrabía (actual Hondarribia) en poder de los franceses. Alrededor de cincuenta vecinos, con nombres y apellidos, tienen que colaborar a la paga de las gentes de guerra. Es el primer “censo” en el que aparecen tantos nombres de habitantes de Talayuela. Y, además de los hombre, aparecen seis viudas, algunas de las cuales se las enumera con nombre propio y otras viudas de… y se escribe el nombre del difunto marido. Y después fue el silencio. Doña Juana se metió en su sola locura en Tordesillas y de aquellas viudas de Talayuela nunca más se supo nada.

Y en aquellas viudas de entonces, que se nombran porque tienen que pagar la parte correspondiente de la contribución a la guerra de Fuenterrabia, nombro a todas las mujeres de Talayuela, que han hecho parte de la historia escrita en las casas, plazas y calles de nuestro pueblo. Y desde ese silencio que habla de una carencia, en el que ni una calle de nuestro pueblo está dedicada a una mujer – me puedo equivocar - ese mismo silencio, se convierte en el grito huracanado que hace un homenaje permanente a las mujeres de Talayuela.

domingo, 24 de enero de 2010

El terremoto de Haití destruyó el país

El terremoto de Haití destruyó el país y a la vez, levanto oleajes de solidaridad en todos aquellos a quienes la televisión les colocó las imágenes en el salón de estar de su casa. En lo más íntimo de nuestra vida diaria una parte de aquel terremoto nos explotó y se hizo tan cierto su rugido de dolor que no cabía otra posibilidad que la de movilizarse. Los mejores sentimientos del ser humano afloraron en todos y comenzaron a caer nuestras resistencias egoístas como el terremoto había derrumbado los edificios en Puerto Príncipe.

Como en muchos otros lugares, también en nuestro pueblo, se levantó una oleada de solidaridad que esta canalizando el Grupo Solidario de Talayuela. Será el sábado, día treinta, en un maratón que se inicia a las 10 de la mañana hasta las 21 horas. Intentarán, con diversas actuaciones, concienciar sobre la situación en Haití tras el terremoto y recobrar fondos para su reconstrucción tanto de las personas como de los edificios.

La Casa de la Cultura ese día permanecerá abierta y se convertirá, más que nunca, en la casa de todos. Si en su sentido mas originario cultura era el cultivo de la tierra y de ahí pasó a definir el cultivo del ser humano -el ser cultivado en todas sus variables- esa Casa de nuestro pueblo estará cumpliendo, más que nunca, la función para la que fue creada, al posibilitar que nos eduquemos en las actitudes más nobles del ser humano. La Casa de la Cultura, como si fuera un barco sin mar, unirá dos orillas que en ella se acercaran ese día. Dos pueblos hablando un mismo lenguaje, una misma palabra que resonará por encima de la distancia y muchas personas compartiendo la misma estrella de los sueños que une a todos los pueblos: ser un poco mejores.

El pueblo árabe dice que hay cuatro cosas que no vuelven nunca más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada. No debemos parapetarnos bajo falsos prejuicios y aprovechar el cauce que ha canalizado el Grupo Solidario de Talayuela para que nuestro esfuerzo económico llegue hasta donde deseamos. Se trata, también, de cultivar la solidaridad en todos nosotros como una actitud permanente, porque cuando la Televisión deje de llevar las imágenes de Haití hasta lo más recóndito de nuestra persona, Haití continuara necesitando nuestra ayuda. Y, en cualquier caso, siempre hay mas Haití que la Televisión no publicita.

jueves, 21 de enero de 2010

De la cara, los ojos, son...


De la cara, los ojos, son lo más expresivo. Todas las emociones posibles en el ser humano pueden ser expresadas por ellos. Reflejan, como solo ellos saben hacerlo, nuestro estado de ánimo, el mundo que subyace dentro de cada uno de nosotros, las emociones que se albergan en los mas intimo de nuestro ser. Quien se deje mirar a los ojos sabe que está abriendo una ventana por la que se puede observar su interior.

Las ciudades y los pueblos también tienen ojos a través de los cuales hay que saber mirar para descubrir sus rincones y su vida. Existen varios ojos para mirar Talayuela. Sin duda, uno de ellos, los ojos-arcos de la torre de la Iglesia de san Martín. - Se pusieron estas campanas a diez días de septiembre de mil quinientos setenta-, dice una inscripción en el campanario. Esa torre, con mirada vieja, que quiso ser y no pudo, - el segundo tramo de la torre es un añadido que nada tiene que ver con el primero- es el mejor mirador desde el cual, como buen atalayero, se puede otear lo que nos rodea.

Desde los arcos de la torre la mirada se vuelve azul al mirar el cielo que nos cobija. La serenidad celeste solo es rota por golondrinas que rompen el aire con sus rápidos vuelos, en esa hora del atardecer en la que solo Venus, la estrella vespertina, brilla en él. Azul de cielo y de agua en los ojos, pues agua es lo que lleva el Tietar, los arroyos, quebradas, y agua es lo que sale de las fuentes. Azul de agua y color de la vida que empieza y se desliza débil y timida como en un regato.

Mirada blanca en las casas encaladas de las calles. Casas y más casas que se unen a sí misma para formar las calles y plazuelas. Calles que conservan el recuerdo de pisadas anteriores, de murmullos, de presencias invisibles pero ciertas, voces nuevas y distintas. Mirada blanca en las paredes encaladas de las casas y blanca también, la recién estrenada adolescencia.

De color verde se vuelven los ojos de tanto mirar a la dehesa y ahora el campo de Golf. Kilómetros y kilómetros de encinas, pinares, tabaco… y tomillos esparcidos por el campo que aromatizan el aire en primavera. Verdes aún los sueños, apenas si ha podido diseñarse la vida, pero sueños que empujan a vivir.

Nadie, en el cine, miró como Bette Davis, expresando en los ojos la fuerza de las muchas vidas que vivió en las películas. Talayuela, también, tiene muchos colores para mirar, multitud de lugares para detener la mirada y tiempo vivido para aprender de su vida. Muchos colores hay, también, en los ojos que se asoman para mirar por ella como por primera vez, muchas miradas por descubrir y toda la vida que se nos sale por los ojos.

domingo, 17 de enero de 2010

Los caminos nos traen y nos llevan

Los caminos nos traen y nos llevan de un lugar a otro; comunican distintas poblaciones, sirven como medio para que las personas vayamos mirando y admirando todo lo que existe mientras entramos en un lado y salimos de otro. Desde que nacemos deseamos aprender ese difícil ejercicio que es mantenerse en pie y caminar y, a lo largo de la vida, aprendemos que, a veces, no nos importa tanto a donde queremos ir sino que lo realmente importante es lo que queremos dejar atrás. También para huir sirven los caminos.

Talayuela siempre ha sido un lugar del que salían muchos y diversos caminos: de Jarandilla, de El Borbollón, de La Vega, de El Baldío, de Plasencia, de Majadas, de La Hondonera, de Las Viñas, de Palancoso, de Navalmoral, de Los Veratos, de El Ejido, de Las Lomas, de Cardenillo, de Valdelacasa, de La Chinarrera, de La Barca, de Las Casas del Pinar… y tanto otros que no nombro. Algunos nos llevaban al paraíso y otros nos sacaban de él. Unos terminaban en un lugar concreto, como el de La Hondonera; otros nos paseaban por vistas esplendidas de la sierra, como el de Las Viñas. Algunos nos llevaban a zonas que nos producía temor atravesarlas, como el de Plasencia y otros se detenían en lugares tan hermosos que la memoria volvía perezosas las piernas y se descansaba con el sabor a menta que dejaba el agua fresca en la boca.

Uno de estos caminos, justamente, era de los Veratos. Desde la barca, en la que cruzaban el río Tietar, el camino continuaba atravesando el pinar de El Moreno, se deslizaba por el cerro de Las Cabañas y, poco antes de continuar por el camino de Navalmoral, se dirigía una vereda a El Pozo de La Fuente de Abajo. Hoy nada queda de este pozo que era descanso y recreo de la gente que por aquí pasaba de la comarca de la Vera a Navalmoral. Las pilas de piedras donde abrevaban los animales, adornan el jardín de algún vecino de Talayuela y el mastranzo, la menta y el hinojo, que hacían crecer sus aguas, han sido cubiertas por el alquitrán de la carretera. Allí, el alquitrán, también sepultó palabras tiernas, risas de emoción contenida, leyendas de caminantes contadas bajo las estrellas y sueños forjados mientras se caminaba. Allí, el alquitrán sepultó la excusa de ir a llenar el cántaro de agua para que se diera la primera caricia.

Aquel Pozo de La Fuente de Abajo era lugar de descanso y, también, de continuar el camino otra vez para llegar al destino y tener en la boca el sabor a menta del agua del Pozo de la Fuente Abajo.

A nosotros ya poco nos importa, pues su recuerdo vive en nuestra mente que, a veces, es la mejor manera de que viva fresca y joven una presencia. Nosotros continuamos la tradición de los antiguos trashumantes, hicimos el descanso, probamos su agua, leímos el poema del viaje a Itaca ( Kavafis) y aprendimos que hacer el viaje es estar siempre caminando,sin llevarse nada y no llegar nunca al final, porque la recompensa está en el mismo camino que caminamos. La recompensa la tuvimos al tener en nuestra boca el sabor a menta de las aguas de aquel pozo que ya no existe.

martes, 12 de enero de 2010

Lo del Quejio yo pensaba que era...

Lo del Quejio yo pensaba que era por ser este un grito que sale de dentro de los cantaores de manera melodiosa y que expresa sus vivencias en forma artística. Luego supe que no era así. Su nombre le viene de ese árbol abundante por estas tierras y que, para los que no somos expertos, en algo se parece a la encima. Se trata del grupo Quejio Folk, de Talayuela, del que he visto su página Web: http://www.quejiofolk.com

Al terminar de ver sus videos musicales lamenté mucho más el hecho de que en Talayuela no se haya conservado ningún canto tradicional: ni de boda, ni de ronda, ni de quintos, ni de trilla…Al menos, nada ha llegado hasta nosotros de esos cantos que fueron el medio por el que aquellos habitantes expresarían su sentir, en los momentos importantes de sus vidas. Ni tenemos cantos tradicionales, ni romances o poemas que recojan esos sentires.

No se la causa de tal asunto, desde luego no lo es por ser un pueblo de creación, más o menos, reciente. Fray Alonso Fernández (Anales de la ciudad de Plasencia) dice que el rey castellano Alfonso X (1221-1284) mandó poblar la comarca del Arañuelo con cuarenta aldeas, entre ellas La Atalayuela. Luego antigüedad y el trapío nos vienen del siglo XIII, tiempo suficiente como para que los antiguos habitantes de Talayuela, expresaran con cantos su forma de ser o de ver aquello que les rodeaba

El cantaor o el poeta es el que expresa sentimientos colectivos y eso es lo que hace el grupo Quejio Folk de Talayuela. Es verdad que aún están muy cobijados bajo los cantos tradicionales de Extremadura pero en las creaciones propias se adivina un alto nivel de poesía y sensibilidad. Así se puede comprobar en algunos de sus temas propios como el toro de Coria, el Maragato, temas instrumentales…Se nota que están haciendo ese camino en el que el grupo pone poesía y música para sacar al exterior el sentir de los demás. Escuchando y viendo los videos del Quejío Folk encontré que tienen armonía en sus voces y saben introducirnos en una melodía que despierta los sentimientos de la gente de por aquí.

Solo hay tres voces dignas de romper el silencio: la de la poesía, la del amor y la de la música (Amando Nervo) felicito al Quejio Folk por ser ellos, con su poesía y su música, los que rompan el silencio de tantos años sin canciones propias en Talayuela. Les animo a que continúen contándonos historias en sus canciones, que sean capaces de enamorarnos. Así, esas caras tan conocidas del grupo, unirán las tres voces que deben romper el silencio de siglos y empezar a contar lo que sentimos ante lo que nos rodea.

viernes, 8 de enero de 2010

El Corral del Concejo

Las personas estamos ligadas a lugares concretos a los que acudimos para buscar la serenidad perdida, recuperar el aliento, devolver el brillo apagado a nuestros ojos. Siempre tenemos un paseo pendiente por aquella montaña, releer las páginas de un libro que nos espera en cualquier lugar de nuestra casa, una conversación inaplazable con un amigo. Y sabemos bien que dejarlos para siempre es perdernos, un poco, a nosotros mismos.

Los pueblos también tienen esos lugares especiales que hablan de ellos. Ni son los mejores ni los mas importantes, pero conservan su pasado y saben que debe pervivir, sin agobiarle, en su presente.

Me refiero al Corral del Concejo que se cae. Lo estoy viendo en una fotografía que tengo en la pantalla de mi ordenador y que saque en una tarde de paseo en estos días de Navidad. Apenas si se mantienen de pie algunos tramos de la circunferencia que hace el corral. Otros trozos de pared se han restaurado, con más buena voluntad que con buen gusto, y unas hiladas de ladrillos han reparado el boquete que se abrió en la pared. Este testigo mudo de un Concejo que fue de ganaderos y agricultores se cae poco a poco. Al fin y al cabo, se puede pensar, que si ya no sirve para la función que fue construido habrá que dejar que se desmoronen completamente sus muros y sus piedras caigan por el suelo.

El Corral del Concejo es de titularidad municipal que le viene de muy antiguo, ya que en el Interrogatorio de la Audiencia de Cáceres del año de mil setecientos noventa y uno se habla de él. Se dice que el Corral Concejo está situado en el camino de Majadas, es donde se guardan los ganados denunciados, que tiene forma redonda, de algo más de seis metros en cruz, que linda con tierras concejiles y que es propio del Concejo. Las Ordenanzas de la Ciudad de Plasencia – por las que se regia este Concejo- dice que estos corrales han de tener buenas puertas y umbrales de dos palmos y medio y que las paredes se alcen de piedras, cal y canto.

Es verdad que los animales que se necesitaban entonces como ayuda para el trabajo han sido sustituidos ahora por herramientas mecánicas. Es verdad que ya no quedan mulos, ni caballos, ni animal alguno que se coma los pastos del vecino y se les lleve al Corral del Concejo para que su amo pague una multa por haberle descuidado. Es verdad todo eso y mas que se pudiera decir, pero eso no es argumento suficiente para que se venga abajo dicho Corral del Concejo.

Seguramente que este Corral del Concejo se puede conservar como recuerdo de nuestra historia pasada y reconvertir el uso. El pasado no puede determinar nuestro presente pero sí se ha de incorporar a la vida que vivimos. Tal vez pueda ser un espacio limpio y de puertas abiertas donde las personas se puedan sentar a descansar en su camino hacia el Romeral. Seguro que en cada una de nuestras cabezas existe una buena idea para que el Corral del Concejo continúe teniendo una función y no se desmoronen sus muros.

martes, 5 de enero de 2010

Una corona real

Una corona Real y abierta, que es un círculo de oro, compuesto de ocho florones, de los que sólo son visibles cinco, interpolados de perlas, es el elemento que recoge al escudo de Talayuela. Refleja el dato histórico de que fuimos tierra de realengo. No quiere decir que el mismo rey fuera el propietario de estas tierras, que tenían sus propios dueños, sino que estábamos obligados a pagar los impuestos que le correspondieran al rey. Lo que si podía hacer era dar en señorío -algo que ninguno hizo- o vender la jurisdicción de estas tierras.

El rey don Felipe IV, en el dieciséis del mes de enero del año de mil seiscientos sesenta y uno -en el palacio de El Pardo- aprueba la venta que le hace a la ciudad de Plasencia de la jurisdicción de los lugares de Cabezuela, Losar, Robledillo, Majadas, Talayuela y el Toril.

A partir de ahí con quien mas trato hemos tenido ha sido con los Reyes Magos que nos visitan año tras año para acercarnos al ámbito de la ilusión esperanzada y de la magia, que es su propio mundo. Solo ellos eran capaces de provocar la ilusión de los sentidos, con esos poderes especiales que les hacia entrar en todas las casa de Talayuela en una sola noche, y dejar regalos a cambio de un poco de agua para los camellos y unos zapatos en la chimenea. Con tan poca cosa se tejía en nuestra mente un mundo de ensueño al que se escapaba nuestra mente esa noche del cinco de enero.

Reyes y Magos, decía Antonio Gala, que son muchas cosas juntas para creer en ellas y que si no bastaba con uno, son tres y que al que no quiere caldo le dan tres tazas. Pero con los Reyes Magos aprendimos a ver que aquella vida que vivíamos podía ser sorprendida por algo que no venía de nosotros y que teníamos que acoger agradecidos. Muchas noches infantiles de la Navidad soñando con que podía ser posible tener entre las manos el regalo soñado y aprendimos, ya entonces, que hay sueños que se pueden cumplir

Después crecimos y no perdimos la ingenuidad de sorprendernos ante todos los regalos que nos deparaba la vida que íbamos descubriendo y aprendimos que, no solo la noche del cinco de enero, sino todas las noches no hacemos sino soñar con aquella mirada, con aquellas palabras que leemos por primera vez, con ese roce imperceptible de lo eterno, o con esa certeza que nos anima de que todo puede ir mejor. Al fin y al cabo, los Reyes Magos, despertaron en nosotros la certeza de que había otro mundo que se nos regalaba y al que solo podíamos entrar acogiéndole gratuitamente.
Una corona Real y abierta, que es un círculo de oro, compuesto de ocho florones, de los que sólo son visibles cinco, interpolados de perlas, es el elemento que recoge al escudo de Talayuela. Refleja el dato histórico de que fuimos tierra de realengo. No quiere decir que el mismo rey fuera el propietario de estas tierras, que tenían sus propios dueños, sino que estábamos obligados a pagar los impuestos que le correspondieran al rey. Lo que si podía hacer era dar en señorío -algo que ninguno hizo- o vender la jurisdicción de estas tierras.

El rey don Felipe IV, en el dieciséis del mes de enero del año de mil seiscientos sesenta y uno en el palacio de El Pardo- aprueba la venta que le hace a la ciudad de Plasencia de la jurisdicción de los lugares de Cabezuela, Losar, Robledillo, Majadas, Talayuela y el Toril.

A partir de ahí con quien mas trato hemos tenido ha sido con los Reyes Magos que nos visitan año tras año para acercarnos al ámbito de la ilusión esperanzada y de la magia, que es su propio mundo. Solo ellos eran capaces de provocar la ilusión de los sentidos, con esos poderes especiales que les hacia entrar en todas las casa de Talayuela en una sola noche, y dejar regalos a cambio de un poco de agua para los camellos y unos zapatos en la chimenea. Con tan poca cosa se tejía en nuestra mente un mundo de ensueño al que se escapaba nuestra mente esa noche del cinco de enero.

Reyes y Magos, decía Antonio Gala, que son muchas cosas juntas para creer en ellas y que si no bastaba con uno, son tres y que al que no quiere caldo le dan tres tazas. Pero con los Reyes Magos aprendimos a ver que aquella vida que vivíamos podía ser sorprendida por algo que no venía de nosotros y que teníamos que acoger agradecidos. Muchas noches infantiles de la Navidad soñando con que podía ser posible tener entre las manos el regalo soñado y aprendimos, ya entonces, que hay sueños que se pueden cumplir

Después crecimos y no perdimos la ingenuidad de sorprendernos ante todos los regalos que nos deparaba la vida que íbamos descubriendo y aprendimos que, no solo la noche del cinco de enero, sino todas las noches no hacemos sino soñar en aquella mirada, en aquellas palabras que leemos por primera vez, en ese roce imperceptible de lo eterno, o en esa certeza que nos anima de que todo puede ir mejor. Al fin y al cabo, los Reyes Magos, despertaron en nosotros la certeza de que había otro mundo que se nos regalaba y al que solo podíamos entrar acogiéndole gratuitamente.

domingo, 3 de enero de 2010

Parece que Talayuela se duerme

Parece que Talayuela se duerme lánguidamente en una esquina de cualquiera de sus calles. Eso y no otra cosa se observa al pasearla; el caminante tiene la sensación de de estar en un pueblo que no parece sino que estuviera adormecido y le costara despertarse. Como un oso dormita en los meses de invierno consumiendo sus propias reservas, como un camello pervive en altas temperaturas gracias a la grasa almacenada en las jorobas, parece que Talayuela dormita lánguidamente.

Los tiempos difíciles lo son para todos, y estos lo son y muy duros además, pero no deben hacernos perder el norte y convertirnos en un conjunto de casas en las que sólo sobrevivimos. Un pueblo desparramado y sin carácter que se ofrece al turista sin querer conquistarle y en el que siempre está de paso quienes por aquí pasan. No enamoran los rincones antaño cuidados, las macetas en las ventanas y en las puertas encaladas. No se entretiene la vista para imaginar patios secretos, ni amplios zaguanes donde el frescor en las tardes de verano los llena de gentes, ni plazas nocturnas con bancos y plantas que se llenen de palabras contadas al calor de la memoria. Pasear algunas de sus calles es como pasear por cualquier otro lugar que nos es indiferente. Solo a determinadas horas hay espacios que se llenas de niños y adolescente que juegan y se enamoran, con en esa edad tan temprana en la que, incluso el amor, es un juego aun.

Calles de entradas y salidas en la que la vista apenas se entretiene con nada y en la que todo lo ve con solo asomarse a ella. Edificaciones con colores extraños a esta tierra, construcciones que se encuentran en cualquier parte, cordones de luz que de un poste a otro separan el cielo que antes recogían como un palio los tejados de las casas, el abandono de viviendas cerradas y la dejadez en sus fachadas amenaza con invadirlo todo.

Los alrededores de Talayuela si llaman a caminarlos, conservan aun el misterio de lo que existe más allá de ese recodo del camino. Se ve lo que se debería cuidar más pero tiene el olor de lo que aun no ha sido casi tocado. Se ve la sierra, la dehesa que se extiende bajo el cielo de un azul purísimo, y se ven, recortarse en el horizonte, las casas que forman este pueblo.