domingo, 30 de mayo de 2010

ES DECIR, QUE QUE OS ENCAMINAREIS AL LUGARACILLO DE TALAYUELA; PASAREIS POR LA BARCA DEL MISMO NOMBRE EL CAUDALOSO RIO TIETAR...(ll)

Ahora que tan en auge están y tanto bien nos hace las caminatas, el senderismo, el caminar por rutas que hicieron antes que nosotros, con un motivo histórico, o cualquier otro, un personaje del pasado, aquí, el escritor nos invita a una que hizo él mismo en el año de mil ochocientos setenta y tres. Cuenta en su libro de viajes que es una ruta que hacían los Condes de Oropesa para dirigirse a Yuste desde su villa de Oropesa…ora cuando el famoso Garci-Álvarez iba, a principios del siglo XV, a proteger la fundación del Monasterio, ora cuando un descendiente suyo acudía, ciento cincuenta años después, a visitar a Carlos V o a asistir a sus exequias… aunque estos derivaban su camino por otro trayecto, pasada la barca del rió Tietar, de Robledillo – Jarandilla – Yuste.


Y es que una vez llegado a Navalmoral de la Mata, el viajero debe dejar que la Diligencia continué su propio camino y ha de hacer el suyo propio a caballo y con un guía que, previamente, ha contratado en esta localidad. Ha de caminar los kilómetros que no separan de Navalmoral, el mismo autor dice que son doce... os encaminaréis al lugarcillo de Talayuela (12 kilómetros); pasaréis por la barca del mismo nombre el caudaloso Tiétar, tan desprovisto de puentes; entrareis en la celebre Vera de Plasencia…


Desde Talayuela el autor se va a la finca de El Baldio donde pasa unos días en la casa de los dueños y que el autor la describe así:…Cinco kilómetros más abajo de Talayuela, o sea de su barca, hay una hermosa finca, denominada el Baldío, situada en majestuosa, pero muy alegre soledad.

El Baldío forma una especie de anfiteatro sobre el Tiétar, que es su límite al Norte. En medio de este anfiteatro se eleva el caserío, teniendo al Sur un soberbio pinar y a los lados extensos bosques de robles o de encinas. Por las ventanas de todas sus habitaciones, que dan al septentrión, se descubre: primero, una faja de vega, de un kilómetro de ancho, que va a morir en el río; luego el mismo río, orlado de pomposas arboledas, y, a su otra margen, un segundo anfiteatro, que es la Vera de Plasencia, y que termina en las perpetuas nieves de las Sierras de Jaranda y de Gredos.


Las ventanas del Baldío dan, pues, frente al Monasterio de Yuste, escondido en una leve ondulación de la falda meridional de la Sierra de Jaranda, pero cuya situación y cercanías se divisan perfectamente. -Es decir, que el Baldío y Yuste tienen un mismo horizonte y están incluidos en la misma cuenca general del terreno, por cuyo fondo corre mansamente el Tiétar, navegable en aquella región, y tan grandioso y opulento como el propio Tajo, a quien poco después rinde vasallaje…

El escritor parece que ha pasado por Talayuela en los últimos días del mes de abril y un mal temporal le hace alojarse en la finca El Baldio… Tres leguas escasas (dos a vuelo de pájaro) dista Yuste del Baldío, y nosotros, que residíamos accidentalmente en este último paraje, llevábamos muchos días de contemplar a todas horas aquel otro solitario lugar, encerrado entre una gran sierra y un gran río, sin más comunicación con el mundo que unas poco frecuentadas veredas, y donde había pasado los últimos dos años de su vida aquel que llenó el universo con su nombre y sus hazañas, y cuyos dominios no dejaba nunca de alumbrar el sol.

Un porfiado temporal había ido retrasando la visita que desde que llegamos al Baldío nos propusimos hacer a Yuste, hasta que al fin serenóse el tiempo, y el día 3 de mayo (del presente año de 1873) montamos a caballo; pasamos el Tiétar por otra barca, propiedad de nuestro amable y querido huésped, penetramos en la Vera de Plasencia, y nos dirigimos al insigne Monasterio por el camino de Jaraiz.

Primero caminamos por magníficas dehesas, sobre una llanísima alfombra de verdura y bajo un dosel de magníficos robles, encinas, fresnos, sauces y almeces, a través de cuyos severos troncos penetraba horizontalmente el alegre sol de la mañana. Después salimos a un monte cubierto de jarales floridos, cuyas blancas flores eran tantas, que parecía que el monte estaba nevado. Luego pasamos el hondo río Jaranda, por el tosco, sabio y gracioso Puente de la Calva, y principiamos la ascensión a Jaraiz, risueña y populosa villa, por cuyos arrabales desfilamos a eso de las ocho.


Estábamos a una legua de Yuste. Esta legua recorre un país abrupto, selvático, atroz; pero pintoresco a sumo grado Hay sobre todo un paraje, llamado la Garganta de Pelotache, que es digno de los honores del pincel y de la fotografía. Allí se despeña rapidísimo un espumoso río por planos inclinados de formidables rocas, sobre las cuales se eleva a extraordinaria altura cierto viejo y gastado puente de tablas, atravesando el cual no puede uno menos de encomendar el alma a Dios. Las orillas de esta semicatarata son de una rudeza y amenidad imponderables, así como es muy celebrada, y ciertamente fresquísima y muy delgada y gustosa, el agua de la gran fuente que de una peña brota al otro lado de aquel abismo.


Pasada la Garganta de Pelochate, podíamos escoger dos senderos para llegar a Yuste: el uno va por Quacos, lugarcillo de 300 vecinos, que, como hemos apuntado, dista un cuarto de legua del Monasterio; el otro... no existe verdaderamente, sino que lo abre cada viajero por donde mejor se le antoja, caminando a campo travieso...


Nosotros escogimos este último, a pesar de todos sus inconvenientes. -Una aversión invencible, una profunda repugnancia, una antipatía que rayaba más en fastidio que en odio, nos hacía evitar el paso por Quacos.


Y era que recordábamos haber leído que los habitantes de este lugar se complacieron en desobedecer, humillar y contradecir a Carlos V durante, su permanencia en Yuste, llegando al extremo de apoderarse de sus amadas vacas suizas, porque casualmente se habían metido a pastar en término del pueblo, y de interceptar y repartirse las truchas que iban destinadas a la mesa del Emperador….


Conque decía que nosotros anduvimos a campo travieso la última media legua que nos separaba de Yuste. Pronto nos sirvió de guía el propio Convento, que vimos aparecer allá a lo lejos, al pie de una árida ladera de Sierra de Jaranda, que lo defiende de los vientos del Norte. -Por la parte del Sur lo resguarda también de las miradas del mundo cierta suave colina, que forma con la dicha sierra una especie de vallecejo o cañada, cuya máxima longitud descubríamos nosotros sin dificultad, por ir entonces marchando de Poniente a Levante.


Finalmente, salimos al camino que vosotros tendríais que seguir para llegar a Yuste, esto es, al que desde el pobre Quacos sube al Monasterio...Una enorme cruz de piedra y una alta cerca o tapia de cenicientos peñones nos decía que allí principiaba la sagrada jurisdicción de Yuste.

Pedro Antonio de Alarcón pasan unos horas intensas en el Monasterio de Yuste, mejor es decir, entre las ruinas del Monasterio de Yuste que había comprado, custodiaba y reparaba el Marques de Mirabel…y como teníamos que andar tres leguas para regresar a El Baldío, y ya no nos quedaba mas que ver…nos apresuramos a mo0ntar a caballo…

La ruta que hace Pedro Antonio de Alarcón en el mes de mayo de mil setecientos tres, es la siguiente: Talayuela-El Baldío-El punte la Calva- Jaraiz-Garganta de Pedro Chate- y desde allí a Cuacos o el mismo camino de Yuste y el Monasterio

miércoles, 26 de mayo de 2010

ES DECIR, QUE OS ENCO0NTRAREIS AL LUGARCILLO DE TALAYUELA; PASAREIS POR LA BARCA...(l)

Es decir, que os encaminaréis al lugarcillo de Talayuela; pasaréis por la barca del mismo nombre el caudaloso Tietar… Así cuenta este viajero que se traslada desde Madrid al monasterio de Yuste y pasa por Talayuela en el año de mil ochocientos ochenta y tres. Se trata de don Pedro Antonio de Alarcón, que nace en Granada en el año de mil ochocientos treinta y tres y se traslada a Madrid donde, periodista, escribe novelas de gran éxito (el Hijo Pródigo, El escándalo, el niño de la bola…) y más tarde se dedicó a la literatura de viaje.

Esta narración del viaje desde Madrid al Monasterio de Yuste se la dedica a su amigo el Señor D. Mariano Vázquez, con el que …Juntos hemos hecho, no sólo algunos de los viajes que menciono en la presente obra, como el de Madrid a Toledo y el de El Escorial a Ávila, sino también el muy y más importante de la adolescencia hasta la vejez, pasando por los desiertos de la ambición...

Son amigos, escritor él y maestro de música y director de la sabia Sociedad de Conciertos granadina, Mariano Vázquez. Amigo no solo de Mariano sino de sus hermanos y, todos, compañeros de travesuras en esa edad en que la nunca la travesura será suficientemente grande para quienes viven en la edad de la adolescencia, nunca el entorno en el que viven –las murallas y la ciudad de Ávila- fueron mejores embajadores para llevarles al mundo de la poesía y de la ensoñación y, nunca fue esa edad, mas despreocupada de duelos propios y ajenos que siempre se ven lejanos y fuera de uno mismo...con tu hermano Paco, salimos a esperar a los arrieros que llevan de El Barco de Ávila a la estación de Ávila la rica uva que tanto se estima en Madrid, y nos comimos no sé cuántas libras por cabeza, al otro lado de la ciudad, recostados en una romancesca muralla de color de naranja marchita, dando cara a un paisaje verde y pedregoso, más activos y descuidados que a la presente, y con mucho, muchísimo menos luto en el alma...
Comienza el viaje en Madrid y con una serie de consejos a quien quiera leerle y, tal vez, escucharle y en las que aparecen ya nombres cercanos a nosotros que nos hacen presagiar noticias sobre Talayuela en esta época: …Si sois algo jinete; si contáis además con cuatro días y treinta duros de sobra, y tenéis, por último, en Navalmoral de la Mata algún conocido que os proporcione caballo y guía, podéis hacer facilísimamente un viaje de primer orden... -podéis, en suma, visitar el Monasterio de Yuste.

Se ha de viajar en berlina que sale diariamente de la calle del Correo, a las siete y media de la tarde, que se llama “Diligencia de Cáceres” que, casi todo el trayecto en la oscuridad de la noche, llevará al viajero a Talavera de la Reina, bautizada entonces como Talavera de Republica Federal. En esta ciudad el coche para una hora y el viajero podrá tomar chocolate que le levantara el ánimo.


Esta literatura de viajes mezcla la descripción de la realidad que el escritor observa desde su berlina y los datos históricos que han sucedido en las ciudades, pueblos o lugares por los que pasa el viajero. Da igual que la historia sea remota o reciente para el autor; el sabe que está haciendo historia con sus escritos y sabe que los lugares, mas o menos cercanos que visita, son una fuente de información para aquellos que sentado el la butaca de su casa y con los pies al rescoldo de la lumbre, viajan por los mismos lugares que el viajero les describe con sus escritos; aunque mas cómodamente sentado, sin los rigores del frió o del calor, no sin la misma emoción del que se desplaza en berlina o andando.


Después de pasar por Oropesa y la Calzada… a eso de las doce del día os hallaréis en Navalmoral de la Mata. Once horas y media han pasado desde que salió la Berlina de Madrid hasta su llegada a Navalmoral de la Mata, descontando la hora que se detiene en Talavera, son diez horas y media las que se tardan desde Madrid a Navalmoral en aquel año de mil ochocientos ochenta y tres. Llegados a esta población, el viajero deberá dejar que la Diligencia continúe su propio camino…

viernes, 21 de mayo de 2010

PARA UN COFRADE LA VIDA ES COMO UNA PROCESION...

Para un cofrade la vida es como una procesión de Semana Santa que siempre termina siendo mas corta de lo que se pensaba. Se procesiona el paso que se ve mucho durante poco tiempo, el que dura la procesión, y no se ve todo el trabajo anteriormente realizado. Lo digo esto porque hace ya tiempo venia pensando en escribir algo sobre la cofradía de la Virgen de la Soledad de Talayuela pero todas las cosas, por cortas que nos parezcan, hay que mirarlas con perspectiva para darlas su verdadero valor. Perspectiva y hondura tiene esta cofradía y años de antigüedad le sobran como para erigirse en la mas antigua de todas las que se procesionan en Talayuela.

Era el año de mil quinientos setenta cuando se pusieron las campanas de la torre y el día quince de Julio del año de mil quinientos setenta y uno cuando se bautizó el primer niño en esta parroquia y a quien pusieron nombre Gonzalo y la primera niña la pusieron por nombre Isabel.

Nace esta parroquia de San Martín sufragánea de la de Cuacos. En el año de mil quinientos setenta y uno el papa Pio V, para ayudar a Felipe II en su guerra contra los turcos, le concede que una familia de cada parroquia pague su diezmo al rey para ayudarle a costear esta guerra. En un legajo, en el que se relata los excesos de los que cobraban este diezmo, se dice que “….el Lugar de Cuacos tiene por su anexo al Lugar de la Atalayuela, que es todo una parroquia y una dezmería, y el clérigo que sirve en el dicho Lugar de la Atalayuela, es cura teniente que sirve por el dicho cura de Cuacos y le paga su salario según está dicho…”

No se sabe en que fecha se hizo parroquia propia, libre de la de Cuacos. En el año mil setecientos uno, el alcalde de este Lugar de La Atalayuela es Francisco Trejo y pide que se quede unos días atendiendo esta parroquia, y predicando la devoción del rosario, al Padre Fray Alonso de Villanueva y con cargo a los gastos del Consejo. Estos frailes de san Francisco y san Agustín de los conventos cercanos de Jarandilla y Aldeanueva atendieron esta parroquia mucho tiempo y predicaron la devoción al rosario.


En la Santa Visita que hace el Obispo de Plasencia, Don José González Lazo de San Pedro, en el año de mil setecientos ochenta y tres, la cofradía que tiene mas beneficio es la de la Virgen del Rosario -Virgen de la Soledad- pues tiene a su favor cinco mil seiscientos noventa y tres reales y diecinueve maravedí que el obispo pide que se cobren. Era práctica habitual que las cofradías prestaran dineros a sus cofrades o a los mismos vecinos. Esta cofradía, se anota en esta Santa Visita, ha pagado por dorar de oro el retablo del altar mayor de la parroquia, seis mil ochocientos seis reales. La misma cofradía ha costeado la construcción de los nuevos altares laterales.

La Virgen del Rosario tenía altar propio en la parroquia y en el que se decían las misas que los devotos dejaban en sus testamentos que se habían de decir. En el año de mil quinientos quince, muere Martín Naranjo y deja testado que se digan misas del tercer día en dicho altar de la Virgen del Rosario.

Por lo tanto, viene de muy antiguo la devoción a la Virgen del Rosario, o de la Soledad, en Talayuela. Como en casi los pueblos de alrededor –la Virgen de la Soledad, en Casatejada- esta devoción a la Virgen María ha estado muy arraigada entre las gentes sencillas de nuestros pueblos. La figura de una madre, que se la representa en el mayor misterio del dolor – La Soledad por la muerte del Hijo- que auxilia en los problemas y en las dificultades de una vida diaria muy difícil para todos, era próxima y cercana a las mujeres.

Casi todas las cofradías debían atender los actos de culto y actividades propias de su organización: gastos en misas sufragios por difuntos, adecentamientos de los templos… ha pagado por dorar de oro el retablo del altar mayor de la parroquia, seis mil ochocientos seis reales…Muchas de estas cofradías desempeñaban también una labor asistencial: ayuda en las enfermedades, gastos de entierros, compañía en largas enfermedades…Esa costumbre ha quedado en nuestro pueblo y practicada por las personas mayores de llevar algún presente para el fortalecimiento físico en la enfermedad, o después de una operación; o llevar huevos u otros presentes en gastos extraordinarios de la familia como eran una boda… La pertenencia a la cofradía daba seguridad a las gentes sencillas pues se sentían protegidas frente a la enfermedad o la muerte que suponía unos gastos extraordinarios muy grandes. La mayoría de las personas mayores – y no tanto – pertenecemos a esas asociaciones que previa una cuota anual nos costea los entierros. Estas compañías nacen cuando la cofradía deja de cumplir esa función de protección social sobre sus miembros.

Entonces, como hoy, el funcionamiento de las cofradías se llevaba a cabo por unas cuantas personas que ocupaban los puestos de presidentas y miembros del gobierno de la cofradía. La presidenta o el grupo de gobierno daban la impronta a la cofradía y organizaban actividades muy ligadas a su forma de ser y a su devoción personal.

Con el tiempo estas cofradías comenzaron languidecer y atravesaron momentos difíciles, de casi jugarse su supervivencia, aunque en un pueblo como Talayuela que no tiene una Ermita dedicada a la Virgen que focalizara toda esa devoción mariana de la gente sencilla, esta cofradía de la Soledad, o de las mujeres, expresaba ese ámbito de pasión y de compasión juntas en que se debatía la vida diaria y dura de las familias de Talayuela llevada, fundamentalmente, por las mujeres. También, esta imagen, tan querida, era objeto, en otros tiempos, de donaciones de terrenos y joyas de los devotos que han desaparecido completamente.

Aparecen unos años difíciles para la cofradía de la Soledad que incluso la imagen quedó relegada fuera del ámbito del templo – ya sin altar propio- y solo el tesón de las mujeres de Talayuela sacó de su estado de letargo. Son todas las mujeres que habitan en este pueblo, pero algunos apellidos se podían nombrar por estar de presidentas o en el gobierno de la cofradía de la Soledad. El tesón de todas ellas hizo de esta cofradía una de las mas importantes de Talayuela en la actualidad, al menos en cuanto al numero de cofrades se refiere y siendo solo mujeres. Esta cofradía ya tiene reducida su actuación a la sola Semana Santa, sin ninguna proyección social que sería muy importante redescubriesen todas las cofradías, como un medio privilegiado de educación en la acción social de Talayuela.



domingo, 16 de mayo de 2010

QUIEN SUPERA UN TRASLADO DE CASA A NUESTRO LADO...


Quien supera un traslado de casa a nuestro lado,
se asienta para siempre en nuestras vidas.



Usted perdone, querido lector, el poner un epígrafe a esta carta, que puede resultarle demasiado literario, o demasiado pretencioso, o las dos cosas a la vez. Pero es que simplemente estaba pensando estos días de qué escribir en el blog y vi, encima de la mesilla de noche, un libro que siempre me ha acompaña desde hace muchos años, y me vino a la cabeza ese pensamiento con el que encabezo esta carta. Se trata de un libro viejo, de un cierto tono amarillo que le ha dado a sus hojas el paso del tiempo y el paso de los dedos sobre ellas al leerlas una y otra vez. El libro es ese amigo adosado, que quieto en la mesilla, solo espera el rito de ser abierto por cualquiera de sus páginas para cerrar los ojos y sumergirme en el dulce sueño de la noche. No ocupa lugar ni reclama nada, pero la sola lectura de algunas de sus hojas son suficientes para traer a la memoria otro paisaje y otro tiempo.

Quien supera un traslado de casa a nuestro lado,
se asienta para siempre en nuestras vidas.

Pocas cosas, además de las imprescindibles y personales, superan un traslado. A veces, ni las personas adosadas a nosotros, que un tiempo fueron importantes, superan ese trabajo de ir de una casa a otra. Se aprovecha ese momento para romper con el pasado y creer, vanamente, que comenzamos una vida nueva en la casa nueva a la que vamos.

Se rompen cartas, fotos, escritos… que un día nos parecieron importantes; se empaquetan libros, revistas, cosas…que pensamos una vez que nos hacían presentes un universo querido y amado fuera del cual nos parecía imposible que pudiéramos vivir. Las cajas de cartón se llenan de cosas, que vinieron a nuestras vidas casi sin pedirnos permiso, y las cerramos con celofán creyendo que con ello cerramos la etapa de nuestra vida que dejamos atrás con el traslado. A veces sucede también que nos creemos a “pie juntillas” que las fotografías poseen el alma de la persona en ellas reflejadas y las guardamos en el trastero, pues si un día fueron importantes para nosotros ahora ya no los son, y al meterlas en cajas de cartón no nos estremecen como antes lo solían hacer.

Quien supera unos cuantos traslados junto a nosotros es que está firmemente adosado a nuestro lado y un simple cambio de casa no significa nada para su permanencia en su propio espacio junto al nuestro. Quien, como el libro, ocupa un lugar apenas visible y nos deja oler el perfume de su interioridad que nos traslada lejos de la casa a la que nos trasladamos, se queda a nuestro lado para siempre. Lo importante no es ese envoltorio que guarda la interior y que se puede volver amarillento como las hojas del viejo libro, lo importante es que el interior nos lleve a otros paisajes y nos haga respirar aires mas puros.


A veces, cuando por cualquier motivo bajamos al trastero y las cajas de cartón se han roto y todo su contenido estás desparramado por el suelo, nos armamos de valor y lo recogemos todo. Con todo ese contenido desparramado por el suelo vuelve a pasar por nuestras manos y nuestro corazón todo el recuerdo que nos traen, ya sin emoción, ya sin estremecimiento, ya sin alterar la respiración, quedamente lo recogemos en una bolsa de basura y nos desprendemos de ello ya para siempre.


Todo lo que ha estado a nuestro lado hasta entonces ha servido para cerrar un círculo en nuestra vida. No nos abandonan completamente sino que ellos ha hecho que nuestro corazón sea mas fuerte y robusto para enfrentarnos a lo nuevo de la casa nueva. Recoger todo y desprendernos de ello es reconocer que nuestros pasos ya no están en el mismo camino. Porque no nos separó ni una fuerte discusión, ni siquiera esa incompatibilidad de caracteres, sino que una mañana nos dimos cuenta que ya habíamos iniciado otro camino diferente, sin apenas darnos cuenta descubrimos que ya no percibíamos el ruido sereno de sus pasos cerca de los nuestro.


Recogerlo todo y guardarlo en una bolsa de plástico es reconocer que ya no pueden aguantar un traslado más a nuestro lado. Y es que ni la vida ni nadie nos quitan cosas, nos roban nada; un traslado solo es lo que nos libra de todo para que andemos más ligeros, más cómodos por el nuevo camino. No perdemos a nada ni a nadie porque lo mejor de ellos lo llevamos en el corazón al que dieron mas fuerza, más firmeza; corazón al que hicieron más hermoso y más humano para enfrentarnos al nuevo traslado de casa.


Y es que, querido lector, creo que así es la vida de Talayuela ahora y que, de vez en cuando, se sienta a la vera de sí misma, piensa sobre si y decide sobre el giro que ha de dar a su propia vida. Tres veces se jugó Talayuela su existencia en una partida y las tres salió vencedora: pasar de continuar trabajosamente en el lugar de poblamiento en donde estaba a un posible despoblamiento por “causa de guerra con el portugués”; pasar de la ganadería a la agricultura; pasar del cultivo del trigo al cultivo del tabaco. Ahora Talayuela vive un nuevo traslado y se juega su futuro en una nueva partida: solo ella decidirá a quien de nosotros se lleva a su nuevo destino y a quien despedirá para siempre de su lado.

domingo, 9 de mayo de 2010

DESDE QUE LA HUMANIDAD APRENDIÓ A ESCRIBIR COMENZÓ EL ARTE....

Desde que la humanidad aprendió a escribir comenzó el arte de que las personas expresáramos todo lo que vemos y sentimos mediante la combinación de esos signos que llamamos letras, que forman palabras, que forman frases, capaces de expresar todo lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro interior.

La literatura, o esa forma de decirlo todo de forma armoniosa, se ha convertido en un medio que ha ejercido una fuerte atracción sobre muchas personas. Cuando algunas personas, superando la comodidad del mundo, se han puesto en camino por lugares cercanos a lejanos al lugar donde viven; cuando se han sentido atraído por el rugido de la vida nómada y han ido fijando por escrito lo que veían ha surgido la literatura de viaje. Libros, cartas, papeles, en definitiva, que recogen lo que el autor va viendo, sintiendo ante todo lo que ve u oye de los demás. En el pasado esta clase de libros era un medio mediante el cual se comunicaban los misteriosos viajes por terrenos poco conocidos.

Siempre que un libro de estos, sea de autor extranjero o no, y que cuenten las experiencias de su viaje por Extremadura, ojeo rápidamente sus hojas buscando si por un casual han pasado por Talayuela y dicen algo de ella. Bartolomé de Villalba pasa por Plasencia y en su obra “El Peregrino Curioso y grandezas de España”, publicado en 1577, dice de su paso por alli: “…de ahí otro día a Plasencia, donde vio la Iglesia Catedral, que es de las cosas curiosas que hay que ver en España: un verdadero joyel de oro…la obra es delicadísima y las juntas de las piedras tienen un dedo de oro. La raya que en ella había de quedar señalada estaba tan dorada que el oro embebe la blancura; en una palabra, acabada será digna de ser vista…”



La Obra Social de Caja Extremadura, y con motivo de la celebración del Día del Libro de este año, ha editado uno que ha titulado: Un viaje por Extremadura con Giuseppe Baretti. Este libro editado por la Obra Social es solo un extracto de aquello que hace referencia a Extremadura y que el mismo autor titula así: viaje de Londres a Génova a través de Inglaterra, Portugal y España. Noventa y nueve días de viaje en los que va contando lo que ve y lo subjetivo de lo que siente ante lo que ve. En Extremadura pasa los días comprendidos entre el 22 de septiembre de 1760 y 30 de septiembre del mismo año. Realiza el viaje en calesa y, bastantes trechos, por las dificultades del camino, andando.

Solo caer en mis manos comencé a ver el recorrido del viajero que comienza en Badajoz, Mérida, Miajadas, Trujillo, Jaraicejo, Almaraz… “aquí existe algo sobre Talayuela, pensé yo, nadie puede estar tan cerca, no pasar y, además, dejarnos sin contar lo que vio al pasar”. Todo el libro esta lleno de reflexiones, de anotaciones, de descripciones y, al menos para mí, aunque subjetivo, encierra el valor de leer lo que alguien cuenta sobre lo que ven sus ojos.

Al salir de Almaraz el día 29 de septiembre de 1.760 y ante las grandes encinas con bellotas que ve a su paso comienza una reflexión sobre los hombres y los campos de por aquí: “… y no podéis imaginar lo buenos que son los cerdos que se alimentan de bellotas de encina. Pero ni en este, ni en ningún otro cultivo, se piensa mucho en esas partes, y tanto las montañas como los valles están miserablemente descuidados; como consecuencia, la provincia está muy poco poblada, y pocos, o ningunos de sus habitantes, parece opulento. Comen poco, van cubiertos de andrajos y se alojan pobremente. Es verdad que necesitan muy poco para mantener alma y cuerpo juntos, porque son sin duda la gente más sobria que hay bajo la faz de la tierra. No tienen ambición en el vestir, pues ni siquiera sus sacerdotes se cubren con una buena capa. Como consecuencia están endurecidos por su áspera forma de vida, que pueden dormir sobre el desnudo suelo en invierno y hasta al sereno en verano sin reparo. Viviendo de esta forma descuidada disfrutan ciertamente de una especie de felicidad, satisfecho con el presente porque no conocen nada mejor, y perfectamente despreocupado del futuro; y prueba suficiente de que no son muy infelices, son su alegre apariencia y, en general, su buena salud…”

Estas reflexiones las va haciendo Giuseppe mientras sale de Almaraz aquel 29 de septiembre y mientras se dirige a Navalmoral en su calesa y con sus caleseros. A las once de la mañana del día 30 de septiembre, sale de la posada y se dirige a la iglesia, imagino que la de San Andrés, y comienza a describir lo que ve: “… en Naval Moral nos apeamos a tomar un refrigerio, y mientras los calesseros comían fui a ver la iglesia que había al lado de la posada. Allí estaban cantando una misa al son de un órgano cuyos tubos, en vez de apuntar hacia arriba como todos los órganos, estaban inclinados hacia abajo, apuntando hacia la gente, con los extremos de los tubos en forma de boca de trompetas. Un fraile estaba tocando un aquel extraño órgano con sorprendente maestría. Me maravilló ver a muchas mujeres en la iglesia sentadas sobre los talones, completamente ocultas por un manto negro y con muchas candelas encendidas delante de ellas. Pregunté el significado de aquellas luces y me contestaron que aquellas mujeres eran viudas, que las encendían para aliviar las almas de sus maridos muertos. No sé si el número de sus respectivas candelas implicaba el número de sus respectivos maridos. Algunos solo tenían una, otras dos o tres, otras hasta siete. Quizás solo indicaba su mayor o menor grado devoción o de afecto…”

Y después de visto esto, en la Iglesia de Navalmoral, Giuseppe, junto con sus calesseros, salen rumbo a la Calzada de Oropesa “…Viniendo de Naval Moral… después de una buena legua se abría a una vasta llanura limitada a ambos lados por altas montaña, cuyas cumbres, especialmente las de la izquierda, estaban cubiertas de nieve, desafiando al sol que otra vez calienta mucho…Esta Calzada es el mejor pueblo que he visto después de dejar Lisboa…”

Y salio este viajero de Extremadura, por Navalmoral, en dirección a la Calzada de Oropesa, sin pasar por Talayuela. No obstante, sabemos por otras fuentes, que es por esas fechas cuando un grupo de vecinos están trabajando para que Talayuela “…por causa de la guerra con el portugués que asoló lo más de este pueblo…en la guerra de sucesión…. no llegue a despoblarse el corto número de doce o quince vecinos que quedaron. Estos vecinos, Andrés Moreno, como Alcalde, Agustín Trejo… solo por citar algunos de ellos…, después de pedir un préstamo al convento del señor san Vicente, de Plasencia y al Cabildo de la Catedral de la misma Ciudad, están haciendo posible lograr que Talayuela no llegue a despoblarse. No me extraña que con tanto esfuerzo, Giuseppe Barretti, de llegar a pasar por Talayuela contara de sus hombres lo mismo que cuenta al salir de Almaraz: “… pocos, o ningunos de sus habitantes, parecen opulentos. Comen poco, van cubiertos de andrajos y se alojan pobremente. Es verdad que necesitan muy poco para mantener alma y cuerpo juntos, porque son sin duda la gente más sobria que hay bajo la faz de la tierra. No tienen ambición en el vestir…”

jueves, 6 de mayo de 2010

NO ES QUE LOS HOMBRES HACEN LOS PUEBLOS...

No es que los hombres hacen los pueblos, sino que los pueblos, con su hora de génesis, suelen ponerse, vibrantes y triunfantes en un hombre. Esto decía el poeta cubano, José Martí. Las personas no hacemos los pueblos sino que son ellos los que nos hacen a nosotros; son los pueblos los que siempre se hacen presentes, mostrando su forma de ser, su manera de situarse, en las personas.

Ninguno de los que aquí vivimos, o estamos fuera, hemos creado a Talayuela, es ella la que nos ha hecho a nosotros y nos ha dado esta forma de ser y esta manera de situarnos ante lo que nos rodea. Porque el pueblo siempre es madre que transmite, junto con su carne y con su sangre, su forma de ser. El pueblo siente por todos sus hijos el amor sereno y tranquilo que da el conocimiento y la razón pero a veces, como dice el poeta cubano, se hace más presente en personas concretas transmitiéndole toda su forma de ser y de pensar. De vez en cuando surgen personas que, más que otras, encarnan en sí mismas esa forma de ser, esa estructura mental de las personas de por aquí.

Porque hace tiempo que hemos dejado de ser ya de “pueblo”. Todas las personas, vivamos donde vivamos, por el acceso a los medios de comunicación social que se tiene desde cualquier parte de este País, somos exactamente iguales a los de cualquier otra parte de zona más urbana. Tenemos los mismos gustos, las mismas formas de vida, las mismas preocupaciones y, tenemos, la movilidad que permiten los vehículos privados y, con las mejoradas carreteras, el acceso a los recursos sociales más básicos. Hemos abandonado el termino “pueblerino”, y hemos abandonado también una forma de ser propia de las personas de por aquí, aunque, ya solo de vez en cuando, nos salga eso que llevamos tan dentro de nosotros y que no hemos sido capaces de maquillar con el urbanismo adquirido, ni hacer desaparecer del todo de nuestra forma de ser y de sentir.
La mayoría de nosotros, y por supuesto los que han vivido antes que nosotros, hemos visto el ir haciéndose adulto de este pueblo de Talayuela. Hemos contemplado gozosos como se pasaba de novecientos a nueve mil habitantes. Hemos observado como las construcciones de las casas pasaban del límite donde ahora se sitúa el bar España e ir llenándose de ellas la carretera hacia Jarandilla. Vimos poner otro límite, que perduró en el tiempo, en el kilómetro doce, en la esquina del bar de “tio” Albano, para volver a ser rebasado nuevamente y llegar hasta la Pinareja. Hemos visto como, primero eran corrales que después se convertían en casas, e iban llenando el terreno de el Cerro Carretero, de los Trampales de los Coriscos, la carretera de Santa María, de la Cruz Chiquita; casas al lado de el camino de Valdelacasa, de la Chinarrera, de la Barca, la Pinareja, del tejar de tío Germán. Aparecian casas, de la noche a la mañana, junto al camino del Borbollón, de Plasencia, el Huerto Curato, de el camino de los Carneros, del de Casatejada, de las Viñas, el de Palancoso, y estos solo por citar algunos. La mayoría de nosotros hemos visto crecer la luz de la noche en las distintas farolas que han iluminado y adornado la carretera; hemos visto los deseos frustrados de poner fuentes en plazoletas y quitarlas posteriormente; hemos vistos pasar las Escuelas a Colegios y los diferentes maestros que se quedaron para siempre alojados en nuestra memoria; hemos visto pasar el tiempo, y todo lo que el trae y lleva, ante nuestra propia cara; hemos visto pasar el tiempo y también detenerse aquí. Hemos pensado tantas veces el futuro que el presente ahora solo se le parece un poco, pero sabemos que a nadie le sale la vida como la había diseñado y no íbamos a ser una excepción nosotros. Hemos oído que hacia poco había un cementerio junto al quiosco de Juanjo y construir otro nuevo en el cerro que ahora es una Centro de Mayores; hemos visto que este se quedaba pequeño y construir otro entre el pinar y en el que, seguramente, descansaremos para siempre nosotros, mezclándonos con el polvo de su tierra.

Con solo salir un poco de estos tenues límites que imponían las casas, hemos visto crecer la hierba, los escobones blancos y amarillos, las lilas que daban color a los campos, el pan y quesito, la juncia y el mastranzo… Hemos visto la miseria adherida a las casas, a los pies calzados con zapatillas de esparto o de goma y, hemos visto también, el progreso con la abundancia de dinero posterior y, tal vez, otras miserias pegadas a él. Sabemos que la riqueza que ha traído el progreso solo es necesaria para ocasiones concretas y la mayoría de las veces, si no va acompañada de una estructura mental bien amueblada, solo es causa de disgustos que a nada bueno conduce; no valoramos a las personas por lo que tienen sino por lo que son y, sobre todo, por lo que son capaces de sentir frente a todo lo que nos rodea y nos hace mas humanos.
Hemos visto la luz derramándose por las paredes encaladas de las fachadas de las casas y la noche quieta, parada, sin querer abandonar el pueblo. Nos hemos criado bajo el fuerte sol del verano, la débil luz del invierno, con la misma agua y el mismo aire que se alimentan estos campos que nos rodean. Llevamos pegados a nuestros cuerpos el olor de las plantas de la dehesa en mayo, el color de la tierra y el cielo en los ojos, la humedad de la lluvia en nuestros labios y, en el corazón, llevamos el amor y la ternura con la que fuimos tratados. Sabemos respetar y querer a las personas mayores y no solo porque lo sean sino también porque sabemos que llevan en si la memoria de lo que fuimos cuando nosotros no teníamos memoria aun.

No hemos sentido en el estómago el duro puñetazo de la soledad - más que en los ratos propios que nos golpea por el hecho de ser persona – pues hemos sabido caminar con ese dolor y codo a codo con los hombres y mujeres que hemos habitado este pueblo; nos hemos sentido animados en el camino por sus silencios y susurros y, también, por la estruendosa risa con que se nos llenaba la boca. Hemos respetados silencios sonoros y hemos compartido el murmullo de la vida que se abría ante nuestros ojos. Nos hemos fiados de todos y desconfiado de unos cuantos; llevamos en nuestra mente los miedos, las dudas, de este pueblo que nos vio nacer y crecer. Vivimos entre llegadas y partidas a Talayuela con la serena certeza de saber que lo que realmente se quiere no se puede poseer plenamente y nos posee placidamente el sentimiento de ser mas queridos que de querer nosotros. Vivimos y sobrevivimos entre llegadas y partidas que no hacen sino recargarnos para poder vivir lejos de aquí. A veces, lejos de Talayuela, nos sorprendemos con olores y sabores que son de aquí creyendo, vanamente, que estamos saboreándolos en cualquier bocacalle de nuestro pueblo. En nombrados restaurantes se nos ha hecho presente el sabor de la comida guisada de otra manera y en cualquier cocina de Talayuela. A veces, solo a veces, en lejanos países, creemos reconocer voces amigas y giramos rápidamente la cabeza buscando encontrar el rostro de donde salen los sonidos que creemos reconocer. En calles y plazas importantes de otros países, nos ha parecido encontrarnos con personas de por aquí, como si fuera verdad eso que decimos de que hay exactamente un doble de cada uno de nosotros recorriendo las calles del mundo.

Otras veces, también, nos hemos puesto de acuerdo con el destino y nos hemos escapado y viajado hacia lo desconocido que se volvió tan querido para nosotros porque antes lo habíamos soñado ya en el corazón. Le hicimos un hueco en nuestro corazón y nos agarramos a sus manos y nos pusimos a caminar a su lado y, ahora, ya somos más los que amamos a este pueblo que nos vio nacer. Si alguna vez nos cruzamos personas andando los caminos por los que paseamos y solo nos decimos un tímido adiós, acompañado de una sonrisa, por no conocernos o reconocernos, al pasarnos el uno al otro, sabemos que es alguien a quien han ayudado a querer a Talayuela como la queremos nosotros. A veces nos hemos dejado ayudar por esas personas, pues intuimos que solos en la vida no somos nada, y siempre sentimos que un lazo profundo nos une a todas las personas que pisamos los caminos de este pueblo.

Y sabemos realmente que, no somos las personas quienes crean a los pueblos sino que son los pueblos quienes crean a las personas, y en el paseo por la memoria de nuestra vida y por las calles y casas de Talayuela seguramente recordaremos a personas que han encarnado la forma de ser que nos ha transmitido este pueblo. Seguramente que, entre todos, sacábamos unas cuantas características muy ciertas de las personas de por aquí.


…y al pasá por aquí mirá pal cielo,
y endispués pa la tierra.
y endispués de miranos con cariño,
precipiar a leegla;
porqu´ella sus dirá nuestros quereles,
nuestros guapos jorgorios, nuestras penas,
ocurrencias mu juertes y mu jondas
y cosinas mu durces y mu tiernas.

Y sus dirá tamién como palramos
los hijos d´estas tierras,
porqu´icimos asina: – jierro, jumo
y la jacha y el jigo y la jiguera.

Y tamién sus dirá que semos güenos
que nuestra vida es güena
en la pas d´un viví lleno e trabajos
y al doló d´un viví lleno e miserias;
¡el miajón que llevamos los castüos
por bajo e la corteza!
Porque semos asina,
semos pardosdel coló de la tierra

--El Miajón de los Castuos—
Luis Chamizo