sábado, 24 de septiembre de 2011

AHORA QUE VUELVO A MIRAR NICARAGUA...

Ahora que vuelvo a mirar Nicaragua sin el impacto que produce la primera vez que la miras. Cuando la mirada ha tomado la suficiente distancia para poder ser mas profunda y observar las diferentes variables que ofrece a los ojos del que mira; con la serenidad que da el tiempo transcurrido, escribo sobre los días allí vividos y con el mismo afecto que aún conservo hacia aquel pedazo de tierra.


Llegamos a Managua sin luz de sol y con la lluvia torrencial del invierno, como si quisiera limpiarnos de todas las formas de mirar que desde aquí llevábamos. Sin luz de sol en los ojos y con el colirio del agua que caía por nuestra cara, los ojos se acostumbraron en mirar.

Alguna vez existió el paraíso, pensábamos a la mañana siguiente, cuando la naturaleza se ofreció a nuestra vista. Era abundante, sobrecogedora, colorista, minuciosa al elegir los mil matices del verde, creativa en toda la gama de colores, salvajemente creciendo por doquier, majestuosa en su profundidad... Los versos del Canto General de Pablo Neruda nos salieron al encuentro: A las tierras sin nombres y sin números, bajaba el viento desde otros dominios, traía la lluvia hilos celestes...Útero verde, americana/sabana seminal, bodega espesa/ una rama nació como una isla/una hoja fue forma de la espada/una flor fue relámpago y medusa/un racimo redondeó su resumen/una raíz descendió a las tinieblas...

Después fue el encuentro con las personas. En un país donde la prisa no existe, el saber escuchar es el verbo principal para conjugar toda actividad. La vida se les sale por los ojos que te miran envolviéndote en historias increíbles vividas por ellas mismas y contadas de la manera más natural, sin anestesiar ninguna parte de su vida. En un país donde la historia mas reciente aún no está escrita, ellas la guardan en su memoria como el mejor tesoro encontrado y la cuentan sin parchear en nada su crudeza. Detrás de su mirada está su vida presente en un empeño y una conciencia de que levantar el país depende de ellas. Así, de la mañana a la noche, muchas personas recorren los caminos para llevar una palabra de aliento, de formación, de conciencia, a otras personas que se encuentran en su misma o en peor situación aún, o para trabajar con una actividad liberadora. Los ojos de los Nica lo dicen todo sin palabras y, cuando a la mirada le ponen palabras, son canciones de amor y de esperanza que traspasan las fronteras permitidas y, entonces, te quedas desnudo y sin resistencia a su llamada. Como resistirse a los ojos negros y parlantes de Yeny, a la memoria viva de la hermana Margarita, a la dulzura envolvente y sosegada de Maria Lourdes, al acierto crítico de Ana Julia, a la generosidad de Vanesa, a la risa de Tina, al entusiasmo de Cora, a la acogida de la comunidad de Valle Dulce, a los ojos de los niños...y de tantos otros nombres de personas que nos dio Nicaragua y que se asoman a través del papel del mapa de Nicaragua que contemplo.

Son vidas con sones antiguos de libertad, terrenales sonidos, existenciales preguntas, respiraciones primordiales, colores primerizos difuminados en un país lleno de grandes contrastes pero preñado de esperanza. Y la música de los Nicas que se cuela por cada rendija de las entretelas llamando a la vida, trayendo recuerdos ancestrales, apoyando a la vida generosamente entregada. Hago mías las palabras de Gioconda Belli: ¿Qué sos... sino un vuelo de pájaros guardabarrancos, cenzontles, colibries? ¿Que sos Nicaragua, para dolerme tanto?

Y qué decir de La Chureca, del Mamonal, de Ometepe, del Horno, de las Isletas, de los volcanes, del agua...Aquel país no se recuerda sin el agua. El agua de sus inmensos lagos, la de sus mares y la que trasmina la piel de quienes la habitan por el calor de su sol y que pasa a formar parte del Xolatlan que custodia a Managua. Y qué decir de los niños y los ancianos, ambos con mirada ingenua y acusadora, eran los libros abiertos que mostraban el desequilibrio de un mundo gobernado por una masa burocrática que tiene encuentros sin respuesta y desencuentros que provocan miseria.