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El cielo se había preocupado de poner la parte que le correspondía en aquel día veintiséis de octubre en que la luz era de una belleza absoluta. Hacia tiempo que, el mismo cielo, había puesto un entorno envidiable en Berzocana en el que la naturaleza cambia como cambiamos las hojas del calendario. En aquel martes de la Clausura se apreciaba mejor el verde de los pinos, el amarillo de los chopos, el color caldera de las hojas de los castaños. Qué afortunados fuimos los que admiramos a Berzocana con aquella luz en sus calles y en su paisaje aquel día. La mirada miraba y se admiraba de cada rincón, de cada calle; no parecía otra cosa sino que los ojos fueran enredaderas que se quedaban enganchados por las esquinas, haciéndote girar la cabeza por la belleza que dejabas atrás a cada paso que dabas. El paisaje en aquel pueblo ya era, aquel día mucho más, un beso fuerte que le había pegado a Berzocana el mismo cielo y con los ojos cerrados.
La gente, tambien, era un cielo de amable. La luz octubreña resbalándose por las fachadas de las casas las sacaba el dorado de las tejas, el blanco cal de las fachadas, y algo de la belleza del cielo reflejaban al posarse la luz en ellas. Los cantos de las coplas a los Santos eran sonidos celestes que no parecían sino los ritmos de los cantos que nos cantaban nuestras madres para tranquilizarnos de los fantasmas infantiles. Los Santos en la calle eran el mismo cielo que había bajado a procesionar por la calles de Berzocana; era como si los Santos tuvieran la necesidad de mirar los ojos que les miraban a su paso y remediarles los males del espíritu un año mas. Los balcones adornados, eran el lugar por donde se asomaban invisibles los que viven en el cielo porque bien saben ellos que hay días en los que tenemos que estar todos y que se note la cercanía de la presencia; juntos estábamos aquella mañana octubreña los de arriba y los de abajo, los visibles y los invisibles porque lo que llevamos en el corazón es tan cierto como lo que ven nuestros ojos. La celebración de la Eucaristía era cielo en la tierra porque la Palabra, la música, el incienso, el silencio, el canto...producían en nosotros multitud de sentimientos que preceden a la presencia de Dios en medio nuestro. Y en medio de todo la gente de Berzocana y de Extremadura, que con ese sexto sentido, sabe cuando y donde sucede lo importante y acude en masa, y lo arropó, lo cuidó, lo protegió, lo embelleció todo e hizo que aquello fuera un día de cielo. Gracias¡¡¡
Antonio Luis.
(1) La Foto es de la pagina de facebook: gente de berzocana, de donde la he recogido, espero que con el agrado del autor.