domingo, 17 de junio de 2012

VIAJE A LOGROSAN (II). SAMUEL EDWARD COOK

La carretera es muy larga a lo largo de todo el camino pero empeoró mucho mas a medida que nos acercábamos al paso del Tajo ya que frecuentemente la cruzaban anchas zanjas de desagüe. El modo normal de atravesar estos sitios es que el mayoral, cuando se acerca a ellos, acelera el paso de las mulas y hace que el carruaje salte por encima. La primera vez que esta operación se llevó a cabo, cuando la parte delantera entró en el desagüe, nos vimos proyectados  hacia arriba como cohetes y nuestras cabezas golpearon el techo con gran violencia. Después, por supuesto, aprendimos la lección y nos agarramos bien cuando el paso ligero nos indicaba lo que iba a suceder. Todo el equipaje y otros objetos desplazados en el techo eran desplazados y rodaban sobre nuestras cabezas como el trueno en un teatro de provincias.

Al tercer día desayunamos en Almaraz, en una posada muy mala, como todas las que hay en esta carretera y luego seguimos hasta el trasbordador del Tajo donde nos vimos retrasados algún tiempo. Se embarcó a la diligencia sin dificultad pero en el sitio exacto de desembarco, en el lado opuesto,  una gran galera esta varada en un banco de arena formado por el río durante una reciente crecida y hasta que desapareciese representaba un obstáculo infranqueable para el desembarco de nuestro vehiculo. El mayoral a cargo de la galera había intentado conducir su rígida maquinaria por la parte más empinada de la orilla y, después de entrar las ruedas delanteras mas allá de toda posibilidad de extracción, había desuncido su tiro y descargado una parte importante de la carga se había marchado tranquilamente “a descansar” en las cabañas de la aparte de atrás. Los numerosos pasajeros estaban sentados con sus equipajes a la sombra, que el rigor del sol hacia agradable, me dijeron que llevaban allí ya tres horas.

Nuestro mayoral habiendo desembarcado su tiro se puso tranquilamente a trabajar para arreglar el eje principal que estaba gravemente dañado por las sacudidas de la mañana anterior. Unos cuantos barqueros hercúleos, cuya negligencia al no poder limpiar el lugar de desembarco había causado tanto retraso estaban echando, de manera deliberada, pequeñas cantidades de arena con sus grandes manos en minúsculos cestos y vaciándolos pausadamente en el río a una cierta distancia del lugar. Mientras hacían esto tuvimos mucho tiempo de contemplar el paisaje de alrededor. El noble río de un color verde oscuro, fuía entre grandes rocas cubiertas de jara y otras plantas hermosas iluminado por un sol brillante en un cielo sin nubes.

miércoles, 13 de junio de 2012

VIAJE A LOGROSAN (I). SAMUEL EDWARD COOK

Como todos los años, la Obra Social de Caja Extremadura, continúa editando libros de viajeros que pasaron por Extremadura. Este año le ha tocado al títulado: Un viaje por Extremadura, del autor inglés Samuel Edward Cook. El viaje lo realiza en la primavera de mil ochocientos cuarenta y tres y el motivo del mismo es llegar a Logrosan donde se encuentran unas minas de Fosfato para, debidamente tratado, exportarlos a Inglaterra como fertilizante para su agricultura

Samuel Edgard Cook no pasa por Talayuela, no caía dentro de su ruta, pero si hace una descripción del paisaje y lugares cercanos que merece la pena recoger aquí.

“Dejamos de Madrid muy temprano en la diligencia de Badajoz, habiendo sacado billete hasta Trujillo donde íbamos a llegar la noche del tercer día. La distancia es solo de 41 leguas y debería ser posible recorrerlas en mucho menos tiempo pero la carretera es mala y la administración la peor de España. Nunca habían sido muy buenos pero ambos han retrocedido bastante desde que viaje en la línea en el 1831.

El carruaje no se llena casi nunca y, según me informaron, los escasos beneficios se los come un enjambre de empleados. Teníamos solo dos caballos de tiro o relevos de mulas para cada día de trabajo. Y el modo de trabajar era empezar a las dos de la mañana y continuar hasta donde el primer tiro pudiera llegar; luego parábamos para desayunar y después el siguiente tiro se enganchaba al carruaje hasta el momento de parar por la noche por lo que casi nunca podíamos dar un paseo. Todo se hallaba en una escala proporcionada: el carruaje espantoso, de pequeñas dimensiones, dividido en dos compartimentos y sin cupé. Estaba muy lleno y nos encontrábamos muy apretados. El grupo sin embargo era gente muy agradable y simpática. Mis vecino  de enfrente, un propietario de Badajoz y uno de los hombres mas informados que me encontré en España, era de la vieja escuela y conocía a lord Hill y a otros oficiales de aquella época.

Nada puede ser más sombrío que el paisaje en esta carretera durante leguas y leguas. Los pueblos están mal construidos y muy distantes los unos de los otros; sin embargo la tierra es fértil y hay signos de mejora en la agricultura. Las mujeres estaban arrancando las malas hierbas del cereal, una práctica util que he visto en unas cuantas partes de España. Hay algunos sitios que con un poco de cuidado por parte de los propietarios podrían adquirir un aspecto diferente. Los campos en algunos lugares están cercados, una práctica completamente nueva que se está comenzando en muchas partes de España y de cuyas considerables ventajas se están dando cuenta.

A la derecha según avanzábamos estaban las magnificas vista de las montañas del sistema central que forman el fondo de un bonito escenario de bosques de encinas, alcornoques y otros árboles. En esta zona el terreno difícilmente puede ser sobrepasado en belleza natural y fertilidad. Pero a excepción de un cortijo, granja o lugar de caza aquí o allí esta esplendida región, cuyo clima si no es el mejor de España casi el mejor y el terreno adecuado para cualquier tipo de  de producto, es ahora un desierto deshabitado.

El cultivo consiste en trigo, centeno, cebada y garbanzos, la legumbre del país; hay abundancia de vino y aceite y no se necesita nada más sino un buen gobierno que ayude a la mano generosa con que la providencia ha esparcido sus regalos por esta bella región.

jueves, 7 de junio de 2012

LA PROCESION DEL CORPUS EN TALAYUELA

Llegó el día. Todo Talayuela amaneció de fiesta para honrar aquel jueves que, decían entonces, brillaba más que el sol. El  astro solar anunciaba que en el hueco del día reinaría un calor insoportable. De las puertas colgaban las mejores colchas que dejaban ver a los lados unas sabanas de un blanco purísimo. Las escalera de acceso a algunas de las casa, cubiertas con paños, se llenaban de jarrones con ramos de rosas que emitían un olor dulzón mucho antes de acercarse a el. Los calderos de cobres, de tan limpios, reflejaban el sol que te hacia daño a la vista. Una mesa, cubierta con algún paño ricamente tejido, servia de apoyo a una imagen. Un paño blanco encima de la mesa. Una alfombra de juncia, mastranzo, tomillo...y algunas macetas primorosamente cuidadas, enmarcaban los altares que se ponían en las calles.

a procesión salía de la iglesia de San Martín. La cruz parroquial y dos cirios que portaban los monaguillos abrían la procesión. Se recorrían las calles de Talayuela mientras el sol avanzaba en su andadura en los más duro y caluroso del día. Se procesionaba el Santísimo Sacramento, al que acompañaban los niños de comunión y demás habitantes del pueblo.

Petra marchaba toda la procesión detrás del sacerdote que portaba la custodia con el Cuerpo Santísimo de Jesucristo. Se había levantado demasiado temprano para preparar el altar, ayudada por algunas vecinas, en la puerta de su casa. Sabía que a sus sesenta y cinco años su cuerpo ya no tenia las mismas fuerzas de los años juveniles pero no quería, mientras tuviera fuerzas, dejar de hacer el altar que ya habían hecho antes su madre y la madre de su madre. Se trataba casi de un ritual que pertenecía a la herencia de la propia familia y no sería ella quien rompiera esa tradición. Además, guardaba en los pliegues de su memoria, como si de las joyas de la familia se tratara,  las palabras que su abuela le había repetido machaconamente en su niñez. Se trataba de los corporales de Daroca que contenían las formas que el capellán había consagrado para la comunión de los generales. El ataque de los árabes fue tan violento que el capellán guardó las Formas consagradas envueltas en los corporales y las oculto entre unas piedras para que no fueran profanadas. Al terminar dicho ataque el capellán las encontró pegadas a los corporales y tintadas de sangre. Desde entonces, y secretamente, siempre había deseado que la ocurriese algo parecido en las muchas de las procesiones del Corpus a las que había asistido.

Con el velo que la cubría la cabeza y que algo la protegía del ardoroso sol, Petra procesionaba detrás de la Custodia dorada y podía ver como las personas mayores se arrodillaban a su paso. Sin saber por qué sintió un duro golpe en el estómago y un nudo le atenazó la garganta. Sentía el sol sobre su cabeza y hasta su nariz llegaban los olores de las hierbas olorosas pisadas por mil pies que lograban casi marearla. Las piernas comenzaron a temblarla y rogó que no se desmayara antes de llegar al altar de su casa. 
De pronto se encontró arrodillada ante el altar de la puerta de su casa. Todo allí le era tan familiar  que incluso creyó que eran las mismas voces de su madre y su abuela las que entonaban el Tantum ergo envolviendo la Custodia que, a su vez, reposaba en el altar sobre el paño de un blanco purísimo. Al levantar el sacerdote la Custodia dorada  Petra vio como un hilo de sangre resbalaba desde el Viril y se posaba en el paño en el que había estado la Custodia. No entendía como nadie se daba cuenta de lo que sus ojos veían. El rojo de sangre destacaba sobre el blanco del paño.

El olor a incienso le llegó hasta los pulsos y termino desmayándose por el esfuerzo de incorporarse y atrapar con sus manos el paño manchado en sangre. Su abuela, su madre, y todas las mujeres de la familia le estaban hablando a su alrededor. No sabia por qué creía adivinar en sus ojos una alegría especial que caía sobre ella llenándola de un gozo indecible.

Se despertó en su cama, atendida por sus amigas y no sabia bien que hora era pero el paño manchado de sangre, que agarraba fuertemente, la hizo consciente de todo lo sucedido.