miércoles, 31 de marzo de 2010

VIERNES SANTO EN TALAYUELA QUE SE VISTE DE SILENCIO...(y II)

...Y si el lector no se ha aburrido antes de este escrito y llega con sus ojos hasta estos párrafos se puede preguntar ¿y el pueblo? ¿Dónde está el pueblo? El pueblo, sin orden, ni hábito de ningún color, sin estandarte, con solo un escapulario sobre el pecho, como apuntando hacia el lugar donde guardan las quereles y los afectos por esa Virgen; el pueblo sale con la Virgen Soledad. ¿Con quién si no iba a salir el pueblo, sino con quien mucho sabe de sus soledades? Se para la Soledad en el umbral de la puerta de la Iglesia, en el alto que le hacen las escaleras, y pone sus ojos en ese desfile de dolor que es la procesión del Viernes Santo que se encamina por las calles de Talayuela: el morado Nazareno, la blanca Dolorosa, el negro del Santo Entierro y rompe a decir, la Virgen de la Soledad, con su dolorida voz:


¡Ay dolor, dolor, dolor,
por mi Hijo y mi Señor!
Yo soy aquella Maríadel
linaje de David:
¡Oíd, mujeres, oíd
la gran desventura mía!


Decid, hombres que corréis
por la vida mundanal,
decidme si visto habéis
igual dolor que mi mal.

Y vosotras que tenéis
padres, hijos y maridos,
ayudadme con gemidos,
si es que mejor no podéis.


¡Ay dolor, dolor, dolor,
por mi Hijo y mi Señor!

Y llevada por las mujeres del pueblo, como una mujer más, encerrada en el misterio más doloroso de ver morir a su hijo, de ver morir a un hijo, comienza la procesión de Viernes Santo; ese cortejo de dolor que cierra la Virgen de la Soledad. No se puede mostrar más dolor junto en una sola noche: pasión y compasión caminan unidas por las calles de Talayuela.

La procesión sale de la Plaza Real, se encamina por la calle de y la Virgen de la Soledad, en esa amplia bajada, continúa viendo el desfile de Viernes Santo: Pasos, cirios, caras, admiración por tanta belleza, dolor por tanta pena junta… y el pueblo que canta, que mira y admira, y asimila lo que ve, se santigua; mientras el turista distraído pone flash en su digital y el resplandor le es devuelto de la Imagen a él y queda no sabiendo que hacer.

Todas las calles lo son de Talayuela, pero la calle Los Granados lo es como un poco más, por ser de las más largas y de las de siempre en nuestro pueblo. Allí la luna llena del Viernes Santo refleja su lividez de plata en el rostro de la Soledad. Al pisar la calle de los Granados la Virgen de la Soledad ya se siente en la calle, entre sus vecinos, entre su gente… ¡Ya estas en la calle!, ya la luna de abril le da brillo en el tono violeta de las ojeras; la comisura de los labios y el entrecejo se vuelven mas malvas con esa luz. Ya estas en la calle llenándola con tu soledad, y ahora, a recorrerlas todas, a gritar el consuelo de tu pena. La luz de la luna en la calle los Granados y la de los cirios que llevan los cofrades y el pueblo hacen más hermoso el rostro de La Soledad.


Ay, Virgen de la Soledad,
con negro manto vestida
y las manos sostenidas,
por una inmensa piedad.
Como cada Viernes Santo,
la de los Granados, pisad,
mas no dejéis de mirar,
a los que sufrimos tanto.
No paséis de prisa, madre
No paséis, suplicaremos,
pues, bien sabéis, moriremos,
sin Ti que nos acompañes.



La procesión continua lenta y encamina la calle Ortega y Gaset hacia arriba. Seguramente ese nombre nos dirá poco, (que manía de poner nombres a las calles que nada dicen al pueblo) pero si decimos que es la calle de los muertos, lo sabremos todo. El que no ha pasado esa calle, acompañado del pueblo, con el ataúd de un familiar delante de él, metido en sus soledades, sus dolores, sus miedos y sus esperanzas, no puede comprender la pena de la Virgen de la Soledad procesionando esa calle, con el féretro de su Hijo muerto, delante de ella. Por esta calle tenia que pasar Ella, para recoger las soledades y los dolores de todos los que hicieron este mismo recorrido en el ultimo año. Ya sabemos que cada vez que nos toque recorrer esa calle con un familiar muerto delante de nosotros, sabremos que la Virgen de la Soledad la pasó antes que nosotros y nos acompañará en el sufrimiento y nos dará esperanza.

Y cerrando el cortejo, La Virgen de la Soledad…y las mujeres de Talayuela acompañándolas detrás o simplemente santiguándose a su paso por las estrechas calles. Existe un cruce de miradas de mujer a mujer, de comunicación, de entendimientos…a veces expresado todo un mundo de sentimientos en el mero santiguarse a su paso…



Y vosotras que miráis
desde estas calles calladas,
ayudad con la mirada,
o con lo que mas podáis

Al Cirineo, buscadme
La verónica y su velo.
Que lo tienda sobre el suelo,
y que su cuerpo descanse

buscad a la Magdalena,
que venga con sus ungüentos,
que hay que enterrar este muerto,
o me moriré de pena.

Que venga Pedro llorando
Buscad al de Arimatea.
Encended pronto una tea
a quien murió perdonando.

Y aquellas santas mujeres,
que piadosas le lloraron.
Su pena, ¿donde dejaron?
Pregúntales si las
vieres



Y la mujer del pueblo, de pie, en la cera de su casa, comprendiendo el pensamiento y la mirada de la Virgen solo sabrá santiguarse a su paso…

La procesión ha llegado a la calle Manuel Más y la torre de San Martín inicia su lamento de campanas pidiendo que regresen el Nazareno, el Santo sepulcro y sus Vírgenes. Tocan a muerto, o a lamentos por la ausencia. Hay ausencias que no se pueden soportar mucho tiempo. Hay ausencias que siempre nos duelen, por breve que sea el tiempo de la separación, hay ausencias que siempre nos están doliendo. Las campañas de la torre de San Martín piden que vuelvan sus Vírgenes, que ya no puede estar más tiempo sin ellas.

Hay que ver bajar la calle Manuel Más; hay que ver la procesión pasar por la Plaza del Quiosco dirigiéndose hacia el templo. Allí las campanas de la Torre se escuchan con más fuerza su lastimero sonido. La Hermana Mayor de la Virgen Dolorosa, Esperanza Ruano Vizcaíno, y la Hermana Mayor de la Virgen de la Soledad, comprenden el lenguaje del sonido de las campanas del templo y dicen, sotovoche, a sus hermanos de Cofradía:



Vamos, de prisa y volad,
las campanas, pesarosas
nos piden la Dolorosa
y también a La Soledad.

¡Vamos rápido!, ¡proseguid!
no aguantéis el sufrimiento,
que nos provoca el lamento,
las campanas de San Martín


Las campañas de la torre de San Martín piden que vuelvan sus Vírgenes; ya no hay más posibilidad que procesionar rápido ese trozo de la calle de Manuel Más y llegar a la Plaza Real. Allí se ha reunido parte del pueblo que no ha podido acompañar tanto tiempo la procesión.

Silencio de Viernes Santo en la Plaza Real…entra la Cruz de Guía, a poco tiempo más llega el Nazareno y la blanca Dolorosa. Llega el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad. Van entrando los Pasos, uno a uno, en el templo a la vez que las campanas enmudecen su lamento.

Aún queda una ultima mirada de la Virgen de la Soledad. Quienes portan sus andas se giran y la ponen frente al pueblo, frente a su pueblo; a ese pueblo que le ha seguido por las calles de Talayuela. Alguno le pedirá a la Virgen, con sus palabras, que le ayude a su familia ante el tiempo que estamos pasando:

Virgen de la Soledad, echadnos una mano, me cache en la mar.



Esa Virgen de la Soledad no puede entrar en el templo dando la espalda a quienes la han seguido este Viernes Santo. Se ha de girar la imagen para que diga adiós a todos en la Plaza Real; para mirarles por última vez y agradecerles su acompañamiento.

Y al ver entrar en el templo a su Virgen de la Soledad, que de frente a su pueblo entra en el templo, su mirada se les clava en los ojos de los reunidos en la Plaza y ellos les dicen a coro lastimero en su corazón


Cómo vuelves Señora, trasnochada,
traspasada con rayos de la luna.
Entra en casa y olvida tu amargura,
Talayuela a tu manto va agarrada


En estas calles que de frente quedas,
que esta noche tus pies bien han pisado;
en estos corazones que has mirado,
grabada va tu imagen y tu pena.


Cómo vuelves Señora, trasnochada,
bañada por la luna va tu cara,
tu pecho llevas lleno de miradas,
mi vida va en tu alma reflejada

Una vez mas la Virgen, arropada por los hermanos y su cera, vuelta hacia el pueblo que la mira en la Plaza Real, entra lentamente en el templo de San Martín. Desde ahora esperará ella que le devuelvan la visita, en esta sala de audiencias de Dios, que es este templo.


A LOS PRESIDENTES DE LAS COFRADIAS, A LOS COFRADES QUE LAS FORMAS, A QUIEN TRABAJAN POR LA SEMANA SANTA EN TALAYUELA; A TODOS ELLOS MI AGRADECIMIENTO COMO HIJO DE TALAYUELA, A TODOS LES DEDICO ESTAS PALABRAS QUE HAS LEIDO.

domingo, 28 de marzo de 2010

VIERNES SANTO EN TALAYUELA QUE SE VISTE DE SILENCIO...(l)

Viernes Santo en Talayuela que se viste de silencio y se adorna del brillante resplandor de la luz que reverbera en las paredes blancas de las casas de sus calles. Es hora temprana de la tarde y ya la Iglesia de San Martín es un hervidero de personas que entran y salen apresuradamente. ¡Seguramente no habrá tiempo para prepararlo todo¡ comentan unas a otras y no se transmiten tranquilidad sino más prisa en el hacer. La vida pasa como una lenta procesión de Semana Santa que siempre acaba siendo más corta de lo que creemos. Así son los días, sobretodos los últimos y las ultimas horas antes de la procesión del Viernes Santo, para todos los cofrades de las distintas cofradías de Talayuela. Parece como si el ritmo de las bandas que acompañaran las procesiones se les fuera metiendo en el cuerpo desde los días anteriores. Los distintos presidentes se afanan porque todo quede preparado para antes de la procesión.

La Semana Santa existe, primero por que Dios quiere y, segundo, gracias a la Fe de tantos hermanos Presidentes, de tantos hermanos y hermanas, vivos o difuntos, que han contribuido con su generoso esfuerzo al diario funcionamiento de las cofradías. Existe una hora en que todos los hermanos cofrades se van del Templo a sus casas, para ponerse traje de color negro, que es Viernes Santo en Talayuela.

Es ese tiempo, breve de casi solo minutos, en que la Iglesia de San Martín parece la antesala del cielo. Todo el templo limpio, aseado, como si de un día de fiesta Mayor se tratara. Las vírgenes en el lugar que les corresponde, detrás del Nazareno, detrás del Santo Sepulcro. No hay que pedir audiencia para hablar con ellos, allí les tienes a todos, a mano, cercanos, para contarles tus cuitas, hablarles de tus amores o desamores, o simplemente mirarles a todos. Si quieres puedes acercarte a la Virgen de la Soledad hasta casi tocarle la cara color cera y plata y ella mirándote a los ojos con los suyos. El dolor no la ha ajado la cara ni ha podido con ella Y lo sabe todo de soledad y piedad. La Iglesia de San Martín en esta hora es como el salón de audiencias de Dios. Allí se arrodilla el cofrade y súplica con su mirada; allí, la mujer, que de rodilla pide fuerzas, y termina siendo consolada de su pena al ver la pena de la Soledad en su cara; allí el niño corretea y pregunta; allí el turista se mete intentando robar el misterio en su cámara digital y solo se llevará una imagen… Sala de audiencias de Dios este templo de San Martín, en esta breve hora de un Viernes Santo. Nunca envejece esta nuestra Virgen de la Soledad, pues como todo verdadero amor no tiene edad, siempre está naciendo. El tiempo pasa por nosotros, no por ella y se da la circunstancia de que la Virgen de La Soledad de nuestro Pueblo es mas joven que su hijo muerto, que se procesiona en el Santo Sepulcro.

Viernes Santo en Talayuela, nueve y media en el reloj de la torre de la Iglesia y ante la Plaza Real llena de personas del pueblo, comienza el lento caminar que abre la Cruz de Guía. Sale por la puerta del templo el Nazareno, cansado, con la cruz a cuestas, el morado no es solo el color de su túnica sino también de sus ojeras y sus manos. No ha descansado de la noche anterior, los hermanos tampoco, porque el silencio de la noche sirve para recordar, para volver a pasar por el corazón todo lo vivido en la procesión de ayer. Al Nazareno, escoltados por sus hermanos de túnica morada, le sigue La Virgen Dolorosa, escoltada por los suyos con el blanco en su hábito y capuchón, con sus manos enlazadas y sus ojos puestos en el cielo: ¿De donde si no la puede venir la ayuda para tanta pena? Siempre sale detrás de su hijo Nazareno; siempre le sigue sus pasos; prefiere ir detrás por no ver su rostro amargo, la soga en el cuello y las manos en la cruz.


Ay, mi hijo el Nazareno
el de la cruz siempre a cuestas,
el de la soga mal puesta,
con fuerte nudo en el cuello.

A quien con tanto amor crié.
Ay, mi niño Nazareno,
lloviera o hiciera sereno,
tres mil penas yo te evité.

¡ Ay mi torre de San Martín¡
con campanas de agonía
con rabia sin alegría:
tocad a luto por mí.

Que a mis hijos les mataron.
Y un terremoto sufrí
en aquel pueblo de Haití,
sus cuerpos desparramaron.

Una Virgen y una pena,
la tristeza mas hermosa,
y una Virgen Dolorosa,
procesiona en Talayuela.



Aparece El Santo Sepulcro en medio de la Plaza Real, silencio de Viernes Santo. La tenue luz que lleva el Sepulcro ilumina un cuerpo muerto dentro del féretro. Su rostro ya no tiene el color morado del Nazareno sino que es del mismo color de la cera de los cirios de los hermanos. Este cuerpo, que casi comienza a ser verdoso ya, es escoltados por hermanos de color negro en sus hábitos; el ramo de rosas rojas con el que siempre se le procesiona es símbolo del respeto cofrade por Él. Francisco Fernández, el Cofrade Mayor, se mueve ordenando y susurrando, y su voz aúna los esfuerzos de los hombros que llevan el paso: ¡¡¡arriba, hermanos¡¡¡ y el paso sube arriba, casi hasta tocar el palio de estrellas que esa noche de Viernes Santo cobija a Talayuela, aupado por la fuerza de los cofrades. Y vuelve a decir, una y otra vez, su Presidente Cofrade:

¡Arriba, hermanos, levantad¡

No será Semana Santa
Si llevando a Cristo muerto,
sobre nuestros hombros puestos,
nuestro amor no lo levanta.

Arriba, hermanos, ¡a la gloria con el Paso¡

Que hoy sacamos el Entierro,
y termina el Viernes Santo
con nuestra Cristo pisando
las calles de nuestro pueblo.

Arriba, hermanos, ¡a la gloria¡

El Santo Sepulcro es nuestro,
con Él en los hombros vamos
subidle a la gloria, hermanos
el que bajó a los Infiernos.

Arriba, hermanos, ¡a la gloria con el Paso¡

Este Muerto que enterramos,
es quien dio la luz al mundo,
que si ayer fue moribundo,
pronto habrá resucitado.

Arriba, hermanos, a la gloria¡¡¡, dirá una y otra vez el Cofrade Mayor, Francisco Fernández… y los hermanos subirán, con esfuerzo, al Sepulcro, casi hasta la gloria; sin apenas dejarle que baje a los Infiernos a rescatar a los que murieron antes que él.

Y si el lector no se ha aburrido antes de este escrito y llega con sus ojos hasta estos párrafos se puede preguntar ¿y el pueblo? ¿Dónde está el pueblo? El pueblo, sin orden, ni hábito de ningún color, sin estandarte....

miércoles, 24 de marzo de 2010

JUEVES SANTO EN TALAYUELA...

Jueves Santo en Talayuela. Son las nueve de la noche en el reloj de la Torre de la Iglesia. En la Plaza Real se va reuniendo la gente por el anuncio que hacen sus campanas al sonar en la torre. Los nazarenos van llenando los aledaños de la entrada a la iglesia mientras hablan en corro y apuran las últimas caladas de los cigarrillos que tienen en la mano. El humo sube hacia el cielo oscuro, iluminado por las farolas de la puerta de la Iglesia de San Martín, como presagio del mejor incienso que se merece el paso al que van a procesionar. Hombres de mirada tranquila, de palabras justas y ajustadas a los comentarios, de conversaciones mantenidas en el corro que nada tienen que ver con lo que sienten en su corazón. El corazón en estos momentos se está preparando para sentir y no para decir. Pasan nerviosas mujeres nazarenas, con la túnica morada pegada a sus piernas por el aire de la prisa que llevan; salen del templo y miran al cielo por si acaso este amenaza lluvia, o lanzan avisos, moviendo sin ritmo ni control las manos, pidiendo prisa a las ultimas nazarenas que, mas tranquilas que ellas, llegan desde todas las bocacalles de la Plaza Real. Prado Breñas, Presidenta de la Cofradía, y mas nerviosa que ninguna, apura las ultimas instrucciones dadas a los nazarenos en el interior del templo, pues ya se oyen las notas de la marcha en la Plaza Real y el paso ha de salir a procesionar.
Jueves Santo en Talayuela, nueve y media en el reloj de la torre de la Plaza Real, sones de banda anuncian la salida del Paso, los nazarenos se colocan los capuchones en la cabeza, se ordenan las filas, los turistas se empinan sobre sus pies para ver mejor. Y, en la puerta de la parroquia de San Martín, aparece el Nazareno, eternamente con su cruz a cuestas, mecido por los esfuerzos de los hombros que lo portan y hay sones de banda en el aire y silencio contenido de emoción en el corazón de todos. Sale el Nazareno para que le miremos este día de Jueves Santo; mejor acaso, para que él nos mire a nosotros, mientras le procesionamos por las calles de Talayuela. Sale el Nazareno vestido en morado y oro, pies descalzos, andando su eterno vía crucis, espalda encorvada por el peso de la Cruz y su mirada. La mirada que a veces le tapa una gota de sangre de su corona de espinas. El morado de sus ojeras hace más profunda e intensa su mirada.
Jueves Santo, nueve y media y el Nazareno en la Plaza Real de Talayuela y arriba el oscuro cielo. Siempre causa admiración el silencio contenido de los cofrades. Alguna lágrima rodará y se fundirá con la cera de las velas que manchan el suelo. Los capuchones en las cabezas de los nazarenos indican, en señal de respeto permanente, la dirección desde donde nos observan, entre las nubes del cielo, la multitud de ojos de los cofrades difuntos, que sacaron este Nazareno antes que nosotros y aguantan expectantes la respiración para no provocar nerviosismo en quienes le sacan ahora. Sale el Nazareno.

El campanario enmudece,
cuando sales de tu casa.
Más cuando sales traspasas
nuestras puertas y florecen.
La Plaza Real parece
Talayuela en un balcón
que arreglada con mantón,
se renueva muchos años.
Pone en Ti sus desengaños,
su Nazareno, sin fin,
que en estos días de abril,
mueres con treinta y tres años.


Este Nazareno, procesionará por la Plaza Real, doblara bajando la calle de Ricardo Redondo, llaneara por la calle Goya y Hernán Cortés… dejando tras de sí el reguero de personas que le han acompañado, mezclando confusos sentimientos: la mujer piadosa, el turista distraído, el hombre silencioso, el niño que llora, el joven bullicioso… Calle de Manuel Mas, los hermanos nazarenos alumbrando con sus velas el paso por esta calle tan de Talayuela. Pasos lentos y cansados, el Nazareno mirando con sus ojos vidriosos, con su cruz a cuestas y detrás el pueblo que no puede faltar nunca en una procesión y en ningún sitio. Y siempre el pueblo… testigos mudos del sufrimiento del Nazareno que portan los hermanos, pero que saben que el sufrimiento comienza en Él y pasa por otros cercanos a ellos. El pueblo que, detrás de esa imagen, sabe que está viviendo un misterio de pasión y compasión; que observan unos ojos mirando tras la oscura ventana, que ven lucir velas en balcones y ventanas para alumbrar a este Paso; el pueblo, testigo mudo, que mira los descalzos pies del Nazareno y sabe que hay que seguir sus pasos.

Y nuevamente la Plaza Real y el reloj en la Torre tan a deshora ya…los hermanos nazarenos abriendo una especie de semicírculo morado y luminoso para que el Nazareno entre en la Plaza Real a los sones de la banda, el silencio en el aire y la emoción en el corazón de los nazarenos y los demás. Llega el Nazareno cansado, casi los cirios gastados, las miradas encendidas de los nazarenos traspasan los agujeros en las telas de su capuchón, supliendo la luz que les falta a los cirios. A la Plaza Real llega el Nazareno cansado, el color morado en sus manos mansas agarradas a la cruz, la sombra de sus ojeras mas grandes que cuando salió y su espalda mas encorvada. Llega a la Plaza Real el Nazareno poniendo tímidamente y de soslayo su mirada sobre los allí congregados para despedirle, antes que entre en la Iglesia y descanse. Y El, el Nazareno, al son de la música, mirando tímidamente, buscando unos ojos que le miren. Se dice que, quien en la Plaza Real se cruce con la mirada del Nazareno, este le dará la luz, sino de ojos, sí de la fe en El.


Con tu sola soledad
entra en tu casa a porfía,
Nazareno, es noche fría
con tu madre La Piedad.
Y en sus brazos descansad
del recorrido que has hecho,
sus manos son dulce lecho,
su cara, toda es bondad.
Más no dejéis de mirar,
adentro del alma mía,
que si ingrata ella olvida,
Tú no la olvides jamás.





SOLO PRETENDEN SER UNAS TROPES PALABRAS DE AGRADECIMIENTO A ESOS HOMBRES Y MUJERES QUE PROCESIONAN, AÑO TRAS AÑOS, ESTA IMAGEN DEL NAZARENO CON LA CRUZ A CUESTAS Y A PRADO BRENAS ESTEBAN SU DEDICACION A LA COFRADIA DEL NAZARENO.

domingo, 21 de marzo de 2010

CON ESE VIEJO TANGO QUE CANTABA CARLOS GARDEL...

Con ese viejo tango que cantaba Carlos Gardel, me gustaría decir que…cincuenta años no es nada… (Aunque en el fondo de mí mismo sepa que estoy mintiendo como un villano y que cincuenta años es mucho, aunque la vida sea un soplo…) Viene esto a cuento porque vamos a comenzar las fiestas de San Marcos de dos mil diez, que se comenzaron a festejar en Talayuela en el año de mil novecientos sesenta y uno; así pues, el año próximo se celebran los cincuenta años de las Fiestas de San Marcos. Seguramente que el Ayuntamiento, Concejalías y las distintas Asociaciones de Talayuela no dejaran pasar esta fecha sin celebrarla como se merece y no solo en torno a los días de la feria del año que viene, sino durante todo el año, por la importancia que supone la feria de San Marcos para Talayuela y porque las variables que se pueden celebrar son muchas.
Yo me atrevo a proponer cuatro. La primera sería crear los Premios San Marcos (en sus distintas variables) para entregarlos a aquellas personas, instituciones, empresas… que, durante el año, se hayan preocupado por el bienestar de Talayuela. Sugiero que, aunque el Ayuntamiento debe estar presente, el jurado lo conforme representantes del tejido social del pueblo. No cabe la menor duda de que un premio de reconocimiento habría que dar a los herederos del marques de Mirabel, que nos regalaron la fiesta que se celebraba en su finca. La segunda propuesta es que se cree una comisión, dependiente de la Concejalía de Cultura, que, durante todo el año, organice actos culturales en el pueblo, (ofrezco gratuitamente mi obra de teatro: el soldado portugués, para que sea representada como algo propio de Talayuela); que dichos actos de la comisión, tengan presencia en radio, televisiones, nacionales o autonómicos, Internet, vías de comunicación social… que pongan de manifiesto y en valor a Talayuela, su entorno, posibilidades… y todas sus variables. La tercera propuesta es que ese grupo de senderismo que se ha creado…y que siempre se pierde… haga una serie de rutas por todo el entorno de Talayuela y se presten a acompañar a grupos de personas, de todas las edades, para que puedan conocer (nombres de caminos, de cerros, de quebradas, de fincas, de árboles, de ganado, de aves, de hierbas…) todo el entorno y las posibilidades que rodean a Talayuela. La cuarta propuesta, que el Ayuntamiento – o que se cree una Fundación que gestione todo esto de las celebraciones de los cincuenta años de la Feria) compren las casas cuya fotografía se adjuntan, las recupere (pero que conserven la estructura y puedan mostrarse a la posteridad y vean como eran las casas de Talayuela) y cree en ellas un museo etnográfico. Estos cincuenta años de la Feria de San Marcos puede ser una ocasión para relanzar el pueblo: Talayuela, tenemos mucho que contar.
Pienso que es de las veces que uno se encuentra con una ocasión única y sabe que perderla, puede suponer dar al traste con un montón de posibilidades. Por seguir con el tango….guardo escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón. Volver… la esperanza de que todo puede ir mejor y que nosotros debemos colaborar a ello, nos debe animar a hacer todo lo posible.

Talayuela, tenemos mucho que contar… y ahí si, cincuenta años es mucho…y puede ser todo el pasado que vuelve a enfrentarse con la vida… Creo que es una posibilidad de mostrar de donde venimos, lo que somos y lo que queremos ser. El Grupo Solidarios de Talayuela ha dado ejemplo de que, si se tienen objetivos claros, se pueden emprender acciones por el interés general, superando distintas formas de pensar y limando aristas cuando la causa lo merece.

No debemos olvidar de donde procedemos, que lo que tenemos entre las manos ahora, es solo lo que debemos dejar a los que vengas después de nosotros y, si es posible, un poco mejor de cómo lo encontramos...la quieta calle donde el eco dijo, tuya es mi vida, tuyo mi querer… Somos descendientes de unos hombres y mujeres que el sol de estas tierras quemó la piel de sus manos y sus pies. Sus rostros arrugados nos hablaban de un tiempo y una vida nada fácil para ningunos de ellos, pero Talayuela era el trozo de campo en el que querían vivir y morir. No podían querer otra tierra con la que se mezclara el polvo de sus huesos sino aquella por la que habían trabajo: al final de sus vidas, la muerte amiga, les hizo uno con aquel territorio que tanto habían amado y tan difícil les había resultado. Somos descendientes de personas que, antes que nosotros, empeñaron sus propias casas y terrenos para ponerlas como aval ante un préstamo que se necesitaba para pagar las deudas y, así, evitar que el pueblo se despoblase, como había pasado con otros pueblos de alrededor.

Todas las aspiraciones de nuestros antepasados corren por nuestras venas; luchan por salir por ellas como si los pulsos las empujaran fuera de nosotros. Como si de una gran familia se tratara, al igual que hemos heredado estos genes, estos campos y este pueblo, hemos heredado sus sueños, sus miedos y su forma de ser y somos observados por miles de ojos que miraron antes que nosotros todo esto…por aquí pasaban. Este mismo sol les amanecía. Buscaban estas yerbas y estos campos. Todos los años por san Miguel, para no perderse la otoñada, se acercaban lentos, se les oía venir en una ruidosa marabunta de balidos y polvaredas. Abrían camino los cencerros de los carneros. Pastores, ladridos de los careas, tintineos de esquilas, silbidos, zagales, zagalas. Canciones. Estos campos resucitaban con su anual venida, mientras la sierra de ahí enfrente quedaba triste y oscura. Venían, vivían. Aquí sufrían, por aquí se amaban. ¿Cómo atreverse a negar que su sangre corre por nuestras venas?...

Los orígenes solo sirven para no perder el norte, para saber reconocer a quien procede del mismo lugar que tu y que también está trabajando por mejorarle porque esta atado a él por unas fuerzas invisibles…y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor… y el regreso para saber de donde venimos y para formular adonde queremos ir. El pasado no puede determinar nuestro presente, pero si le tenemos que dejar que forme parte de él.
En cincuenta años de Ferias y Fiestas de San Marcos…Talayuela, tenemos mucho que contar… pues pongámonos manos a la obra que ayuda no nos ha de faltar.

(He pisado un poco el acelerador hoy, ¿ no?)

miércoles, 17 de marzo de 2010

VIENDO L0 RAPIDAMENTE QUE PASAN LAS AGUAS...

Viendo lo rápidamente que pasan las aguas bajo del puente del río Tietar, viendo como las aguas llenan casi las dos orillas de su cauce, en estos días pasados de tanta lluvia, nos acordamos de las palabras del sabio griego: nunca te bañaras dos veces en el mismo río. La rapidez de las aguas deslizándose en su cauce, signo y figura de la rapidez con la que cambiamos las personas a cada instante de nuestra vida, le hicieron decir al griego esas palabras, de que cada vez que te bañes en el rió, ni tú serás el mismo de antes, ni serán las mismas aguas las que te refresquen, pues aquellas habrán pasado ya y tú no serás el mismo que se bañó la ultima vez, aunque sea el mismo cauce.
El Tietar es para nosotros nuestro río. Sus aguas no solo se abrazan a nuestros cuerpos al ducharnos sino que han apagado nuestra sed en los meses de estío. Nuestros campos han sido fecundados por esas aguas en las noches de verano y al ritmo monótono que imponían los motores de gasoil con los que se bombeaban, desde el cauce del río a los aspersores. Una franja de color verde avanza, a uno y otro lado de su cauce, mientras discurre lentamente hasta confundirse sus aguas con el Tajo, en el parque de Monfrague.
Una barca había en este río para pasar desde la comarca de la Vera hasta esta del Campo Arañuelo. En Julio de mil quinientos e ocho años… la barca… es alquilada en pública subasta a quienes la solicitaban… y pertenecía a la Ciudad de Plasencia. Posteriormente pasó a depender del Concejo de Cuacos, con quien hemos tenido más de un altercado por causa del deslinde de unas tierras: … del camino de La Atalayuela salió un hombre con un hacha en la mano diciendo, con imperio y en alta voz: tened allá, que hacen vuestras mercedes… a que respondió que estaban a renovar la jurisdicción del Lugar de Quacos y entonces bolbio a exponer dicho hombre, no tenía Quacos jurisdicción alguna del río para acá… año de mil setecientos ochenta y ocho. En el Interrogatorio de la Audiencia de Cáceres, de mil setecientos noventa y uno se dice: no hai puente alguno, barca una en el Río de Tietar, en la que se paga algún interés como real o dos reales, según la multitud de las aguas, cuios derechos pertenecen al Lugar de Quacos…
No obstante estos y otros datos más, el Tietar es nuestro río. Cuando comenzaban los principios del verano allí íbamos varias familias para lavar toda la ropa del invierno: colchas, mantas, lana de los colchones… aquel día era una fiesta para los niños. Era el primer baño del año en las aguas de aquel río. Solo buscábamos la sombra del puente a medio día, para comer; lo más del día era bañarnos, jugar, pisar aquella arena blanca y el sol se vengaba de nosotros quemándonos las espaldas infantiles. El sol, que nos parecía inocente durante el día, salía en fuego duro de nuestras espaldas y piernas por la noche.
Al este río, también, se venían a tirar las aguas perfumadas con mastranzo, romero, hierbabuena… que la noche de San Juan había purificado la luna en los balcones de las casas amigas. El baño de San Juan…, robar el baño adornado con dulces y frutas que se encontraba en los balcones de las calles, era la ocasión propicia para dar paseos a la luz de la luna por las calles y plazuelas de Talayuela. Las amigas durmiendo juntas en una habitación y soñando a adivinar, tal vez, y poner rostro a su enamorado. Noche de San Juan en la que el roció cura las enfermedades y hace mas hermosas a las jóvenes que se lavaban la cara con el agua perfumada del baño. Al amanecer había que ir a tirar esas aguas al río Tietar y era la ocasión para la comida campestre y los juegos inocentemente infantiles.
Siempre, en la noche de San Juan, habrá una excusa para ilusionarnos contando a nuestros hijos, nietos, o amigos, toda clase de cuentos mágicos, de leyendas, de remedios caseros para curar dolores; historias en las que la mente no es el único instrumento para interpretar la vida que nos sucede.
Después de conocer este río y haber vivido a su lado, seguramente habremos conocido otros; habremos gozado con otras aguas; seguramente no habrán contado las propiedades benéficas de otros ríos y otros baños. Seguramente que si; pero para nosotros nuestro río, es el Tietar y siempre nos bañamos en el mismo río, sean cuales sean el color y el sabor de otras aguas que mojen nuestro cara, pues ya estamos mojados para siempre por el agua de este río.

domingo, 14 de marzo de 2010

LA SABIDURIA POPULAR, LA QUE NO HA SIDO APRENDIDA EN LOS LIBROS...

La sabiduría popular, la que no ha sido aprendida en los libros sino en la observación del comportamiento de las personas y en la misma naturaleza, parte de ella ha quedado refleja en refranes. Se han transmitido de forma oral, de padres a hijos, desde tiempos antiguos y son formas gramaticales cortas, con cierta rima, para que sean más fáciles de memorizar y, por tanto, de recordar. Casi todos los refranes llevan en si un consejo o una enseñanza, que manifiesta un poso de sabiduría, con la que las personas se enfrentaban a su relación con la agricultura, con sus semejantes, o consigo mismo.

Viene esto a cuento porque después de muchos días con lluvia y frió, nos ha llegado un fin de semana propio de otros meses y me he acordado de ese refrán que dice: Cuando en marzo mayea, en mayo marcea. Tal vez si el temporal que hemos dejado atrás, no hubiera sido tan lluvioso, nada nos hubiera extrañado este fin de semana mayeado. Es verdad que marzo es el mes adolescente del calendario: no sabe lo que quiere ni a qué atenerse siquiera; no es niño ni es adulto, no es invierno ni primera, pero de las dos estaciones conserva algo este mes protestón de marzo. Ese avance que va haciendo la luz sobre la noche, nos deja unos días más largos en los que puede suceder de todo: en marzo la veleta, ni dos horas se está quieta.

En cualquier caso, la primavera esta apuntando y se está introduciendo lentamente entre nosotros. Así nos lo ha anunciado la acacia; la mimosa, nos lo ha proclamado con sus flores violentamente amarillas colgando de las ramas llenas de hojas de un gris-verde que las hacen más llamativas. Plantada al lado de la carretera, contrastando su flores amarillas con el verde de los arboles de la piscina, el rojo de los pabellones del Centro de Tabaco y el gris del asfaltos de la carretera, la mimosa nos grita que el invierno ya está a punto de pasar, como se pasan las hojas en el calendario.

Pero lo que no mayea marzo es la luz que se desparrama por la dehesa entre las encinas. Animado por ese anuncio que han hecho las flores de la mimosa sobre el gris asfalto de la carretera, me introduje en la dehesa por el camino de Valdelacasa. Allí me di cuenta que las flores de la mimosa solo anuncian el final del invierno; pero la dehesa es más dura y unos rayos de sol mas calientes que lo normal de este tiempo, no producen los mismos efectos sobre la encina y su tierra que sobre la mimosa. Es verdad que la influencia del calor del sol va haciendo que toda la tierra de la dehesa verdeguee, pero las encinas tienen en sus hojas el verde oscuro del invierno y ningún tallo ni hoja nueva hacen que aparezca ese nuevo color verde claro en sus ramas. Aún no están los vencejos ni las golondrinas volando entre las encinas, ni el sonido de las esquilas de las ovejas, solo, coronando sus ramas y sus copas, el azul y el blanco de nieve que da forma a la sierra de Gredos. Nada había a esa hora de despertar de la mañana, ni distinta luz, ni otros sonidos que hacen de la dehesa ese campo especial, aunque en este mes, marzo mayee.

De siempre hemos conocido la dehesa como algo que se nos hacía familiar a los nacidos o que viven en Talayuela, de siempre hemos creído que esas casas que ahora se introducen como una herida en la carne de la dehesa; como el tributo a pagar por el aumento positivo de población; cualquiera de las casas que siempre semejan un barco varado de proa en la dehesa; de siempre hemos creído que estaba allí, siendo nuestra propiedad, pero fue la Ciudad de Plasencia quien concede a Talayuela esta dehesa Boyal en el año de mil quinientos diecinueve, por un tratado que dio testimonio Fernando Díaz, escribano de Plasencia…
Al fin y al cabo, ahora solo estamos en este mes adolescente de marzo, que, aunque con sus cambios de humor, con su no saber si es invierno aun, o ya es primavera, nos anuncia que en sus últimos días, sale marzo y entra abril; nubecitas a llorar y campitos a reír; que las aguas que vendrán en abril serán las que realmente hagan florecer los campos, los sembrados si los hubiere y la alegría en todos.

jueves, 11 de marzo de 2010

DESCUBRÍ MUY TARDE A ESTE ESCRITOR HUNGARO...

Descubrí muy tarde a este escritor húngaro, o fue muy tarde cuando editaron aquí el primer libro suyo que cayó en mis manos: El último encuentro. Solo sé que estaba en Santander y, en vez de admirar las montañas del valle en el que me encontraba de vacaciones, solo deseaba tener ese libro entre las manos y continuar su lectura con el mismo deseo que gozaba el clima aquel, tan distinto de la temperatura veraniega de Talayuela en agosto. Después, con el ánimo que nos persigue de leer otro libro del autor que tanto nos ha gustado, encontré Confesiones de un burgués. Es en la última parte de este libro, donde describe la experiencia interior que, después de haber viajado por toda Europa, de que todo se desmorona y ver el atroz horizonte que se acerca, ya no tiene otra posibilidad interior que volver a Budapest: de repente sentí que mi tiempo había tocado a su fin, que no tenia nada mas que hacer allí, que debía regresar a casa- entiende que la verdadera patria es la lengua húngara en la que deberá volver a aprender a expresarse, o quizás su infancia donde debe reencontrarse consigo mismo. Ahora, como último mensajero de una batalla perdida, solo deseo recordar y callar… y así termina el libro.
Los recuerdos de la infancia son imperecederos y lo son tanto que ya, cuando somos mayores, lo que se recuerda más y mejor es la vida de la infancia. Qué importa donde se esté en este preciso momento, o qué nos importa las hermosas ciudades que hayamos visitado, lo realmente importante es donde hayamos vivido la infancia.
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, decía Machado. Los míos, que soy bastante torpe para ello, pero no esos recuerdos que son un flash, una foto fija de algo vivido y que todo lo demás de ese acontecimiento se desdibuja en la mente, sino los que son toda una secuencia completa, más menos, bien hilvanados, mis recuerdos mas antiguos son una escuela en un día de fiesta. Una escuela llena de niños, con pantalones cortos, sandalias de goma, que cogidos de la mano, para que no nos perdiéramos, nos repetía la maestra, salíamos de dos en dos, como si de un paseo se tratara. En la mano que nos quedaba libre agitábamos una bandera (ahora creo que la de España) y encaminándonos a las afueras del pueblo bajo la mirada atenta y la palabra gritona de la maestra para que no nos soltáramos de la mano. (Entonces las afueras de pueblo por el sur, eran las casas del Molino, enfrente de la panadería actual y de la maestra omito su nombre por temor a equivocarme) Íbamos a esperar a un señor importante que venía a inaugurar un palacio. (Señor importante y palacio eran dos palabras que llenaban de fantasía nuestra mente infantil) Recuerdo muchas personas allí, pero a los niños nos pusieron en primera fila. Mis recuerdos ahí ya se hacen nebulosos, pero se que a una orden de la maestra agitamos nuestras banderas, los mayores gritaban algo y aplaudían, pasaron unos coches y allí terminó aquello. Regresamos a la escuela cogido de la mano del compañero, pero ya sin la alegría que antes nos había motivado la maestra y con las banderas, de aquel papel tan frágil y colorido, rotas de poner tanta fuerza por agitarlas al paso de unos coches.
Después, pasado el tiempo, supe de qué persona importante se trataba y qué palacio iba a inaugurar. Con la persona importante no llegué a tener trato, pero con el palacio infantil entable buena relación con el paso de los años. Y ahora mismo, como todos los días, acabo de llegar del cerro de donde salieron aquellos hombres, junto a los cuales se refugió el emperador y hubo que construirle ese palacio que, pasado el tiempo que lo deterioró, pasó por Talayuela, el coche negro de la persona importante, quien lo iba a inaugurar.
Después, pasados muchos años ya, una noche apenas podía dormir y esa imagen infantil de agitar una bandera venía a mi mente como si acabara de llegar de la escuela. Otro amigo y yo, habíamos quedado sobre las nueve del amanecer de ese mismo día y había que dormir pero no podía hacerlo. A una noche siempre le llega su mañana aunque no la hayamos dormido y, mi amigo y yo, nos fuimos a la Plaza Real de Talayuela a la hora fijada. Queríamos oír los comentarios de las personas y ver qué hacían los policías cuando vieran lo que habíamos puesto la noche anterior a últimas horas.
De la esquina de Caja Extremadura a la esquina de la casa de los Coriscos, entre los cables de luz que cruzaban la carretera, habíamos puesto un cordel que dejaba caer, en el mismo centro de la carretera, una bandera negra, verde y blanca. Era bastante antes de que el Estatuto de Autonomía la reconociera como bandera de Extremadura. Una señora que pasó por allí, mirándonos a Mario y a mí, y señalando a la bandera que habíamos puesto nocturnamente, nos dijo: ¿a quien coños se le habrá volado ese trapo?
Fue aquel tiempo en que creímos que había colores impresos en tela que nos diferenciaban; que nos unían solo a unos cuantos; siempre esperábamos de los otros, lo que nosotros necesitábamos de ellos; siempre había latente un nosotros y un vosotros que nos llevaba a juzgar apasionadamente todo.
Tal vez, lo verdaderamente real, solo fue aquel infantil salir de la escuela cogidos de la mano de otros niños; casi con un sentimiento de protección por que no se extraviara entre aquella multitud que gritaba algo que no comprendíamos; que no se perdiera lo que realmente era importante, que no era el papel coloreado que agitábamos y que termino roto, sino aquel otro niño que comenzó a hacernos comprender que somos responsable del otro sea como sea.

domingo, 7 de marzo de 2010

HUBO UN TIEMPO EN QUE HABIA UNA POSIBILIDAD QUE PUDO HABER SIDO...

Hubo un tiempo en que había una posibilidad que pudo haber sido y no fue. Siempre nos pasa igual a las personas y, además, solo nos pasa a las personas, y es la posibilidad de acertar en nuestra decisión o la de equivocarnos. Eso solo nos pasa a los seres que podemos pensar, con el fruto del pensamiento, tomar una decisión y que esa decisión tomada sea la más acertada, ya no depende enteramente de nosotros. Algunas decisiones nos tomamos nuestro tiempo para razonarlas, para evaluarlas; pedimos consejo, evaluamos los riesgos de tomar o no esa decisión. Otras veces la cabeza se nos llena de intuición, o el sentimiento nos impulsa en los pulsos de la sangre que nos corre por las venas, o, muchas veces también, dejamos que sea el corazón quien nos lleve y nos ayude a decidir. En cualquier caso, es muy difícil tomar decisiones, pues ellas tienen la capacidad de cambiar nuestra vida, de cambiar el rumbo, o no cambiarlo, de aquello sobre lo que actúa nuestra decisión.
Talayuela es un pueblo con vocación de plaza, de plaza Mayor, de la que ha carecido siempre y ha deseado siempre, como uno de sus mayores deseos. Es verdad que tenemos plazuelas que se forman al juntarse algunas calles, espacios de calles que se ensanchan allí y reciben ese nombre. En el Interrogatorio de la Real Audiencia de Cáceres, Partido de Plasencia, realizado el día 18 de marzo de 1791, se dice: No hai en esta villa mediante su cortedad de vecindario y naturaleza calle alguna con formación, igualdad, ni orden y solo si muchas plazuelas a cada paso, su aseo no puede ser tan fácil como en otras mediante los ganados de bueyes y de otras especies…tienen su abrevadero en las referidas calles, las quales mediante la situación de estas son llanas y sin cuesta alguna.
No tenemos plaza y hubo un tiempo en que hubo una posibilidad de tenerla y la decisión tomada no fue la mas adecuada; seguramente por muchas razones y que, todas, se barajarían y sopesarían en su momento, por aquellos que decidieron tomar esa decisión.
Hubo un tiempo en que había un cine en el solar que ahora se levanta una torre de pisos en el que viven las personas que los habitamos. Hubo un tiempo en que había un cine y una sala de baile en el solar que ahora existe un supermercado de alimentos, que son los bajos de los pisos a los que me refiero. Aquel cine que se llamaba Monumental Cinema, aquel salón de baile, se cerraron, imagino que cuando los dueños se hicieron mayores y cuando los videos y la televisión comenzaron a llevarnos el cine al salón de estar de nuestra casa. Cuando la comodidad nos invadió y la pereza vino a sentarse junto a nosotros y fuimos capaces de conjugar el estar viendo Memorias de África en la televisión de nuestra sala de estar y, a la vez, comiéndonos un bocadillo de tortilla de patatas. Una y otra merecen escenarios distintos para su disfrute.
Perdimos aquel cine donde, tal vez se pudieran comer pipas y regaliz para aliviar el nerviosismo, con el que asistimos a las más bellas historias de amor en las que éramos nosotros, y no los propios protagonistas, quienes besábamos a los artistas de aquellas películas. Éramos cada uno de nosotros mismos quienes sufríamos aquellas desgracias que nos contaban cuando se apagaban las luces del cine de “Tío Vidal”, como si de La Rosa Púrpura del Cairo se tratara.
Hubo un tiempo en que cuando desapareció aquel cine y aquel salón de baile, éramos muchos los que pedíamos que aquel solar se convirtiera en una amplia plaza de la que Talayuela carecía. En conversaciones de amigos nos llegaba lo que para muchos había significado aquel cine y aquel baile. Allí fue donde nos pudimos sentar juntos, por primera vez, con la persona que nos gustaba y poner su mano entre las nuestra al apagarse la luz de la sala. Allí fue donde muchas personas celebraban su banquetes de bodas de chocolate y bizcochos y después presidían la entrega que se les hacia de la “manzana” y bailarían, por primera vez, como marido y mujer, en aquel salón de baile. En aquel cine fue donde Ingrid Bergman abandona Casablanca, abandonada también por Humphrey Bogart. Desde aquel cine hicimos un viaje a África con las maletas de Ava Gadner que, en Mogambo, nunca ya fue más guapa, se encuentra con aquel cazador que la cazó entre leones, panteras, elefantes y cebras. De allí salimos de ver La Reina de África, por aquel espacio, hoy una especie de jardín, en el que se sientan personas del continente africano. Aquel espacio tenía méritos suficientes y extraña belleza, para haberse convertido en la plaza Mayor de Talayuela.
Ahora son los vecinos que habitan aquellos pisos, como si fuera la vieja canción de Serrat, los que dicen que están ocurriendo cosas extrañas por allí; casos en los que intervienen los fantasmas de las películas. Llena de asombro cuenta Bene Galán que cuando esperaba el ascensor para subir a su casa, le pidió fuego Bette Davis, diciéndole que se había salido de Eva al Desnudo porque el trofeo Sarah Siddons le aburría sobremanera. Lo peor le sucedió a Pili, la Pantoja, que cuando abrió la puerta del piso encontró, en el salón de estar de su casa, que Jimena estaba vistiendo a El Cid, para dar la ultima batalla por Valencia, mientras por las ventanas subían los vítores que le lanzaban la multitud de soldados que esperaban. Dicen que tuvo que ser atendida por una vecina. Serán palabrerías de vecinos, pero los rumores corren muy fuertes de que Glenn Ford abofeteó a una cajera del supermercado de “El Árbol” creyendo que era Gilda y, después, pidió que no le denunciara. Los de por allí cuentan y cuentan que a Forres Gump, viéndole sentado en un banco de aquel jardín, alguien le dijo que su película allí no se había proyectado y salió corriendo en dirección a otro lugar. Son los fantasmas de aquel cine que, se vino abajo por causa de dos o tres escavadoras, que no descansan en paz por no haberse convertido en Plaza Mayor, aquel solar con encanto del cine Monumental Cinema.

jueves, 4 de marzo de 2010

EL NIÑO QUE FUIMOS AYER ES EL PADRE DE LA PERSONA QUE SOMOS HOY...

El niño que fuimos ayer es el padre de la persona que somos hoy; nada es más evidente que esto. Así lo vamos contemplando a lo largo de nuestra propia vida. Los sueños se forjan en la niñez, envueltos en embozos de blancas sábanas, y se cumplen en la edad adulta cuando hay más tranquilidad para desarrollar el diseño que de ellos hicimos en la infancia. La niñez y la adolescencia son fugaces, como una estrella lo es en el firmamento, pero son el poso, el humus, el umbral, en el cual la persona que somos hoy puede aparecer ante los demás.
Los que hemos pasado la niñez y la adolescencia en Talayuela, veremos muchos ríos y nos bañaremos en ellos, pasearemos en góndolas por el agua de determinadas ciudades, pero nada será igual al sabor del agua del rió Tietar. Nada será igual al sabor que dejaba en nuestro cuerpo al bañar nuestra niñez en este río, correr por su arena blanca, y que, ahora, tantas sensaciones nos produce al notar el olor de sus aguas cuando pasamos, ya en coche, por el puente que lo cruza. Muchas nubes nos habrán mojado con su lluvia cuando visitamos hermosas ciudades, pero ninguna de ellas nos habrá remojado tanto como el agua de las nubes de Talayuela que, no solo nos calaban hasta el alma sino que levantaban un suave olor a tierra mojada que aún añoramos en nuestros lugares de residencia. En nuestros lugares de residencia y digo bien, porque si solo se vive donde esta el corazón, el nuestro continua viviendo y jugando por las calles de Talayuela en los largos atardeceres de primavera, dejando huérfanos de corazón nuestro cuerpo de ahora. Todos habremos visto hermosos paisajes, pero no nos habrán hecho olvidar ni una sola de las miradas que hemos compartido, mirando las estrellas en las noches de verano desde las afueras de Talayuela.
Mi amiga Maite Sánchez dice que ahora debemos ser ciudadanos del mundo pero que nadie puede olvidar de donde procede y llevar a gala ser del lugar de donde somos cada uno. No puedo estar más de acuerdo con ella. Ser ciudadano del mundo, sentir que todo lo que le sucede a un ser humano, esté donde esté, me sucede a mí, no está reñido con ser de un lugar concreto. Ese lugar donde nos sucedieron tantas experiencias que están escondidas en alguna arruga de nuestra piel y salen, de vez en cuando al exterior, para traernos el perfume que aún guardan. Cómo olvidarnos de aquellos sueños y sus juegos infantiles en las calles; cómo olvidar las coplas que salía de las casa cuando alguna mujer estaba trabajando en la cocina o, simplemente, barriendo esa porción de la de la calle que le correspondía a su puerta. Ciudadanos del mundo sí, pero en el mundo hay un lugar donde un día llevábamos pantalones cortos, robamos un beso adolescente mientras corríamos sin cansarnos por sus calles, y allí, comenzamos a soñar el futuro… y ese lugar del mundo, para nosotros, es Talayuela.
Después de la infancia y de la adolescencia apenas tuvimos tiempo para nada mas, todo fue girar en torno a lo que ya habíamos soñado y aprendimos a convivir con la rutina que nos impedía volver a creer en nuevos sueños. Lo que entonces solo eran cuatro piedras que saltábamos sin peligro, comenzaron hacerse muros insalvables. Nuestros pasos, por los caminos de la vida, comenzaron a ser más lentos, más pensados, mas pesados, y solo alguna vez, se volvían tan ágiles y ligeros como en la niñez y la adolescencia.
Pocas veces, y muy de tarde en tarde, venimos a comprender las palabras que nos dejó escritas Séneca: aquel que tú crees que ha muerto no ha hecho mas que adelantarse en el camino. Es entonces cuando volvemos a dar alcance al niño que creíamos que había desaparecido para siempre de nuestro lado, le volvemos a mirar con los ojos vidriosos, y, venimos a comprender que, gracias a que un día en nuestra niñez y adolescencia soñamos, hoy podemos continuar viviendo.