domingo, 30 de enero de 2011

Jueves Santo en Talayuela, nueve y media en el reloj de la torre de la Plaza Real, sones de banda anuncian la salida del Paso, los nazarenos se colocan los capuchones en la cabeza, se ordenan las filas, los turistas se empinan sobre sus pies para ver mejor. Y, en la puerta de la parroquia de San Martín, aparece el Nazareno, eternamente con su cruz a cuestas, mecido por los esfuerzos de los hombros que lo portan y hay sones de banda en el aire y silencio contenido de emoción en el corazón de todos. Sale el Nazareno para que le miremos este día de Jueves Santo; mejor acaso, para que él nos mire a nosotros, mientras le procesionamos por las calles de Talayuela. Sale el Nazareno vestido en morado y oro, pies descalzos, andando su eterno vía crucis, espalda encorvada por el peso de la Cruz y su mirada. La mirada que a veces le tapa una gota de sangre de su corona de espinas. El morado de sus ojeras hace más profunda e intensa su mirada.Jueves Santo, nueve y media...

CAMINO DE LA HIGUERA LOCA ( II )

A la mitad de andar esta calle de Felipe Bravo, girando a la derecha, nos encontramos con el centro médico actual. Antes estaban ahí las escuelas, donde se nos abría la mente con aquella cartilla de rayas, enciclopedia Álvarez después, compendio y resumen de todo lo que se necesitaba saber. Allí se practicaba eso de “la letra con sangre entra”, no recuerdo que fechoría haría yo, pero allí se me dio la mayor paliza de mi vida por un maestro y me comí aquellos dolores en silencio, pues si lo hubiera dicho en mi casa me habrían pegado otra mis padres. Allí fuimos castigados sin comer, solos en el aula, con la puerta cerrada con llave, junto con Marciano, y su madre, Rosa o Rosina, nos introducía migas de pan por la estrecha tela metálica de la ventana que caían en nuestras bocas abiertas como gorriones hambrientos.


Salimos de las escuelas y entramos en calles amplias, con casas y corrales amplios también, y blancas de cal las paredes. Es el grupo de casas que hizo Cesáreo Encabo y, en cada una de ellas, de las primeras familias que las habitaron entonces, se guardan murmullos del modo de ser de Talayuela. Pasear ese barrio es volver a la patria de la infancia de la que fuimos exiliados por los años y traer, otra vez, a vivir en la memoria a personas y familias enteras que amaron, vivieron, dieron vida a Talayuela y, ellas mismas, fueron Talayuela. Cada familia de aquel grupo de casas daría para escribir folios y más folio de nuestra historia de hijos de Talayuela. Hijos de Talayuela, pero, sobre todo, de madres de Talayuela.


Recuerdo clarísimamente la primera vez que fui y en qué compañía entré en aquella casa. Recuerdo perfectamente el motivo que nos llevó allí y las primeras palabras que escuché en ella. Aquella fue solo la primera vez de las muchas veces que cruce el umbral de aquella casa ya sin llamar, sin pedir permiso para entrar, ni para sentarme, ni para comer, ni siquiera, para dormir la siesta. Aquella casa se convirtió en “mi otra casa”.


A aquella casa entre por primera vez con mi madre, ni quiera sé la edad que yo tenía; iba mi madre, y yo de su mano, a casa de Vicente y Emiliana, porque su hijo mayor, Vicente, también se llama, a su vez el ahijado de mi madre, había entrado en Quinta y, en el sorteo de Quintos, le había tocado ir al servicio militar a Ceuta o Melilla, que no lo recuerdo bien. No sé más de la conversación que mantuvieron allí los mayores, pero si recuerdo que mi madre quería dar palabras de ánimo por irse su ahijado tan lejos a cumplir el servicio militar. Vicente, su padre, dijo: ¡comadre, me dicen Estrecho y mi hijo debía cruzar el Estrecho! Y mi madre, mientras saboreaba el café que la había puesto Emiliana, asintió: ¡así tenia que ser compadre! Y ya no recuerdo más de aquella visita.


Conocí y trate más a Emiliana que a Vicente. Conocí a ella, que era de carácter amable, servicial y familiar. Muchas cosas se podría decir de Emiliana pero, desde que la conocí más, admire su sentido de la familiaridad. Nadie se sentía extraño en su presencia y en su casa. Se compartía lo que hubiera encima la mesa o pedía que se sacara lo que sabia que te gustaba. Creaba, con su palabra o su silencio, un ambiente de tranquilidad y sosiego. Hay presencias que lo llenan todo y no somos capaces de acostumbrarnos a sus ausencias.


La vida se la llevó casi sin avisar, como suele pasar con las cosas importantes, se van sin darnos cuenta que se marchan cuando los estamos viviendo. Es como estar viendo una presencia, pestañear y encontrar ya, el vació mas absoluto en la mirada.. Como encontrar en un sitio con los primeros ojos, un sitio donde asir la larga soledad con los primeros ojos, sin gastar las primeras miradas. Mario Benedetti.


Después, de aquella primera visita a la casa de Emiliana y Vicente, con mi madre, ya todo fue comprobar que, si el amor nace con los días contados, la amistad nace con todo el tiempo del mundo por delante. Después ya fue comprobar que si no podemos hacer mas larga nuestra vida, ¡tampoco nos interesa tanto! si la podemos hacer mas profunda, mas amplia, y para eso cuentan mucho los amigos y esos amigos hacen a la mía mas honda.
TALAYUELA: PINOS, CAMPOS
Y LOS TOROS POR SAN MARCOS.

domingo, 23 de enero de 2011

“…Por aquí pasaban. Este sol les amanecía. Buscaban esta Yerba. Todos los años por San Miguel para no perderse la otoñada, se acercaban lentos, se les oía venir en una ruidosa marabunta de balidos y polvareda. Abrían camino los cencerros de los carneros. Recuas, pastores, ladridos de los careas, tintineos de esquilas en los recentales, rabadanes, silbidos, zagales, zagalas. Canciones. Esta campiña resucitaba con su anual venida mientras la sierra de ahí enfrente quedaba sola y oscura. Aquí invernaban… Venían, vivían. Aquí sufrían, por aquí se amaban…y su sangre corre por nuestras venas…”

CAMINO DE LA HIGUERA LOCA ( I )

Desde esta Plaza Real de Talayuela, amigo caminante, vamos a hacer ahora el camino que dicen de la Higuera Loca. Nunca sabré por qué se le dio ese nombre a aquellos retoños de higuera que allí nacieron, al iniciarse propiamente el camino, pero sin duda, el que se la diera el nombre de Higuera Loca, alimentaba la imaginación infantil. Nuestra patria es la infancia, decimos ahora que somos mayores, y ciertamente, en ese camino, hay muchos recuerdos de nuestra infancia, de nuestra patria de la que ya salimos exiliados, por la edad.


Ahora salgamos de esta Plaza Real cruzándola, rodeando ese simulacro de fuente que allí existe, con césped artificial, y cruzamos la calle Cardenal Cisneros. Al inicio de esta calle vive Librado Gómez. Librado es hijo de los posaderos Damián y Pilar, y otros hermanos más. Esta familia entre primos hermanos y primos segundos, están emparentados con todas las familias que antaño habitaban esta aldea, allá por los años cincuenta y sesenta. Hizo Librado su propia familia con Chon y, también, criaron hijos. Era Librado ni alto ni bajo, más delgado que gordo, con chispa en el decir y en la conversación, con garbo en el andar, cubriéndose con sombrero su cabeza, vaquero de profesión, talayuelano hasta la médula, con sabor a vino sus palabras, hombre de su casa, de su trabajo y, también, de pandillas de amigos dominicales que recorrían todas las tabernas que había antaño, en esa tarea de no retirarse hasta que todos hubieran pagado una ronda, hombre de ley y de palabra dada que valía mas que cualquier documento escrito. El, y otros como él, ahora son la memoria viva de lo que fue Talayuela. El paso del tiempo le fue arrancando, como arrancamos las hojas del calendario, casi sin darnos cuenta, a muchos seres querido y, ahora, la edad, el tiempo, se le está llevando a él mismo. Seguro que con el poeta piensa, Librado, al ver su cuerpo deteriorado por la edad y en recuerdo a la persona que mas amó y con quien creo su propia familia: ...Venas que humor a tanto fuego han dado, Medulas que han gloriosamente ardido: Su cuerpo dejará no su cuidado. Serán ceniza, mas tendrá sentido. Polvo será, más polvo enamorado... Quevedo.


Los hijos de esta familia han sido un buen regalo para nosotros; ha sido un seducción que la vida nos ha regalado antes de exiliarnos de la patria de la infancia y se perpetua mas allá de los años, creando vínculos tan fuertes que ya superan la lazos propios de la amistad. No han sido personas que están de paso por una etapa concreta de la propia vida si no que han sido capaces de dejar palabras, presencias, acciones, compañías, que han quedado impresas en el alma para siempre. Ese tipo de amistad no es el que siempre nos dice lo que deseamos escuchar, si no que sabe decir lo que no nos gusta de la manera mas pacifica para no lastimarnos más y no permite que una lágrima nuestra caiga al suelo sin pasar antes por su hombro y prestar su pañuelo para enjugarla. José Martí, poeta cubano, lo expresó mejor que estas palabras con sus propios versos: ...tiene el leopardo su abrigo, en el monte seco y pardo: yo tengo más que el leopardo, porque tengo un buen amigo...


Andemos amigos, dejemos el corazón y vayamos a los asuntos, y el asunto es llegar para andarle, el camino que llamamos de la Higuera Loca. Pasaremos un breve trecho, por la carretera que va de Navalmoral a Jarandilla y giraremos a la izquierda por la calle que llaman Felipe Bravo, Alcalde. Es una calle corta como es la vida siempre que se mira desde la atalaya de los muchos años ya vividos. Con este Alcalde vivíamos en la misma calle que ahora llaman de Doctor Marañón, con su mujer Consuelo y sus hijos Flavio y Paula, en aquellos años en que la calle era el salón de estar de todos los vecinos, en las noches de verano. Cada familia tenía los hijos que “Dios quisiera”, no eran tiempos aquellos de planificación de nada. Allí crecimos en la calle como en casa propia, amparados bajo la vigilancia y la responsabilidad de todos los vecinos. Recuerdo a Felipe Bravo montado en su caballo, cuando al atardecer llegaba a la puerta de su casa, de su finca deAl Soto. Un sombrero le cubría su cabeza y una bondad le envolvía todo su cuerpo. Alguna vez nos llevaba a recoger el heno, a un prao que tenían por la Caseta de Tío Rufo, a todos los muchachos de la calle. Eran tarde de calor y de risas infantiles. Tardes de beber agua en barril para sofocar el calor y de merendillas de pan y morcilla que detectábamos entonces y que, ahora, nos parecen un manjar. Eran tardes de picores de polvo del heno que se metía entre la ropa y eran noches de leyendas sentados en las lanchas de las puertas escuchando los relatos de los mayores. Eran noches de pandillas de amigos reunidos para “matar gatos”, o juegos de cinto corrido, o de “la madre”o a policías y ladrones, sin ser consciente ni de lo uno ni de lo otro...Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive...Aquel que no encontró nada bueno en los lugares donde vivió, no podrá encontrar nada bueno en los lugares en los que vive ahora...Proverbio chino. Quien no encontró amigos en la patria de la infancia no será capaz de encontrarlos en la edad en que viva ahora.
TALAYUELA: PINOS, CAMPOS
Y LOS TOROS POR SAN MARCOS.

domingo, 16 de enero de 2011

EL TORO DE AGOSTO EN TALAYUELA

Escuchó, con una sonrisita aniquiladora flotándole por los labios, que las langostas en
particular, y los crustáceos en general son zambullidos vivos en el agua hirviente donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan.


Y, sin darle tiempo a replicar, añadí que probablemente el cangrejo, que otro de los
comensales de nuestra mesa degustaba feliz, había sido primero mutilado de una de sus
pinzas y devuelto al mar para que la sobrante le creciera elefantiásicamente y de este modo aplacara mejor el apetito de los aficionados a semejante manjar....


Jugándose la vida -porque los ojos de la dama en cuestión a estas alturas delataban
intenciones homicidas- añadí unos cuantos ejemplos más de los indescriptibles suplicios a que son sometidos infinidad de animales terrestres, aéreos, fluviales y marítimos para satisfacer las fantasías golosas, indumentarias o frívolas de los seres humanos...


Y rematé preguntándole si ella, consecuente con sus principios, estaría dispuesta a votar a favor de una ley que prohibiera para siempre la caza, la pesca y toda forma de utilización del reino animal que implicara sufrimiento. Es decir, a bregar por una humanidad vegetariana, frutariana y clorofílica....


Es su derecho, por supuesto. Y lo es, también, el de hacer todas las campañas habidas y por haber para convencer a la gente de que desista de asistir a las corridas de modo que estas, por ausentismo, vayan languideciendo hasta desaparecer. Podría ocurrir....


Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras,
negarse a ver a cara descubierta aquella verdad que es inseparable de la condición humana: que la muerte ronda a la vida y termina siempre por derrotarla. Que, en nuestra condición, ambas están siempre enfrascadas en una lucha permanente y que la crueldad -lo que los creyentes llaman el pecado o el mal- forma parte de ella, pero que, aún así, la vida es y puede ser hermosa, creativa, intensa y trascendente...


Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010
El País de España, domingo 2 de mayo de 2010

sábado, 15 de enero de 2011

CAMINO DE LA ANDONERA ( y IV )

Caía la tarde por el camino de regreso de la Andonera, llevaba los refajos blancos manchados de sangre y el cuerpo cansino. Aquella noche se acostó pronto y el sueño no acudió a liberarla de las imágenes de aquel gitano que se resistían a abandonar su mente.


“Llevo una venda en los ojos, como pinta a la fe; no hay dolor como esta gloria de estar queriendo sin ver...” sonaba aquella copla en su cabeza, una y otra vez, mientras hacía las mismos trabajos de todos los días. Aquello no era vivir, se decía a sí misma; siempre sobreviviendo y alimentándose de aquellos recuerdos que, como alfileres de cristal, clavados en los ojos, estaban presentes noche y día.


Con aquella desgana en las tareas de la casa se fue una tarde, ya entre dos luces, a por un cántaro de agua al Pilón de abajo. Allí estaba, cuando vio llegar unos mulos que venían a beber, y un olor a clavel la llegó hasta las entrañas. Le vio acercarse andando tras un mulo y ya se abandono a las embrujadas horas del anochecer. El cántaro roto, incapaz de contener el agua que había ido a buscar, la hizo volver más ligera por el camino de regreso a su casa.


Perdió el sueño. Perdió el hambre. Perdió la tranquilidad y ella misma se perdió para siempre. Incapaz de gobernarse se abandonó del todo a su sino que no era otro que tener presente al gitano en su mente por lo imposible que era tenerle de otra manera. No podía ser de ninguna de las maneras y además resultaba imposible del todo una convivencia con él. Las noches de luna llena corría por el Malagón incapaz de mantenerse quieta en su cama. La luna, hacia del Fresno el lugar mas seguro, allí se sentía acariciada por su ramas verdes; allí la envolvía el olor a mastranzo y a juncia, a hierba verde y a agua que corría por un reguero cercano. Aquellos aromas frescos tranquilizaban su mente y le hacían olvidarse del olor a clavel que la llenaba. Por olvidarse de ese olor había echo desaparecer todas las macetas de la puerta de su casa con las que rompía el blanco de la cal de las paredes con el rojo clavel y el verde de sus tallos.


Aquella manera de vivir ya era imposible a todas luces. Decidió subir a los Barrios Altos por si encontraba al gitano hacer lo imposible para estar con él. Bajó por una calle y subió por otra, mientras el calor del sol la paralizaba los pulsos. Sintió la sed en la boca, mientras la lengua trataba de humedecer los labios secos. Caía la tarde y cansada de andar de acá para allá se marchaba a su casa y al doblar la esquina se encontró, sentado a la puerta de su casa, en silla de enea, al gitano. Junto a su silla, una gitana se echaba aire con un cartón y unos cuantos niños jugaban cerca de ellos. Se miraron. El gitano quiso levantarse y la mano de la que se encontraba a su lado le sujetó fuertemente. Todo quedó como suspendido en el aire por unos instantes y, al volver en sí, ella continuó el camino hacia su casa. “No tienes que darme cuenta, a ciegas yo te he querido, quien va por el mundo a tientas, lleva los rumbos perdidos...” aquella copla vino a su mente y se repetía cansinamente durante el camino.


Aquella noche, la luna llena extendía su color de plata sobre el Malagón y hacia que del Fresno salieran como resplandores verdes de sus hojas. Un ramo de claveles, que había cortado de las macetas de las puertas de las vecinas, la embriagaba con su olor hasta casi perder el sentido. Llego al Fresno del Malagón, subió a una de sus ramas, se ató una soga al cuello, mientras que la otra punta la sujetó a una rama, y se dejo caer al vacío. Sus pies, a un palmo del suelo, se balancearon sobre la soga que la sujetaba al árbol, mientras de sus manos, ya casi sin fuerzas, cayó el ramo de claveles, que la habían embriagado con su aroma hasta perder la mente.
EN TALAYUELA PINOS, CAMPOS
Y LOS TOROS POR SAN MARCOS

sábado, 8 de enero de 2011

YO TAMBIEN LLORE EN AUTWITCH, ANTE LA

PERVERSIDAD DEL SER HUMANO

CAMINO DE LA ANDONERA ( III )

Casi enfrente del Romeral, se encontraba la cerámica de Rodrigo Vizcaíno. Siempre que paso por allí me acuerdo del día 15 de Mayo, San Isidro. Isidro se llamaba el encargado, Isidro era un compañero de trabajo y el día de este santo éramos convidados por los dos, mientras un alambre cortaba y cortaba las tejas que nosotros colocábamos en una carretilla plana y poníamos a que el sol las secara, antes de llevarlas al horno. Allí, en una disputa de primos, y un ladrillo mal tirado, cocido ya, quedó cojo para siempre Salvador.


Ahora, antes de subir el Cerro Cañaíllas, han cortado el camino y lo han desviado hacia la derecha y va a juntarse con la carretera de El Baldío. Pero antes no era así; el camino pasaba con suavidad la cuesta del Cerro Cañaíllas y se llegaba a la Andonera. Ahora cercado el camino, unos charcones artificiales que se hicieron para contener el agua necesaria para regar el tabaco que allí se plantaba, impiden el paso al lugar donde estaba la Andonera, que también hicieron desaparecer. Desaparecieron el agua encauzada a un rectángulo de cemento, con lavaderos del mismo material, que la estancaba para lavar la ropa; desaparecieron las retamas en la que se tendía la ropa al sol; desaparecieron los espacios en los que nos comíamos la merendilla de pan y queso. Solo la fuente, casi hundida en su desnivel, continua viva y con agua fresca, en todo aquel espacio ahora ya peligroso por los grandes charcones.


Los talayuelanos tenemos algo no terminado por aquel espacio en el que se empeñaron en hacer una ermita que se reinició tres veces y otras tres quedaron sin terminar. Allí están las paredes de lo que pudo haber sido y no fue, como mudo testigo de una gestión no bien empezada y, al parecer ahora ya si, puede ser bien acabada. Por los aledaños de esa ermita sitúa la tradición el cobijo y el consuelo, que dio la Virgen a tres niños de Talayuela, en una noche de invierno lluviosa.

Mas arriba de donde esta la Andonera se encuentra la fuente de la que mana el agua con la que antaño se llenaba el estanque de cemento donde se lavaba la ropa. A aquella fuente se iba a comerse el pan con queso, que aborrecíamos entonces, de la merendilla. Después, nuestras madres, recogían la ropa que olía a jabón y agua de la fuente, y antes de caer el sol, se volvía a Talayuela, de cuyas chimeneas ya salía el humo con olor a leña de encina o cañazos, de la lumbre que se hacia dentro para preparar la cena.

Se había levantado muy temprano esa mañana. Como casi todas las semanas, comenzó a andar el camino de la andonera, para lavar la ropa de su familia. Al llegar, el aroma de la hierba verde que regaba el agua de la fuente, la saludo con su olor a menta y mastranzo. Siempre había desarrollo ese sentido, se había dejado guiar por él en situaciones de dificultad y había sobrevivido. Lo vio venir por el camino de la fuente hacia la Andonera...con un clavel grana sangrando en la boca...sintió que se estremecía ante la presencia de aquel gitano que hablaba con ella. Nadie mas había lavando en la Andonera y sus manos nerviosas restregaba, una y otra vez la ropa, intentando no mirar a los ojos verdes que la miraban. Aquel hombre trasminaba un olor que se metía dentro de ella como embriagándola. Ahora mismo, si dejara de lavar, pensaba ella, rodaría mi cuerpo en la tierra por la flaqueza de mis piernas para sostenerme. Respirar aquel aire con olor a clavel que llegaba a su nariz, pasando por el cuerpo del gitano, la llegaba hasta el ultimo pliegue de su ser.
CINCUENTA AÑOS DE LA FERIA DE SAN MARCOS EN TALAYUELA

sábado, 1 de enero de 2011

PASEAR LA MIRADA POR LAS CALLES Y PLAZAS DE TALAYUELA.

CAMINO DE LA ANDONERA (II )


Mas abajo vive Teresa, a quien llamamos la Calixta, por llamarse así su marido. Su casa es la Cáritas mejor organizada de toda la Diócesis. Oírla contar su historia, en las noches de verano, sentados en la Plaza Mayor, es reafirmarse en que la realidad supera siempre la ficción. Es una mujer con una intensa vida a cuestas y con reaños suficientes para llevarla y hacerla mas fácil a los que tiene alrededor. Al final de la calle está la casa de La Parra, que habitaba Juana, la Vaquera y su familia. El parral delante de la casa, los poyos de piedra en la puerta de la entrada, era el lugar perfecto para sentarse en las noches de verano y recoger el fresco que venía del Malagón. En esta casa, por parecerme, el lugar perfecto, situé la vivienda del Bandido Maragato, cuando escribí las Cinco Imposibles Leyendas: “la vida es como una leyenda, no importa que sea larga sino que esté bien narrada...” decía Séneca. Desde una vista aérea tiene esta calle forma de uve; uve de victoria, de vino, de vaquero, de violín, de venidero.


Al finalizar la calle entramos propiamente en el camino de la Andonera, dejamos a la derecha el Malagón, también llamado Huerto del Curato, con su solitario Fresno. En la guerra de Sucesión, en la que tomaba parte el Reino de Portugal, después de la batalla en el arenal de los muertos, diezma el Concejo de Talayuela y ...dejando el corto numero de doce o quince vecinos... y el peligro de despoblamiento por el continuo ir y venir de los ejércitos y su avituallamiento. La deuda del arbitrio de arriendo al rey, la deuda con la Catedral de Plasencia, con la parroquia de Cuacos, las deudas de los propios vecinos hacen urgente una reunión de los doce o quince vecinos para hablar de futuro de Talayuela. Se hace reunión en el Ayuntamiento y deciden no encontrar más salida, antes de abandonar el pueblo a su destino de despoblamiento, que pedir un préstamo al Convento de San Vicente, hoy Parador, de Plasencia, avalado por las propias posesiones de casas y huertos. Gabriel Ballestero es los pocos vecinos que quedaban y avala el prestamos con ...su casa que está en la plaza, cercados que se encuentran en la barreda, el Malagón, el huerto de Alvara, que linda con la Hondonera...” Así que, mirar el Malagón, es mirar lo que nos evitó, en un tiempo, de ser despoblado y, tal vez, no volver a poblarse.

Si el nombre que se ponen a las calles de Talayuela es para recordar a personas que hicieron algo por la sociedad, alguna calle deberían llevar los nombres de estos hombres que impidieron que se despoblara Talayuela y lucharon por sacarla adelante.


Continuando en camino, a la derecha, se encuentra el Corral del Concejo, felizmente restaurado por el Ayuntamiento, esperando que uso se le pueda dar y, tal vez, no sea otro que la sola ornamentación.


El camino de tierra continúa bordeando el Huerto Curato a la derecha, mientras a la izquierda salen dos caminos más; el primero de ellos casi termina en el camino de Casatejada y el segundo de ellos es el camino de los Carneros.

Continuando el camino, amigo caminante, podemos descansar, si acaso existe cansancio, en el Romeral. No es otra cosa este nombre que una residencia de ancianos que se ha construido últimamente. Los padres son siempre un don para los hijos que viven. Aún mayores y sentados en el sofá de la casa, o en las residencias especializadas, existe la posibilidad de acariciarles, tocarles, mirarles, sentirles o enfadarse por todo el tiempo que exigen. Tiempo vendrá para los hijos, por ser ley de vida, que no se podrá practicar con ellos esas acciones anteriores y, entonces, la vida será más difícil para los hijos. No solo nos habremos quedado sin ese espacio para sentir la ternura que dan los muchos años, sino que se habrá perdido mucho de nuestra propia historia con ellos y de nuestra memoria colectiva. Ellos, tal vez, solo estarán sentados en el sofá de casa, dando cortos paseos, metidos dentro de sí mismo y haciendo suyas las palabras del poeta: ...A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para estar conmigo, me bastan mis pensamientos...No se que tiene la aldea, donde vivo y donde muero, que con venir de mí mismo, no puedo venir mas lejos... (Góngora) Alguna vez se desubicaran, querrán volver a su casa, pues recuerdan lo mas lejano y no lo más cercano, pero en algún momento en que su mente se coloque como un mecano, acertaran a notar y a reconocer la mano que les cuida y darán las gracias por haber creado y criado a tan buenos hijos. Alguna vez, cuando la mente se serene y se coloque, darán gracias a los cercanos que les cuidan, mientras se les humedecen los ojos y les tiemblan las manos...extremeños de centeno, gallegos de lluvia y calma...Miguel Hernández.
EN TALAYUELA PINOS, CAMPOS
Y LOS TOROS POR SAN MARCOS