sábado, 8 de enero de 2011

CAMINO DE LA ANDONERA ( III )

Casi enfrente del Romeral, se encontraba la cerámica de Rodrigo Vizcaíno. Siempre que paso por allí me acuerdo del día 15 de Mayo, San Isidro. Isidro se llamaba el encargado, Isidro era un compañero de trabajo y el día de este santo éramos convidados por los dos, mientras un alambre cortaba y cortaba las tejas que nosotros colocábamos en una carretilla plana y poníamos a que el sol las secara, antes de llevarlas al horno. Allí, en una disputa de primos, y un ladrillo mal tirado, cocido ya, quedó cojo para siempre Salvador.


Ahora, antes de subir el Cerro Cañaíllas, han cortado el camino y lo han desviado hacia la derecha y va a juntarse con la carretera de El Baldío. Pero antes no era así; el camino pasaba con suavidad la cuesta del Cerro Cañaíllas y se llegaba a la Andonera. Ahora cercado el camino, unos charcones artificiales que se hicieron para contener el agua necesaria para regar el tabaco que allí se plantaba, impiden el paso al lugar donde estaba la Andonera, que también hicieron desaparecer. Desaparecieron el agua encauzada a un rectángulo de cemento, con lavaderos del mismo material, que la estancaba para lavar la ropa; desaparecieron las retamas en la que se tendía la ropa al sol; desaparecieron los espacios en los que nos comíamos la merendilla de pan y queso. Solo la fuente, casi hundida en su desnivel, continua viva y con agua fresca, en todo aquel espacio ahora ya peligroso por los grandes charcones.


Los talayuelanos tenemos algo no terminado por aquel espacio en el que se empeñaron en hacer una ermita que se reinició tres veces y otras tres quedaron sin terminar. Allí están las paredes de lo que pudo haber sido y no fue, como mudo testigo de una gestión no bien empezada y, al parecer ahora ya si, puede ser bien acabada. Por los aledaños de esa ermita sitúa la tradición el cobijo y el consuelo, que dio la Virgen a tres niños de Talayuela, en una noche de invierno lluviosa.

Mas arriba de donde esta la Andonera se encuentra la fuente de la que mana el agua con la que antaño se llenaba el estanque de cemento donde se lavaba la ropa. A aquella fuente se iba a comerse el pan con queso, que aborrecíamos entonces, de la merendilla. Después, nuestras madres, recogían la ropa que olía a jabón y agua de la fuente, y antes de caer el sol, se volvía a Talayuela, de cuyas chimeneas ya salía el humo con olor a leña de encina o cañazos, de la lumbre que se hacia dentro para preparar la cena.

Se había levantado muy temprano esa mañana. Como casi todas las semanas, comenzó a andar el camino de la andonera, para lavar la ropa de su familia. Al llegar, el aroma de la hierba verde que regaba el agua de la fuente, la saludo con su olor a menta y mastranzo. Siempre había desarrollo ese sentido, se había dejado guiar por él en situaciones de dificultad y había sobrevivido. Lo vio venir por el camino de la fuente hacia la Andonera...con un clavel grana sangrando en la boca...sintió que se estremecía ante la presencia de aquel gitano que hablaba con ella. Nadie mas había lavando en la Andonera y sus manos nerviosas restregaba, una y otra vez la ropa, intentando no mirar a los ojos verdes que la miraban. Aquel hombre trasminaba un olor que se metía dentro de ella como embriagándola. Ahora mismo, si dejara de lavar, pensaba ella, rodaría mi cuerpo en la tierra por la flaqueza de mis piernas para sostenerme. Respirar aquel aire con olor a clavel que llegaba a su nariz, pasando por el cuerpo del gitano, la llegaba hasta el ultimo pliegue de su ser.
CINCUENTA AÑOS DE LA FERIA DE SAN MARCOS EN TALAYUELA

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