sábado, 15 de enero de 2011

CAMINO DE LA ANDONERA ( y IV )

Caía la tarde por el camino de regreso de la Andonera, llevaba los refajos blancos manchados de sangre y el cuerpo cansino. Aquella noche se acostó pronto y el sueño no acudió a liberarla de las imágenes de aquel gitano que se resistían a abandonar su mente.


“Llevo una venda en los ojos, como pinta a la fe; no hay dolor como esta gloria de estar queriendo sin ver...” sonaba aquella copla en su cabeza, una y otra vez, mientras hacía las mismos trabajos de todos los días. Aquello no era vivir, se decía a sí misma; siempre sobreviviendo y alimentándose de aquellos recuerdos que, como alfileres de cristal, clavados en los ojos, estaban presentes noche y día.


Con aquella desgana en las tareas de la casa se fue una tarde, ya entre dos luces, a por un cántaro de agua al Pilón de abajo. Allí estaba, cuando vio llegar unos mulos que venían a beber, y un olor a clavel la llegó hasta las entrañas. Le vio acercarse andando tras un mulo y ya se abandono a las embrujadas horas del anochecer. El cántaro roto, incapaz de contener el agua que había ido a buscar, la hizo volver más ligera por el camino de regreso a su casa.


Perdió el sueño. Perdió el hambre. Perdió la tranquilidad y ella misma se perdió para siempre. Incapaz de gobernarse se abandonó del todo a su sino que no era otro que tener presente al gitano en su mente por lo imposible que era tenerle de otra manera. No podía ser de ninguna de las maneras y además resultaba imposible del todo una convivencia con él. Las noches de luna llena corría por el Malagón incapaz de mantenerse quieta en su cama. La luna, hacia del Fresno el lugar mas seguro, allí se sentía acariciada por su ramas verdes; allí la envolvía el olor a mastranzo y a juncia, a hierba verde y a agua que corría por un reguero cercano. Aquellos aromas frescos tranquilizaban su mente y le hacían olvidarse del olor a clavel que la llenaba. Por olvidarse de ese olor había echo desaparecer todas las macetas de la puerta de su casa con las que rompía el blanco de la cal de las paredes con el rojo clavel y el verde de sus tallos.


Aquella manera de vivir ya era imposible a todas luces. Decidió subir a los Barrios Altos por si encontraba al gitano hacer lo imposible para estar con él. Bajó por una calle y subió por otra, mientras el calor del sol la paralizaba los pulsos. Sintió la sed en la boca, mientras la lengua trataba de humedecer los labios secos. Caía la tarde y cansada de andar de acá para allá se marchaba a su casa y al doblar la esquina se encontró, sentado a la puerta de su casa, en silla de enea, al gitano. Junto a su silla, una gitana se echaba aire con un cartón y unos cuantos niños jugaban cerca de ellos. Se miraron. El gitano quiso levantarse y la mano de la que se encontraba a su lado le sujetó fuertemente. Todo quedó como suspendido en el aire por unos instantes y, al volver en sí, ella continuó el camino hacia su casa. “No tienes que darme cuenta, a ciegas yo te he querido, quien va por el mundo a tientas, lleva los rumbos perdidos...” aquella copla vino a su mente y se repetía cansinamente durante el camino.


Aquella noche, la luna llena extendía su color de plata sobre el Malagón y hacia que del Fresno salieran como resplandores verdes de sus hojas. Un ramo de claveles, que había cortado de las macetas de las puertas de las vecinas, la embriagaba con su olor hasta casi perder el sentido. Llego al Fresno del Malagón, subió a una de sus ramas, se ató una soga al cuello, mientras que la otra punta la sujetó a una rama, y se dejo caer al vacío. Sus pies, a un palmo del suelo, se balancearon sobre la soga que la sujetaba al árbol, mientras de sus manos, ya casi sin fuerzas, cayó el ramo de claveles, que la habían embriagado con su aroma hasta perder la mente.
EN TALAYUELA PINOS, CAMPOS
Y LOS TOROS POR SAN MARCOS

3 comentarios:

  1. Soy de talayuela nacida y criada hasta los 15 años por lo tanto se mucho de talayuela sigo con mucho interés todo lo que escribes y veo que vas bastante acertado con las calle y las personas que has mencionado. Hace mucho años que falto y aunque voy muy a menudo no reconozco mi pueblo y en mis recuerdos sigo viendo mi Talayuela como yo la recuerdo de mi infancia, jugando por los arenales, la higuera loca que estaba camino de un tejar que yo creo que era de tía Domitila, también por la ondonera que yo siempre la llamaba así, y veo que tú la dices andonera.
    Un saludo de Carmen García

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  2. hola carmen.
    ya te he dicho que me interesan tus recuerdos y vivencias de talayuela. si quieres te puedo enviar mi corrreo personal y me los envias. Creo que el nombre real es Hondonera, por el hondon que hacia donde se lavaba la ropa, pero yo siempre escuche decir andonera...y he vuelto a usar ese nombre popular.

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  3. Hola Antonio, estaría encantada de compartir contigo todos mis recuerdos. Esta semana en concreto he estado en Talyuela, y por más que lo intento me cuesta mucho reconocerlo. Sigo al detalle todos tus comentarios en el blog. Saludos, Carmen García

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