domingo, 16 de enero de 2011

EL TORO DE AGOSTO EN TALAYUELA

Escuchó, con una sonrisita aniquiladora flotándole por los labios, que las langostas en
particular, y los crustáceos en general son zambullidos vivos en el agua hirviente donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan.


Y, sin darle tiempo a replicar, añadí que probablemente el cangrejo, que otro de los
comensales de nuestra mesa degustaba feliz, había sido primero mutilado de una de sus
pinzas y devuelto al mar para que la sobrante le creciera elefantiásicamente y de este modo aplacara mejor el apetito de los aficionados a semejante manjar....


Jugándose la vida -porque los ojos de la dama en cuestión a estas alturas delataban
intenciones homicidas- añadí unos cuantos ejemplos más de los indescriptibles suplicios a que son sometidos infinidad de animales terrestres, aéreos, fluviales y marítimos para satisfacer las fantasías golosas, indumentarias o frívolas de los seres humanos...


Y rematé preguntándole si ella, consecuente con sus principios, estaría dispuesta a votar a favor de una ley que prohibiera para siempre la caza, la pesca y toda forma de utilización del reino animal que implicara sufrimiento. Es decir, a bregar por una humanidad vegetariana, frutariana y clorofílica....


Es su derecho, por supuesto. Y lo es, también, el de hacer todas las campañas habidas y por haber para convencer a la gente de que desista de asistir a las corridas de modo que estas, por ausentismo, vayan languideciendo hasta desaparecer. Podría ocurrir....


Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras,
negarse a ver a cara descubierta aquella verdad que es inseparable de la condición humana: que la muerte ronda a la vida y termina siempre por derrotarla. Que, en nuestra condición, ambas están siempre enfrascadas en una lucha permanente y que la crueldad -lo que los creyentes llaman el pecado o el mal- forma parte de ella, pero que, aún así, la vida es y puede ser hermosa, creativa, intensa y trascendente...


Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010
El País de España, domingo 2 de mayo de 2010

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