sábado, 26 de marzo de 2011

CAMINO DE PLASENCIA ( III )

Y comenzamos a andar la calle de los Granados. No más de una longitud de 153 metros desde la esquina de la calle Cervantes a la esquina del bar de Paulino. Casas bajas, de adobes, pequeñas, encaladas y en otro tiempo con plantas de flores en la acera, o colgadas de las paredes, rompiendo el blanco de la cal, y que bien pudiera compararse con cualquiera de otras calles típicas que admiramos en otros pueblos. Ligeramente sinuosa y a la que van a dar las calles que de la acera izquierda bajan desde la carretera de Navalmoral Jarandilla. En esta calle, como dijo Felisina al ver los nombres de las lapidas del cementerio, mientras se enterraba a Emiliana Jardón: ...aquí esta enterrada la Talayuela que hemos conocido... haciendo mías estas palabras de Felisina Vizcaíno se puede decir también: en esta calle vivían muchas de las familias de la Talayuela que conocimos.


Pasear esta calle es querer abrirse a la presencia, cierto es que de una forma distinta, pero tan real como la presencia de los vivos, de todas aquellas personas que antaño poblaron estas casas de la calle Los Granados. Aparecerán ellas y el misterio de la vida que vivieron; aparecerán ligadas a momentos concretos de la vida de las personas que paseen esta calle; aparecerán en algún rincón de la memoria pero estoy seguro que aparecerán. Independientemente de la edad que tenga cada uno tiene su propia historia que esta formada por muchos rostros, por muchos nombres, por mucha magia que surge cuando se visita un lugar. Esta calle tiene magia y misterio, como todas las calles, pero, también, los ojos del paseante pueden ponerla en la mirada que echa sobre lo que ve. Julio Cortázar advertía: “Cuando abra la puerta y me asome a la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las casas ya sabidas, no el hotel de enfrente: la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire” Toda la historia vuelve a repetirse cuando la pensamos, la miramos, la recordamos. Las personas llevamos en el corazón todos los sueños posibles, aunque sean imposibles de cumplirse o se hayan cumplido solo parcialmente o continúen pegados las laderas del corazón con las antiguas canciones de su vida. Las canciones del folclore de Talayuela o de cualquier otro pueblo, las canciones que canta El Quejio Folk, las que se componen al calor de una tertulia con vino y que trasminan las esencias de la vida del ser humano; esas canciones ayudan al misterio que envuelve las calles de nuestro pueblo. No vivimos solo en casas y calles, habitamos un espacio donde se ha desarrollado la vida y toda vida es un misterio que nos envuelve.


Comencemos a andar y dejémonos de tanta palabra, aunque bien sabemos que sin la palabra no podremos explicar lo que vemos y sentimos. Ahora miremos estas calles y traigamos a la memoria a quien vivieron en ella y, con ellos, vivir nosotros un poco más. Andemos y hagamos el esfuerzo poético de creer “que tras una mosca puede haber un posible ángel”, tras la reja de una ventana los visillos ocultan los ojos de una joven enamorada, tras la persona con la que nos encontramos se esconde un nuevo mundo por descubrir y tras la ultima esquina de la calle que divisan nuestros ojos está el más bello paisaje jamás soñado.


Se comienza esta calle con unos secaderos de tabaco en el lado del Malagón. En otros tiempos, cuando el tabaco que se cultivaba era el negro, desde el mes de septiembre a finales de febrero te inundaba un intenso aroma a tabaco que salía de estos secaderos. Primero era el olor de tabaco recién cortado y después era el aroma del tabaco seco ya, cuando le humedecían las lluvias del invierno, y se podía deshojar y manillar. Cuadrillas de mujeres mañaneras llenaban los caminos hacías las fincas cercanas para deshojar el tabaco que se había colgado en los secaderos de las fincas cercanas a Talayuela: Cardenillo, La Cerquilla, El Soto, La Vega.... o, el tabaco que se había colgado en estos secaderos del pueblo ...Esta mañana muy tempranito salí del pueblo con el hatico. Y como entonces la aurora venía yo la recibía, cantando como un pajarillo...cantaba el famoso coro de Las Espigadoras y que refleja muy bien el sentir de las cuadrillas de mujeres por los caminos de Talayuela para deshojar el tabaco colgado en los secaderos de las fincas.


La primera calle que desemboca en la de Los Granados y por la derecha de la acera de esta, es la de Cervantes. Es una calle de casa de planta baja, encaladas, de tejas rojas sus tejados y con pendiente hacia la calle Los Granados No se a quien le permitirá la voluntad popular gobernar durante los próximos cuatro años pero a quien quiera que sea, los ciudadanos les deberíamos exigir que cuidaran nuestro pueblo, la limpieza de sus calles y la fachadas de las casas. Eso es lo primero que llama la atención al pasear por Talayuela, la tremenda suciedad que se percibe por todos lados, y se debe exigir solamente limpieza, sean quienes sean, los que vivan ahora en ellas.
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