jueves, 3 de noviembre de 2011

AURORA ALVÁREZ JIMÉNEZ

MUJERES PRENDIDAS EN EL AIRE DE TALAYUELA (III)

AURORA ALVÁREZ JIMENEZ

Cuando en Talayuela atardece se sientan las mujeres a la puerta de la calle buscando el frescor que llega de los Praos. Llevan el arte de la conversación en los labios y en sus manos una silla de enea para hacer un corro de conversaciones. El cielo tachonado de estrellas recoge aquel barrio de las “Casas Nuevas”. Desde allí se divisan mejor las estrellas que hacen guiños desde el cielo como si quisieran sentarse con las mujeres en su corro. A veces se ven estrellas fugaces que equivocan el rumbo que les marca el murmullo de sus conversaciones  y se pierden en la atmósfera fría en vez de llegar al corro de las mujeres Otras estrellas prenden las conversaciones de las mujeres con alfileres de cabeza de plata que brillan en medio del cielo azul de las noches de verano. Ese Barrio de las Casas Nuevas es la puerta de Talayuela por el Sur. Por el que se comienza a entrar en un mundo de edades ya pérdidas y de sueños originales que ellas nos hacen presente con solo su figura...tanta quietud recibo al contemplarte, y tanto gozo encuentro en tu presencia...

Aurora Álvarez Jiménez cuando mira al cielo tachonado de estrellas y ve un grupo de ellas que brillan más que las demás, piensa que son las sillas relucientes en las que se sientan tía Maria, Emiliana, Adela Teodoro, Trini y tío Paco... que les miran desde el cielo, añorando el tiempo que pasaron juntos mientras criaban a sus y los animados corros de verano a las puertas de sus casas...las estrellas son ojos de pestañas inquietas que se abren y se cierran continuamente...

Aurora Álvarez Jiménez nació el treinta de enero de mil novecientos veintidós y ahora le parece que todos esos días han sido solo un suspiro, como ese breve instante en que las estrellas se tocan levemente la punta de los dedos con la aurora del día y se despiden mutuamente. Le gusta, eso si, todo lo que ha creado a su alrededor y sus mejores recuerdos están ligados a su familia. Se llena de emoción cuando recuerda el nacimiento de sus hijos y de los que les nacieron de ellos: veintitrés nietos y veintidós biznietos. Recuerda como las Nochebuenas, por ser unas fiestas que le gustan, y por el jaleo que se montaba en su casa pues, por ser tantos, tenían que cenar por turnos...pasamos fácilmente de la risa al llanto pero terminamos llamándonos hermanos y todo eso alrededor de  la mesa del comedor...

Piensa en todo lo que ha trabajado y dice que ha merecido la pena los esfuerzos que hicieron su marido y ella, la alegría que les inundó cuando estrenaron la casa en este barrio, sus hijos pequeños a su alrededor...¡le echa tanto de menos!... que por tenerle mas cerca le lleva siempre en una medalla, con su retrato, colgada a su cuello, golpeando su corazón al andar, como si aún caminara a su lado protegiéndola...la que quiera que la quieran, con finura y calidad, busque un mozo de este pueblo, y lo bueno probara... ¿Estará sentado en aquella estrella que tanto me mira y parpadea?
¿Por qué nos dejamos perder la Hondonera, piensa ahora, aunque solo sirviera para que se recuerde todo los que se nos debe a las mujeres de mi generación? ¿Quién nos pagara los desvelos y ese camino andado con un cesto de ropa en la cabeza y un trozo de pan y de morcilla para comer?  Ahora han querido hacer allí una ermita dedicada a la Virgen, una mujer, pero no terminan de rematar; cuando ya aparece terminada se vuelve a abandonar: Dios nos libre de la dejadez y el abandono.

Le gusta pasear por el camino de la Higuera Loca. Siente que ese camino le transmite serenidad,  tranquilidad, y le hace comprender que ella es parte de este pueblo y de estos campos que trabajo con sus manos. Sabe que la lluvia y el sol la rejuvenecen siempre pero las estrellas le confían secretos antiguos y por la Vía Láctea de la memoria acude al encuentro de personas que la protegen desde arriba. 

1 comentario:

  1. Me estrujo la cabeza para intentar conocer a estas mujeres y sólo lo he conseguido con Benedicta...

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