viernes, 18 de junio de 2010

DICE UNA CANCION POLACA QUE LAS PERSONAS IGUAL QUE VIVIMOS TERMINAMOS MURIENDO...

Dice una canción polaca que las personas igual que vivimos terminamos muriendo. Vida y muerte son dos realidades pegadas a los poros de nuestra piel y que se van haciendo presentes a lo largo de cada uno de nuestros días. Cada madrugada, al despertarnos la luz que se posa sobre nuestros párpados sin apenas poder abrirlos, sabemos que es un día más que se nos regala para crecer. Crecer en estatura, quien esté en el tierno tiempo de poder hacerlo, y a todos se nos pide crecer hacia dentro, pues bien sabemos que ninguna persona podemos hacer la vida mas larga pero todos la podemos hacer mas honda, más profunda, más llena de serenidad, más llena de sentimientos que nos hagan siempre felices y fuertes.
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A medida que va pasando el día sentimos, también, que algo se va muriendo y ya no volverá a ser vivido ni con la misma alegría, ni con el mismo dolor; a veces, ya solo el recuerdo tratará de hacerlo presente en nuestra mente sin conseguir plenamente provocarnos la fuerza de su presencia. Vida y muerte posan sus alas ligeramente a nuestro lado cada día de nuestra vida e inclinan la brisa de sus alas a un lado o hacia otro. Al anochecer, hay veces, que queremos olvidar todo lo que nos ha traído el día como si nos hubieran dado un beso maldito sin saber, o tal vez sabiéndolo, que ya llevaremos para siempre pegado a nosotros su sabor y su olor y que nos servirá para saber reconocer y apartar de un manotazo, todos los que vengan con el mismo envoltorio.
Solo la sabiduría que dan los años nos hace ver que todo sucedió para nuestro bien. Aquello que no pudimos ver ni escudriñar cuando íbamos montados en la montaña rusa del acontecimiento que estábamos viviendo y que nos alzaba en un momento hasta las blancas nubes para hundirnos precipitadamente poco después en el negro abismo más absoluto sin comprender del todo aquella locura que vivíamos. Que todo lo que hemos vivido es bueno, bien por una cara o por otra, lo comprendamos ahora o, tal vez, solo podamos hacerlo mucho más tarde. El tiempo pondrá ante nosotros la capacidad de admirar lo positivo de todo lo que nos ha sucedido aunque entonces nos pareciera la oscuridad más negra.
Vida y muerte juntas y unidas para siempre a nosotros y, con anterioridad, en todo ese rocío de generaciones que ya fecundan nuestros campos y nuestros espíritus. Partidas de nuestro pueblo y de nuestro lado cuando ya tenían tal cúmulo de saberes, experiencias y bagaje que solo vivir los días que vivían eran puro regalo. En otros caso se nos hacia tan penosa la debilidad física, los sufrimientos llevados y la tristeza de su mirada perdida, que la muerte amiga nos ayudó a llevar su cuerpo a la tierra querida con la certeza de que su espíritu volaba por encima de nosotros ya por siempre joven y libre de sus ataduras dándonos fuerza. Un rocío de generaciones que pasó, nosotros que estamos pasando y otro oleaje de personas que vendrá después de nosotros a vivir su propia vida, madurar su espíritu que un día, quiera Dios que lejano, también volara por entre estas nubes que nos vigilan y, después, sus cuerpos irán a la tierra rodeada del frescor de los pinos.
Siempre recuerdo unas palabras leídas a Antonio Gala que decía que siempre que viajaba visitaba dos lugares: el mercado para ver que comen los vivos y el cementerio para ver como un pueblo trataba a sus muertos. Cinco cementerios ha tenido Talayuela, todos llenos de la tierra que cubrió los cuerpos de los que vivimos o queremos descansar en este pueblo.
El primer cementerio situado dentro de la misma iglesia según la costumbre y como refleja el Interrogatorio de la Real Audiencia de Cáceres, del año de 1791 se dice que … no hai en esta villa cementerio, ni necesidad de él mediante el corto numero de personas, la capacidad suficiente de la iglesia y no tener esta fondo de caudal para sufrir lo que podría costar, aún cuando hay lugar cómodo para poder hacerse….
El segundo cementerio situado en la pared exterior del lado del evangelio de la Iglesia que Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico, en el año de 1849 dice que tiene …en las inmediaciones – de la parroquia de San Martín- el cementerio construido en 1847…tiene 219 almas…
El tercero situado en lo que se llamaba el jardincillo y que es el espacio donde está situado el quiosco de Juanjo, frente al bar España, donde ahora juegan los niños y se sientan los mayores.
El cuarto cementerio situado en el lugar que hoy ocupan los jardines y el Hogar del Pensionista y que se inauguró a finales del año de 1 951. Era costumbre bendecir los Ramos en la ermita de este cementerio e ir después hacia la iglesia de San Martín, en procesión, en el domingo de Ramos.
El 28 de julio de 1 970 se bendijo el cementerio actual, que es el quinto que recoge los restos amorosos de todos los que, seguramente, alguna vez nos habremos cruzado con ellos por las calles de Talayuela. La primera persona enterrada en este cementerio fue doña Valentina López Sánchez, el día 1 de octubre de 1.970.
Las palabras del sabio de la Biblia siempre tienen permanente valor:

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:

Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir;
tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar y tiempo de dejar de abrazar;
tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de arrojar;
tiempo de romper y tiempo de coser;
tiempo de callar y tiempo de hablar;tiempo de amar y tiempo de aborrecer;
tiempo de guerra y tiempo de paz.

Eclesiástico 3, 1-8

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