jueves, 31 de diciembre de 2009

Algo nuevo comienza cuando todo se acaba

Algo nuevo comienza cuando todo se acaba. No se sabe muy bien qué celebramos más si lo que se acaba o lo que empieza. Aunque, a veces, esas dos puntas de la cuerda suelen ir juntas -se termina un año y comienza otro- nos agarramos con una mano a un cabo y la otra punta de la cuerda la sujetamos con la otra mano. Nos cuesta nadar a brazadas en el río nuevo de los días que empiezan.

El nerviosismo que nos invade al abrir un regalo es una muestra de la intranquilidad que nos produce lo nuevo, lo que no controlamos. Parece como si quisiéramos saber que hay en el lugar donde vamos a poner el pie en el siguiente paso que vamos a dar. Sobre qué vamos a pisar y qué seguridad nos va a ofrecer para dar el próximo paso.

Sin embargo no tenemos que falsear lo que pensamos que es nuevo, ni pensar que lo que vendrá será radicalmente distinto. Lo nuevo que esperamos siempre contiene parte de nuestro pasado y de lo mismo que vivimos mientras esperamos. Se nos pide vivir con la actitud del turista para transitar por los nuevos días que se comienzan.

José Luís García Martín en su libro dice que lo mejor de una ciudad no es nunca lo que vemos sino lo que imaginamos detrás de esa iglesia, al doblar una esquina, en aquel barrio más allá del río. Las ciudades más hermosas son como cualquier otra ciudad para el que vive en ellas.

El año que comenzamos será nuevo si nuestra actitud es nueva y no nos acostumbramos a nada de lo que nos rodea. Si nos atrevemos a pensar con ilusión que detrás de la esquina de cualquier calle de Talayuela, más allá de este o aquel barrio de nuestro pueblo, está lo que siempre hemos soñado. Si comprendemos que solo los amores de una noche no tienen sombras y que todos los demás son una buena mezcla de defectos y cualidades.

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