domingo, 3 de enero de 2010

Parece que Talayuela se duerme

Parece que Talayuela se duerme lánguidamente en una esquina de cualquiera de sus calles. Eso y no otra cosa se observa al pasearla; el caminante tiene la sensación de de estar en un pueblo que no parece sino que estuviera adormecido y le costara despertarse. Como un oso dormita en los meses de invierno consumiendo sus propias reservas, como un camello pervive en altas temperaturas gracias a la grasa almacenada en las jorobas, parece que Talayuela dormita lánguidamente.

Los tiempos difíciles lo son para todos, y estos lo son y muy duros además, pero no deben hacernos perder el norte y convertirnos en un conjunto de casas en las que sólo sobrevivimos. Un pueblo desparramado y sin carácter que se ofrece al turista sin querer conquistarle y en el que siempre está de paso quienes por aquí pasan. No enamoran los rincones antaño cuidados, las macetas en las ventanas y en las puertas encaladas. No se entretiene la vista para imaginar patios secretos, ni amplios zaguanes donde el frescor en las tardes de verano los llena de gentes, ni plazas nocturnas con bancos y plantas que se llenen de palabras contadas al calor de la memoria. Pasear algunas de sus calles es como pasear por cualquier otro lugar que nos es indiferente. Solo a determinadas horas hay espacios que se llenas de niños y adolescente que juegan y se enamoran, con en esa edad tan temprana en la que, incluso el amor, es un juego aun.

Calles de entradas y salidas en la que la vista apenas se entretiene con nada y en la que todo lo ve con solo asomarse a ella. Edificaciones con colores extraños a esta tierra, construcciones que se encuentran en cualquier parte, cordones de luz que de un poste a otro separan el cielo que antes recogían como un palio los tejados de las casas, el abandono de viviendas cerradas y la dejadez en sus fachadas amenaza con invadirlo todo.

Los alrededores de Talayuela si llaman a caminarlos, conservan aun el misterio de lo que existe más allá de ese recodo del camino. Se ve lo que se debería cuidar más pero tiene el olor de lo que aun no ha sido casi tocado. Se ve la sierra, la dehesa que se extiende bajo el cielo de un azul purísimo, y se ven, recortarse en el horizonte, las casas que forman este pueblo.

1 comentario:

  1. El abandono de un pueblo, es la soledad de sus gentes.

    http://elpeladero.files.wordpress.com/2007/07/soledad.jpg

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