jueves, 21 de enero de 2010

De la cara, los ojos, son...


De la cara, los ojos, son lo más expresivo. Todas las emociones posibles en el ser humano pueden ser expresadas por ellos. Reflejan, como solo ellos saben hacerlo, nuestro estado de ánimo, el mundo que subyace dentro de cada uno de nosotros, las emociones que se albergan en los mas intimo de nuestro ser. Quien se deje mirar a los ojos sabe que está abriendo una ventana por la que se puede observar su interior.

Las ciudades y los pueblos también tienen ojos a través de los cuales hay que saber mirar para descubrir sus rincones y su vida. Existen varios ojos para mirar Talayuela. Sin duda, uno de ellos, los ojos-arcos de la torre de la Iglesia de san Martín. - Se pusieron estas campanas a diez días de septiembre de mil quinientos setenta-, dice una inscripción en el campanario. Esa torre, con mirada vieja, que quiso ser y no pudo, - el segundo tramo de la torre es un añadido que nada tiene que ver con el primero- es el mejor mirador desde el cual, como buen atalayero, se puede otear lo que nos rodea.

Desde los arcos de la torre la mirada se vuelve azul al mirar el cielo que nos cobija. La serenidad celeste solo es rota por golondrinas que rompen el aire con sus rápidos vuelos, en esa hora del atardecer en la que solo Venus, la estrella vespertina, brilla en él. Azul de cielo y de agua en los ojos, pues agua es lo que lleva el Tietar, los arroyos, quebradas, y agua es lo que sale de las fuentes. Azul de agua y color de la vida que empieza y se desliza débil y timida como en un regato.

Mirada blanca en las casas encaladas de las calles. Casas y más casas que se unen a sí misma para formar las calles y plazuelas. Calles que conservan el recuerdo de pisadas anteriores, de murmullos, de presencias invisibles pero ciertas, voces nuevas y distintas. Mirada blanca en las paredes encaladas de las casas y blanca también, la recién estrenada adolescencia.

De color verde se vuelven los ojos de tanto mirar a la dehesa y ahora el campo de Golf. Kilómetros y kilómetros de encinas, pinares, tabaco… y tomillos esparcidos por el campo que aromatizan el aire en primavera. Verdes aún los sueños, apenas si ha podido diseñarse la vida, pero sueños que empujan a vivir.

Nadie, en el cine, miró como Bette Davis, expresando en los ojos la fuerza de las muchas vidas que vivió en las películas. Talayuela, también, tiene muchos colores para mirar, multitud de lugares para detener la mirada y tiempo vivido para aprender de su vida. Muchos colores hay, también, en los ojos que se asoman para mirar por ella como por primera vez, muchas miradas por descubrir y toda la vida que se nos sale por los ojos.

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