viernes, 8 de enero de 2010

El Corral del Concejo

Las personas estamos ligadas a lugares concretos a los que acudimos para buscar la serenidad perdida, recuperar el aliento, devolver el brillo apagado a nuestros ojos. Siempre tenemos un paseo pendiente por aquella montaña, releer las páginas de un libro que nos espera en cualquier lugar de nuestra casa, una conversación inaplazable con un amigo. Y sabemos bien que dejarlos para siempre es perdernos, un poco, a nosotros mismos.

Los pueblos también tienen esos lugares especiales que hablan de ellos. Ni son los mejores ni los mas importantes, pero conservan su pasado y saben que debe pervivir, sin agobiarle, en su presente.

Me refiero al Corral del Concejo que se cae. Lo estoy viendo en una fotografía que tengo en la pantalla de mi ordenador y que saque en una tarde de paseo en estos días de Navidad. Apenas si se mantienen de pie algunos tramos de la circunferencia que hace el corral. Otros trozos de pared se han restaurado, con más buena voluntad que con buen gusto, y unas hiladas de ladrillos han reparado el boquete que se abrió en la pared. Este testigo mudo de un Concejo que fue de ganaderos y agricultores se cae poco a poco. Al fin y al cabo, se puede pensar, que si ya no sirve para la función que fue construido habrá que dejar que se desmoronen completamente sus muros y sus piedras caigan por el suelo.

El Corral del Concejo es de titularidad municipal que le viene de muy antiguo, ya que en el Interrogatorio de la Audiencia de Cáceres del año de mil setecientos noventa y uno se habla de él. Se dice que el Corral Concejo está situado en el camino de Majadas, es donde se guardan los ganados denunciados, que tiene forma redonda, de algo más de seis metros en cruz, que linda con tierras concejiles y que es propio del Concejo. Las Ordenanzas de la Ciudad de Plasencia – por las que se regia este Concejo- dice que estos corrales han de tener buenas puertas y umbrales de dos palmos y medio y que las paredes se alcen de piedras, cal y canto.

Es verdad que los animales que se necesitaban entonces como ayuda para el trabajo han sido sustituidos ahora por herramientas mecánicas. Es verdad que ya no quedan mulos, ni caballos, ni animal alguno que se coma los pastos del vecino y se les lleve al Corral del Concejo para que su amo pague una multa por haberle descuidado. Es verdad todo eso y mas que se pudiera decir, pero eso no es argumento suficiente para que se venga abajo dicho Corral del Concejo.

Seguramente que este Corral del Concejo se puede conservar como recuerdo de nuestra historia pasada y reconvertir el uso. El pasado no puede determinar nuestro presente pero sí se ha de incorporar a la vida que vivimos. Tal vez pueda ser un espacio limpio y de puertas abiertas donde las personas se puedan sentar a descansar en su camino hacia el Romeral. Seguro que en cada una de nuestras cabezas existe una buena idea para que el Corral del Concejo continúe teniendo una función y no se desmoronen sus muros.

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