martes, 6 de abril de 2010

LOS DIAS DE VACACIONES PASAARON TAN RAPIDOS COMO UNA MAÑANA DE ABRIL...

Los días de vacaciones pasaron tan rápidos como una mañana de abril y sus imágenes ya están colgadas en nuestra memoria para revivirlos mediante el ejercicio del recuerdo. Algunas imágenes entrañables han quedado fijadas y colgadas en los videos de Talayuela Tv, de Lorenzo Correas Bote, que, al menos en los que yo he podido ver, conservan la frescura y la poesía en los ángulos, en los detalles, en lo minucioso de sus imágenes, en lo particular de cada detalle y en la forma que tiene de ver las cosas a través del angular de su cámara. A este muchacho hay que hacerle un seguimiento: promete.

Ahora, solo ahora, y un poco alejado de todos esos días conviene escribir algo sobre ellos.

El paseo por el Pinar del Moreno, en este tiempo de primavera, es casi obligado y así lo hacían, muchas personas estos días. El suelo arenoso ha facilitado el crecimiento de unos pinos, no muy derechos, que destacan en un entorno donde se cultiva mucho tabaco, en la margen izquierda del río Tietar dejando una franja de un verde pino en la orilla izquierda del pinar, o se abre paso la dehesa, con sus encinas y robles, una vez pasada, esa franja del pinar, en dirección a Talayuela.

Algunos de estos pinos, en sus copas, son el lugar perfecto para que la cigüeña, la garza y otras muchas aves tengan sus nidos. El sonoro sonido del crotoreo de las cigüeñas, el alisarse sus plumas con sus picos, sus alas blancas y negras, son habituales en este Pinar del Moreno, cuyos pinos parecen escalar el azul del cielo que entre ellos se ve.

El primer documento oficial en el que se habla de este Pinar del Moreno es una Orden de los Reyes Católicos y posteriormente de Doña Juana y su Hijo Carlos V, en relación a la madera que se ha cortar para los edificios públicos que se están construyendo en Plasencia.

Ahora, a un paso tras otro, en este pinar, se ven montones de basura que los vecinos, incomprensiblemente, tiran allí y perjudican seriamente el entorno del pinar: trozos de chapa de un coche, un televisor, botellas de vidrio que son un gran peligro en las temperaturas veraniegas, plásticos, colchones, lavadoras, restos de obras… toda clase de basura encuentra, en lo oculto del pinar, el lugar mas impune para la acción del vecino.

Las Ordenanzas de la Ciudad de Plasencia eran muy claras contra los que atenten contra los pinares de la Ciudad y, por supuesto, contra este Pinar del Moreno: … que cualquier persona que hubiere de hacer fuego en el pinar, en los tiempos permitidos, sea obligado a hacer una poza primero, que tenga veinte pies en torno y ocho en hondo, dentro de la cual haga el fuego y no de otra manera so pena de seiscientos maravedíes… Quien queme o chamuscare algún pino, la multa será de seiscientos maravedíes…quien haga fuego en el pinar fuera del tiempo permitido, se le darán setenta azotes… quien pusiere fuego adrede en los pinares para los quemar, muera por ello…desde mediados de abril a mediados de octubre se ha de cazar a mano y quien cace a fuego será multado con mil maravedíes…

Luego siguiendo por el camino que de la Vega y girando a la derecha, se va a dar al camino del Pinar del Moreno y se llega a unas ruinas, cerca del camino, que, a más de uno, habrá traído a la memoria aquellas otras palabras, que nos llevan siempre al mundo de la fascinación, de Daphne du Maurier: “ Anoche soñé que volvía a Manderley…Serpenteaba el camino ante mí tortuoso y retorcido como siempre, pero según avanzaba, note que había cambiado; ahora era estrecho y estaba descuidado, no como yo lo había conocido. Al principio me extrañó y no comprendí lo que había pasado; pero cuando tuve que bajar la cabeza para no tropezar con una rama que cruzaba el camino, me di cuenta de lo ocurrido. La Naturaleza había reconquistado lo que fue suyo, y, poquito a poco, con sus métodos arteros e insidiosos, había ido invadiendo el camino, extendiendo por él sus dedos largos y tenaces. El bosque siempre amenazador…había triunfado al fin… Pero de repente apareció ante mí; la avenida que conducía hasta la puerta estaba casi borrada por el desmesurado crecimiento de matojos exuberantes que se extendían por todas partes… el tiempo no había logrado destruir la perfecta simetría de aquellos muros, ni el lugar sobre el que se alzaban… Una nube, antes no vista, cubrió de repente la luna y se detuvo un instante, como mano sombría que escondiera una cara. Desapareció la ilusión con ella. Volvía ver solamente un cascaron desolado, inanimado, abandonado hasta de los fantasmas, sin que ni un eco del pasado se agarrase a sus paredes desnudas…”

Pocas palabras como estas que Daphne du Maurier pone en boca de la protagonista de Rebeca, son mas apropiadas para describir el estado en que se encuentran las Casas del Pinar. Solo restos del perfecto perímetro cuadrado de la cerca de ladrillos que protegían las casas se pueden adivinar, a veces comidos por la misma hierba. Restos de paredes de las casas, que no han soportado el paso del tiempo ni la rapiña de quienes robaron sus ladrillos, se mantienen en pie. Las zarzas se meten por las ventanas y llenan todo el suelo como si fuera una alfombra verde de espinas. Se mantiene en pié la portada que otro tiempo daba acceso a aquel espacio, como si continuara invitándonos a dejar el camino y pasar al interior de aquellas ruinas. Solo la torre del horno se mantiene en pie desafiando el tiempo y la avaricia de los ladrones de ladrillos que, al fin y al cabo, para nada sirven allí, en aquellas paredes caídas.

La ensoñación que nos producen las ruinas de las Casas del Pinar, nos exige una señora Danvers que maltratara psicológicamente a los que allí vivían. La posibilidad de un asesinato en un barco que navegara por entre los pinos que rodean estas ruinas y que estas lo fueran del enorme palacio del acaudalado Maxim de Winter,

Pero aquí todo es de otra manera. Aquí son unas casas que se construyen para los trabajadores del pinar, con una fábrica donde se troceaban los pinos y salían la madera necesaria, y tan útil, en aquellos tiempos de antes y después de la guerra. Se recogía la resina de los pinos y se mantenía limpio el pinar. No es la mansión de Maxim de Winter y sus propietarios eran dos señoritas de cerca de sesenta años de Madrid, solteras evidentemente; un señor de Navalmoral y una fundación de Arroyo de la Luz. Al patronato de esta Fundación pertenecía el cura de Arrollo de la Luz, que tenía casa propia en estas Casas del Pinar. Las señoritas traían caramelos a los niños de los trabajadores y les reunían por las tardes para contarles historias de Madrid.

Anécdotas de personas, de familias trabajadoras, y algún que otro sobresalto en la vida diaria de las familias que aquí vivían. Ya los abuelos de los Jardón Berrocoso (Joaquín y Dominica) habitaban estas casas, y sus hijos e hijas. Solo trabajadores y vida de trabajadores en las Casas del Pinar.

Cuando en los últimos años se fueron abandonando las casas porque el trabajo de la madera ya no era rentable - e iba apareciendo el mas prospero de todos los negocios habidos- sus casas se convirtieron en secaderos para colgar tabaco. El matrimonio de los últimos guardas del Pinar (Modesto y Raimunda) les ocurría cosas más divertidas que las que sucedían en el palacio de Manderley. Raimunda tenia un gato, al que ponía lazos de cinta roja y, con paciencia y humor, le enseñó a bailar sevillanas. Cuando iban a colgar el tabaco, Raimunda sacaba su gato con lazos rojos, le tocaba las palmas y cantaba: arenal de Sevilla y ole, Torre del Oro… y el gato se ponía de pie sobre su patas traseras, bailando mirando a Raimunda. Esta le decía ¡vuelta mi niño! y continuaba cantando: donde las sevillanas y ole, juegan al toro… y el gato giraba sobre sus traseras bailando al son de las palmas. Aquello, todo lo más, eran risas y divertimento, hasta que el dueño del tabaco, sacaba al gato de la casa para que se pudiera colgar el tabaco cortado y dejaran de oírse tantas risas en aquellas Casas del Pinar. O aquel pato, que parecía un perro, que le decía la dueña: ¡Pica a aquella, Lucas! Y el pato se tiraba a ellas como si fuera un mastín, picando a quien se le hubiera indicado.

Me gustaría decir otras cosas más misteriosas de estas Casas del Pinar, pero esto es todo lo que me han sabido decir los que allí han vivido. Lo que no quita que aquellas ruinas sean bonitas en si misma, nos sugieran y evoquen en nuestra mente historias tortuosas, pero, bien sabemos que,… la luna sabe jugar con la imaginación, hasta con la imaginación de una persona que duerme…, decía la protagonista de Rebeca.

1 comentario:

  1. Hola Antonio, soy Lorenzo tengo que darte dos veces las gracias, una por tus palabras hacia a mí y la otra y la más importante por enseñarnos las cosas de Talayuela "nuestra historia" y por todo ello muchisimas gracias.

    Saludos

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