miércoles, 28 de abril de 2010

QUE POR MAYO ERA, POR MAYO, CUANDO HACE LA CALOR, CUANDO LOS TRIGOS ENCAÑAN...

Que por mayo era, por mayo, cuando hace el calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor… Así comenzaba aquel romance que nos hacían aprender de memoria en los años adolescentes de tiza y enciclopedia Álvarez; aquella poesía tradicional que durante tantos años acompañó las horas de trabajo y los momentos de diversión de las personas, como han hecho siempre todos los romances. Nunca acabábamos de comprender aquello de la calandria, o del ruiseñor, o eso de que los trigos encañan, a pesar de que siempre lo viéramos verdear por mayo; lo que realmente nos seducía era ese mundo de sentimientos que nos abría la frase que dice que todo eso sucedía en mayo, cuando los enamorados van a servir al amor, que tan poco sabíamos bien que era eso. Para nosotros tenía poca fuerza, y menos en aquel entonces, que fuera en mayo cuando crecen los trigos, cuando florecen los campos, cuando crían y cantan los pájaros. Tenía poca fuerza entonces que fuera en mayo cuando se engalana la naturaleza - porque nosotros también estábamos viviendo el mayo de nuestra vida - y lo que realmente tenia fuerza, en aquellos años de inocentes edades, es que era en mayo, cuando aman los amantes.

Junto a esa verdad del romance del prisionero estaba, también, la otra verdad, - pues en la adolescencia todo es excesivo y nos causa alegría honda o amarga pena- y era aquella pena del prisionero cautivo que en su soledad no gozaba de esos mismos sentimientos con que se adorna la naturaleza en mayo: …sino yo, triste cuitado, que vivo en esta prisión; que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son, sino por una avecilla que me cantaba el albor. Matómela un ballestero; déle Dios mal galardón. También nos llamaba la atención que, aquel prisionero, en negra celda de soledad, no participara en esa tarea de los amantes de servir al amor. Comprendíamos su pena por que su única alegría fuera una ave que le hacia distinguir el día de la noche y la vino a matar un ballestero con gran dolor para el prisionero, que se vino a meter en una oscuridad mas absoluta aún de la que ya vivía.

Porque es en este mes de mayo, que comenzará dentro de poco, cuando se dependía totalmente de la agricultura, era cuando se festejaba la entrada de la primavera con música y bailes que emparejaba a los mozos y a las mozas. Es verdad que ya todo es de otra manera pero el mes de mayo continúa siendo el mismo mes de todos los tiempos. Mayo será siempre el mes que engalana los campos para hacer un derroche de belleza con la multitud de flores que las lluvias de abril y el calor de mayo han hacen nacer.

Un mes, así, como explica el romance, y que comienza con un puente, es un buen mes para viajar. En esta misma página de facebook, como no podía ser de otra manera, Talayuela Golf, hace su oferta al viajero (pase un día agradable, disfrutando de nuestro entorno y de las mejores vistas de la zona) Porque se trata de viajar, de trasladarse, de salir hacia el lugar donde se encuentra el entorno y las mejores vistas de las que se adorna la dehesa de Talayuela en este mes de mayo. Imagino que será el mismo placer visual pasear, aunque sea jugando al golf, ese campo vestido de verde casi todos los meses del año. Pocos campos de golf, como este de Talayuela, están enclavados en una dehesa en la que el aire es tan puro que solo huele a los aromas de las plantas y las flores por las que ha pasado antes de llegar al jugador de golf. Los amaneceres llenan los campos de gotas esmeraldas del rocío mañanero, mientras que los atardeceres, cuando los rayos oblicuos del sol penetran entre las encinas, dibujan ramas de oro y, siempre, la sierra de ahí enfrente, antaño triste y oscura, nos vigila con sus picachos que escalan las nubes, cambiando eternamente de color según sea la caída de los rayos del sol sobre ella. Eso es lo que ofrece, entre otras cosas más, Talayuela Golf a los viajeros como un acicate para que pasen aquí, siquiera sea unas horas, de su viaje del mes de mayo.

Al salir de nuestra casa para viajar no nos preocupa tanto hacia donde vamos, cual será nuestro destino; lo que realmente nos alegra al hacer las maletas, es lo que queremos dejar atrás, ese ritmo cansino de la vida de diaria. Esa prisión en la que nos dice el poeta que no distinguimos bien el día de la noche sino es por ese ansia, esa avecilla, que llevamos dentro de nosotros, de viajar de vez en cuando.

Todo viaje tiene siempre algo de iniciático, de experiencia mística, de salir fuera de uno mismo para encontrarse con aquel “otro” que solo intuía que pudiera existir dentro de su propio ser. Salir para encontrarse con su capacidad de admirar, de dar respuesta a los estímulos que se reciben del exterior, de llevarse, siquiera sea por un tiempo mínimo, el recuerdo de que hay otro lugar, un poco mejor, en el que nos parece que seríamos mas felices. Y es que ahora somos sedentarios pero dentro de nosotros ruge el deseo de la trashumancia y el ruiseñor y la calandria, con sus cantos incesantes en mayo buscando pareja por haber llegado de su migración, nos llama a la vida en libertad, a ir de un lugar a otro buscando apurar el deseo y la seducción por lo novedoso.

Pero en cualquier viaje uno debe encontrarse con él mismo, aprender de sus posibilidades, contemplar las mas bellas panorámicas y regresar otra vez al lugar de partida. Nunca el viaje es para siempre pues aunque encontráramos el lugar más maravilloso que reuniera todas las características que necesitamos y llenáramos diariamente nuestros ojos con las vistas más bellas, no deberíamos acostumbrarnos a vivir bajo el imperio de la sensación pues la ley que preside todo abuso de la sensación es el hastío, el aburrimiento y el abandono. Aquel lugar que nos pareció sublime, conviene consérvalo en el recuerdo, pues si viviéramos en él, la rutina de la vida diaria, lo convertiría en lugar triste del que habla el mismo romance que nos invita a la búsqueda del mes de mayo imposiblemente eterno. Al fin y al cabo, ya somos sedentarios y aunque, de vez en cuando, aúlle en nosotros el deseo de la trashumancia ya debemos aprender a descubrir y vivir de las “maravillas” que nos rodean y gozar de los mayos que aún están por venir.

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