domingo, 13 de febrero de 2011

CAMINO DE LA HIGUERA LOCA ( IV ) DEDICADA A CARMEN GARCIA.

Era este Pozo de la Fuente de Abajo escavado en la tierra, creo que las baldosas últimas de brocal eran de cantería. Cerca del Pozo unos abrevaderos para el ganado, también de cantería, creo que ahora adornan un jardín particular, y a su lado crecía el mastranzo, la juncia y toda clase de hierba verde por la frescura que daba el lugar y el regato que del mismo pozo salía zigzagueando hacia abajo. Las obras del ensanche de la carretera se lo llevaron por delante sin que nadie tuviera la mínima sensibilidad para proteger este pozo de tanto significado para Talayuela. Ahora han colocado allí una encina seca, cuyo tronco esta rodeado de grandes piedras, y no se cual será su significado. Si en aquella rotonda pusieran un brocal y las pilas en las que abrevaban los ganados, al menos habría un testigo de lo que fue aquel pozo.


Era el mozo de un concejo de la Vera que se dirigía a Navalmoral por el camino de los Veratos. Aquella mañana de agosto hacia un bochorno que se había acrecentado al cruzar el rió Tiétar. La parte del camino que discurría entre los pinos, después por la dehesa y el alto del cerro Carretero habían secado su boca. Pensó que lo mejor era pararse en el Pozo de la Fuente de Abajo, refrescarse y continuar el camino después.


Cuando alcanzó la trocha que baja al Pozo, se desvió y, mientras sus pies caminaban, pensaba que no sabía muy bien el motivo por el que hacia aquel viaje. Había salido pronto de su casa y no serian más de las diez y media. Ahora que bajaba hacia el pozo esperaba que el agua clara le refrescara la cabeza y la mente.


Llego. Se inclinó sobre el pozo. Se quito el sombrero de paja. Cogió agua con las manos y comenzó a refrescarse la nunca. Notó que su cabeza reaccionaba al contacto con el agua fría que, según bajaba por su pecho, le dejaba un olor a mastranzo y a menta, y sintió una fuerza ciega de tener aquel sabor en la boca. Bebió. No sabía cuantas veces sus manos llevaron aquella agua a su boca. Se tumbó sobre la hierba verde. Se durmió y el sol de agosto le dio de lleno en su cabeza.


Se despertó con hambre y la cabeza le ardía. No había echado nada de comer y pensó que podría acercarse a Talayuela por el camino que desde el Pozo de la Fuente de Abajo sale bordeando a la derecha aquel inmenso prao. Mientras caminaba notaba que no era dueño de aquel cuerpo suyo. Pasó por la Higuera Loca y comió con ganas aquellos apetitosos higos que le dejaron un gusto de almendra amarga en la boca. Notó como una inmensa neblina le nublaba la cabeza y los ojos. Aquello era otra cosa. Nunca se había sentido así, con voces en su interior que le apremiaban.


- ¡Por qué había tenido que dejar su concejo en este día tan caluroso de agosto!


Continuó subiendo por el grupo de Casas de Cesáreo Encabo y la luz blanca de cal que salía de sus paredes le daño la vista. Escuchó al pregonero su bando que animaba a la gente a ir a la plaza de las verduras donde había llegado “genero de todas clases”. Llego a la plaza y en un puesto de frutas vio unas peras que le llamaban su atención como el remedio para saciar aquella hambre que le mordía en el estómago. Se acercó a ellas y tomó unas cuantas que comenzó a morder con hambre.

No entendía por qué el dueño del puesto le daba voces y le empujara pidiéndole que dejara las peras en su sitio. Aquella fruta acuosa y dulce le humedecía la boca y le daba frescor a su cabeza alterada. Se empeñó en seguir cogiendo la fruta sin comprender por qué el dueño comenzó a pegarle y a darle empujones pidiéndole que se fuera de allí. Un grupo de mujeres comenzó a chillarle y él percibía aquellas voces como una amenaza que le llegaba del exterior y le impedía cumplir la orden que le daba su propia cabeza.


- ¡Por qué había tenido que dejar su concejo en este día tan caluroso de agosto!



TALAYUELA: PINOS, CAMPOS
Y LOS TOROS POR SAN MARCOS.

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