domingo, 9 de mayo de 2010

DESDE QUE LA HUMANIDAD APRENDIÓ A ESCRIBIR COMENZÓ EL ARTE....

Desde que la humanidad aprendió a escribir comenzó el arte de que las personas expresáramos todo lo que vemos y sentimos mediante la combinación de esos signos que llamamos letras, que forman palabras, que forman frases, capaces de expresar todo lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro interior.

La literatura, o esa forma de decirlo todo de forma armoniosa, se ha convertido en un medio que ha ejercido una fuerte atracción sobre muchas personas. Cuando algunas personas, superando la comodidad del mundo, se han puesto en camino por lugares cercanos a lejanos al lugar donde viven; cuando se han sentido atraído por el rugido de la vida nómada y han ido fijando por escrito lo que veían ha surgido la literatura de viaje. Libros, cartas, papeles, en definitiva, que recogen lo que el autor va viendo, sintiendo ante todo lo que ve u oye de los demás. En el pasado esta clase de libros era un medio mediante el cual se comunicaban los misteriosos viajes por terrenos poco conocidos.

Siempre que un libro de estos, sea de autor extranjero o no, y que cuenten las experiencias de su viaje por Extremadura, ojeo rápidamente sus hojas buscando si por un casual han pasado por Talayuela y dicen algo de ella. Bartolomé de Villalba pasa por Plasencia y en su obra “El Peregrino Curioso y grandezas de España”, publicado en 1577, dice de su paso por alli: “…de ahí otro día a Plasencia, donde vio la Iglesia Catedral, que es de las cosas curiosas que hay que ver en España: un verdadero joyel de oro…la obra es delicadísima y las juntas de las piedras tienen un dedo de oro. La raya que en ella había de quedar señalada estaba tan dorada que el oro embebe la blancura; en una palabra, acabada será digna de ser vista…”



La Obra Social de Caja Extremadura, y con motivo de la celebración del Día del Libro de este año, ha editado uno que ha titulado: Un viaje por Extremadura con Giuseppe Baretti. Este libro editado por la Obra Social es solo un extracto de aquello que hace referencia a Extremadura y que el mismo autor titula así: viaje de Londres a Génova a través de Inglaterra, Portugal y España. Noventa y nueve días de viaje en los que va contando lo que ve y lo subjetivo de lo que siente ante lo que ve. En Extremadura pasa los días comprendidos entre el 22 de septiembre de 1760 y 30 de septiembre del mismo año. Realiza el viaje en calesa y, bastantes trechos, por las dificultades del camino, andando.

Solo caer en mis manos comencé a ver el recorrido del viajero que comienza en Badajoz, Mérida, Miajadas, Trujillo, Jaraicejo, Almaraz… “aquí existe algo sobre Talayuela, pensé yo, nadie puede estar tan cerca, no pasar y, además, dejarnos sin contar lo que vio al pasar”. Todo el libro esta lleno de reflexiones, de anotaciones, de descripciones y, al menos para mí, aunque subjetivo, encierra el valor de leer lo que alguien cuenta sobre lo que ven sus ojos.

Al salir de Almaraz el día 29 de septiembre de 1.760 y ante las grandes encinas con bellotas que ve a su paso comienza una reflexión sobre los hombres y los campos de por aquí: “… y no podéis imaginar lo buenos que son los cerdos que se alimentan de bellotas de encina. Pero ni en este, ni en ningún otro cultivo, se piensa mucho en esas partes, y tanto las montañas como los valles están miserablemente descuidados; como consecuencia, la provincia está muy poco poblada, y pocos, o ningunos de sus habitantes, parece opulento. Comen poco, van cubiertos de andrajos y se alojan pobremente. Es verdad que necesitan muy poco para mantener alma y cuerpo juntos, porque son sin duda la gente más sobria que hay bajo la faz de la tierra. No tienen ambición en el vestir, pues ni siquiera sus sacerdotes se cubren con una buena capa. Como consecuencia están endurecidos por su áspera forma de vida, que pueden dormir sobre el desnudo suelo en invierno y hasta al sereno en verano sin reparo. Viviendo de esta forma descuidada disfrutan ciertamente de una especie de felicidad, satisfecho con el presente porque no conocen nada mejor, y perfectamente despreocupado del futuro; y prueba suficiente de que no son muy infelices, son su alegre apariencia y, en general, su buena salud…”

Estas reflexiones las va haciendo Giuseppe mientras sale de Almaraz aquel 29 de septiembre y mientras se dirige a Navalmoral en su calesa y con sus caleseros. A las once de la mañana del día 30 de septiembre, sale de la posada y se dirige a la iglesia, imagino que la de San Andrés, y comienza a describir lo que ve: “… en Naval Moral nos apeamos a tomar un refrigerio, y mientras los calesseros comían fui a ver la iglesia que había al lado de la posada. Allí estaban cantando una misa al son de un órgano cuyos tubos, en vez de apuntar hacia arriba como todos los órganos, estaban inclinados hacia abajo, apuntando hacia la gente, con los extremos de los tubos en forma de boca de trompetas. Un fraile estaba tocando un aquel extraño órgano con sorprendente maestría. Me maravilló ver a muchas mujeres en la iglesia sentadas sobre los talones, completamente ocultas por un manto negro y con muchas candelas encendidas delante de ellas. Pregunté el significado de aquellas luces y me contestaron que aquellas mujeres eran viudas, que las encendían para aliviar las almas de sus maridos muertos. No sé si el número de sus respectivas candelas implicaba el número de sus respectivos maridos. Algunos solo tenían una, otras dos o tres, otras hasta siete. Quizás solo indicaba su mayor o menor grado devoción o de afecto…”

Y después de visto esto, en la Iglesia de Navalmoral, Giuseppe, junto con sus calesseros, salen rumbo a la Calzada de Oropesa “…Viniendo de Naval Moral… después de una buena legua se abría a una vasta llanura limitada a ambos lados por altas montaña, cuyas cumbres, especialmente las de la izquierda, estaban cubiertas de nieve, desafiando al sol que otra vez calienta mucho…Esta Calzada es el mejor pueblo que he visto después de dejar Lisboa…”

Y salio este viajero de Extremadura, por Navalmoral, en dirección a la Calzada de Oropesa, sin pasar por Talayuela. No obstante, sabemos por otras fuentes, que es por esas fechas cuando un grupo de vecinos están trabajando para que Talayuela “…por causa de la guerra con el portugués que asoló lo más de este pueblo…en la guerra de sucesión…. no llegue a despoblarse el corto número de doce o quince vecinos que quedaron. Estos vecinos, Andrés Moreno, como Alcalde, Agustín Trejo… solo por citar algunos de ellos…, después de pedir un préstamo al convento del señor san Vicente, de Plasencia y al Cabildo de la Catedral de la misma Ciudad, están haciendo posible lograr que Talayuela no llegue a despoblarse. No me extraña que con tanto esfuerzo, Giuseppe Barretti, de llegar a pasar por Talayuela contara de sus hombres lo mismo que cuenta al salir de Almaraz: “… pocos, o ningunos de sus habitantes, parecen opulentos. Comen poco, van cubiertos de andrajos y se alojan pobremente. Es verdad que necesitan muy poco para mantener alma y cuerpo juntos, porque son sin duda la gente más sobria que hay bajo la faz de la tierra. No tienen ambición en el vestir…”

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