domingo, 16 de mayo de 2010

QUIEN SUPERA UN TRASLADO DE CASA A NUESTRO LADO...


Quien supera un traslado de casa a nuestro lado,
se asienta para siempre en nuestras vidas.



Usted perdone, querido lector, el poner un epígrafe a esta carta, que puede resultarle demasiado literario, o demasiado pretencioso, o las dos cosas a la vez. Pero es que simplemente estaba pensando estos días de qué escribir en el blog y vi, encima de la mesilla de noche, un libro que siempre me ha acompaña desde hace muchos años, y me vino a la cabeza ese pensamiento con el que encabezo esta carta. Se trata de un libro viejo, de un cierto tono amarillo que le ha dado a sus hojas el paso del tiempo y el paso de los dedos sobre ellas al leerlas una y otra vez. El libro es ese amigo adosado, que quieto en la mesilla, solo espera el rito de ser abierto por cualquiera de sus páginas para cerrar los ojos y sumergirme en el dulce sueño de la noche. No ocupa lugar ni reclama nada, pero la sola lectura de algunas de sus hojas son suficientes para traer a la memoria otro paisaje y otro tiempo.

Quien supera un traslado de casa a nuestro lado,
se asienta para siempre en nuestras vidas.

Pocas cosas, además de las imprescindibles y personales, superan un traslado. A veces, ni las personas adosadas a nosotros, que un tiempo fueron importantes, superan ese trabajo de ir de una casa a otra. Se aprovecha ese momento para romper con el pasado y creer, vanamente, que comenzamos una vida nueva en la casa nueva a la que vamos.

Se rompen cartas, fotos, escritos… que un día nos parecieron importantes; se empaquetan libros, revistas, cosas…que pensamos una vez que nos hacían presentes un universo querido y amado fuera del cual nos parecía imposible que pudiéramos vivir. Las cajas de cartón se llenan de cosas, que vinieron a nuestras vidas casi sin pedirnos permiso, y las cerramos con celofán creyendo que con ello cerramos la etapa de nuestra vida que dejamos atrás con el traslado. A veces sucede también que nos creemos a “pie juntillas” que las fotografías poseen el alma de la persona en ellas reflejadas y las guardamos en el trastero, pues si un día fueron importantes para nosotros ahora ya no los son, y al meterlas en cajas de cartón no nos estremecen como antes lo solían hacer.

Quien supera unos cuantos traslados junto a nosotros es que está firmemente adosado a nuestro lado y un simple cambio de casa no significa nada para su permanencia en su propio espacio junto al nuestro. Quien, como el libro, ocupa un lugar apenas visible y nos deja oler el perfume de su interioridad que nos traslada lejos de la casa a la que nos trasladamos, se queda a nuestro lado para siempre. Lo importante no es ese envoltorio que guarda la interior y que se puede volver amarillento como las hojas del viejo libro, lo importante es que el interior nos lleve a otros paisajes y nos haga respirar aires mas puros.


A veces, cuando por cualquier motivo bajamos al trastero y las cajas de cartón se han roto y todo su contenido estás desparramado por el suelo, nos armamos de valor y lo recogemos todo. Con todo ese contenido desparramado por el suelo vuelve a pasar por nuestras manos y nuestro corazón todo el recuerdo que nos traen, ya sin emoción, ya sin estremecimiento, ya sin alterar la respiración, quedamente lo recogemos en una bolsa de basura y nos desprendemos de ello ya para siempre.


Todo lo que ha estado a nuestro lado hasta entonces ha servido para cerrar un círculo en nuestra vida. No nos abandonan completamente sino que ellos ha hecho que nuestro corazón sea mas fuerte y robusto para enfrentarnos a lo nuevo de la casa nueva. Recoger todo y desprendernos de ello es reconocer que nuestros pasos ya no están en el mismo camino. Porque no nos separó ni una fuerte discusión, ni siquiera esa incompatibilidad de caracteres, sino que una mañana nos dimos cuenta que ya habíamos iniciado otro camino diferente, sin apenas darnos cuenta descubrimos que ya no percibíamos el ruido sereno de sus pasos cerca de los nuestro.


Recogerlo todo y guardarlo en una bolsa de plástico es reconocer que ya no pueden aguantar un traslado más a nuestro lado. Y es que ni la vida ni nadie nos quitan cosas, nos roban nada; un traslado solo es lo que nos libra de todo para que andemos más ligeros, más cómodos por el nuevo camino. No perdemos a nada ni a nadie porque lo mejor de ellos lo llevamos en el corazón al que dieron mas fuerza, más firmeza; corazón al que hicieron más hermoso y más humano para enfrentarnos al nuevo traslado de casa.


Y es que, querido lector, creo que así es la vida de Talayuela ahora y que, de vez en cuando, se sienta a la vera de sí misma, piensa sobre si y decide sobre el giro que ha de dar a su propia vida. Tres veces se jugó Talayuela su existencia en una partida y las tres salió vencedora: pasar de continuar trabajosamente en el lugar de poblamiento en donde estaba a un posible despoblamiento por “causa de guerra con el portugués”; pasar de la ganadería a la agricultura; pasar del cultivo del trigo al cultivo del tabaco. Ahora Talayuela vive un nuevo traslado y se juega su futuro en una nueva partida: solo ella decidirá a quien de nosotros se lleva a su nuevo destino y a quien despedirá para siempre de su lado.

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