domingo, 30 de mayo de 2010

ES DECIR, QUE QUE OS ENCAMINAREIS AL LUGARACILLO DE TALAYUELA; PASAREIS POR LA BARCA DEL MISMO NOMBRE EL CAUDALOSO RIO TIETAR...(ll)

Ahora que tan en auge están y tanto bien nos hace las caminatas, el senderismo, el caminar por rutas que hicieron antes que nosotros, con un motivo histórico, o cualquier otro, un personaje del pasado, aquí, el escritor nos invita a una que hizo él mismo en el año de mil ochocientos setenta y tres. Cuenta en su libro de viajes que es una ruta que hacían los Condes de Oropesa para dirigirse a Yuste desde su villa de Oropesa…ora cuando el famoso Garci-Álvarez iba, a principios del siglo XV, a proteger la fundación del Monasterio, ora cuando un descendiente suyo acudía, ciento cincuenta años después, a visitar a Carlos V o a asistir a sus exequias… aunque estos derivaban su camino por otro trayecto, pasada la barca del rió Tietar, de Robledillo – Jarandilla – Yuste.


Y es que una vez llegado a Navalmoral de la Mata, el viajero debe dejar que la Diligencia continué su propio camino y ha de hacer el suyo propio a caballo y con un guía que, previamente, ha contratado en esta localidad. Ha de caminar los kilómetros que no separan de Navalmoral, el mismo autor dice que son doce... os encaminaréis al lugarcillo de Talayuela (12 kilómetros); pasaréis por la barca del mismo nombre el caudaloso Tiétar, tan desprovisto de puentes; entrareis en la celebre Vera de Plasencia…


Desde Talayuela el autor se va a la finca de El Baldio donde pasa unos días en la casa de los dueños y que el autor la describe así:…Cinco kilómetros más abajo de Talayuela, o sea de su barca, hay una hermosa finca, denominada el Baldío, situada en majestuosa, pero muy alegre soledad.

El Baldío forma una especie de anfiteatro sobre el Tiétar, que es su límite al Norte. En medio de este anfiteatro se eleva el caserío, teniendo al Sur un soberbio pinar y a los lados extensos bosques de robles o de encinas. Por las ventanas de todas sus habitaciones, que dan al septentrión, se descubre: primero, una faja de vega, de un kilómetro de ancho, que va a morir en el río; luego el mismo río, orlado de pomposas arboledas, y, a su otra margen, un segundo anfiteatro, que es la Vera de Plasencia, y que termina en las perpetuas nieves de las Sierras de Jaranda y de Gredos.


Las ventanas del Baldío dan, pues, frente al Monasterio de Yuste, escondido en una leve ondulación de la falda meridional de la Sierra de Jaranda, pero cuya situación y cercanías se divisan perfectamente. -Es decir, que el Baldío y Yuste tienen un mismo horizonte y están incluidos en la misma cuenca general del terreno, por cuyo fondo corre mansamente el Tiétar, navegable en aquella región, y tan grandioso y opulento como el propio Tajo, a quien poco después rinde vasallaje…

El escritor parece que ha pasado por Talayuela en los últimos días del mes de abril y un mal temporal le hace alojarse en la finca El Baldio… Tres leguas escasas (dos a vuelo de pájaro) dista Yuste del Baldío, y nosotros, que residíamos accidentalmente en este último paraje, llevábamos muchos días de contemplar a todas horas aquel otro solitario lugar, encerrado entre una gran sierra y un gran río, sin más comunicación con el mundo que unas poco frecuentadas veredas, y donde había pasado los últimos dos años de su vida aquel que llenó el universo con su nombre y sus hazañas, y cuyos dominios no dejaba nunca de alumbrar el sol.

Un porfiado temporal había ido retrasando la visita que desde que llegamos al Baldío nos propusimos hacer a Yuste, hasta que al fin serenóse el tiempo, y el día 3 de mayo (del presente año de 1873) montamos a caballo; pasamos el Tiétar por otra barca, propiedad de nuestro amable y querido huésped, penetramos en la Vera de Plasencia, y nos dirigimos al insigne Monasterio por el camino de Jaraiz.

Primero caminamos por magníficas dehesas, sobre una llanísima alfombra de verdura y bajo un dosel de magníficos robles, encinas, fresnos, sauces y almeces, a través de cuyos severos troncos penetraba horizontalmente el alegre sol de la mañana. Después salimos a un monte cubierto de jarales floridos, cuyas blancas flores eran tantas, que parecía que el monte estaba nevado. Luego pasamos el hondo río Jaranda, por el tosco, sabio y gracioso Puente de la Calva, y principiamos la ascensión a Jaraiz, risueña y populosa villa, por cuyos arrabales desfilamos a eso de las ocho.


Estábamos a una legua de Yuste. Esta legua recorre un país abrupto, selvático, atroz; pero pintoresco a sumo grado Hay sobre todo un paraje, llamado la Garganta de Pelotache, que es digno de los honores del pincel y de la fotografía. Allí se despeña rapidísimo un espumoso río por planos inclinados de formidables rocas, sobre las cuales se eleva a extraordinaria altura cierto viejo y gastado puente de tablas, atravesando el cual no puede uno menos de encomendar el alma a Dios. Las orillas de esta semicatarata son de una rudeza y amenidad imponderables, así como es muy celebrada, y ciertamente fresquísima y muy delgada y gustosa, el agua de la gran fuente que de una peña brota al otro lado de aquel abismo.


Pasada la Garganta de Pelochate, podíamos escoger dos senderos para llegar a Yuste: el uno va por Quacos, lugarcillo de 300 vecinos, que, como hemos apuntado, dista un cuarto de legua del Monasterio; el otro... no existe verdaderamente, sino que lo abre cada viajero por donde mejor se le antoja, caminando a campo travieso...


Nosotros escogimos este último, a pesar de todos sus inconvenientes. -Una aversión invencible, una profunda repugnancia, una antipatía que rayaba más en fastidio que en odio, nos hacía evitar el paso por Quacos.


Y era que recordábamos haber leído que los habitantes de este lugar se complacieron en desobedecer, humillar y contradecir a Carlos V durante, su permanencia en Yuste, llegando al extremo de apoderarse de sus amadas vacas suizas, porque casualmente se habían metido a pastar en término del pueblo, y de interceptar y repartirse las truchas que iban destinadas a la mesa del Emperador….


Conque decía que nosotros anduvimos a campo travieso la última media legua que nos separaba de Yuste. Pronto nos sirvió de guía el propio Convento, que vimos aparecer allá a lo lejos, al pie de una árida ladera de Sierra de Jaranda, que lo defiende de los vientos del Norte. -Por la parte del Sur lo resguarda también de las miradas del mundo cierta suave colina, que forma con la dicha sierra una especie de vallecejo o cañada, cuya máxima longitud descubríamos nosotros sin dificultad, por ir entonces marchando de Poniente a Levante.


Finalmente, salimos al camino que vosotros tendríais que seguir para llegar a Yuste, esto es, al que desde el pobre Quacos sube al Monasterio...Una enorme cruz de piedra y una alta cerca o tapia de cenicientos peñones nos decía que allí principiaba la sagrada jurisdicción de Yuste.

Pedro Antonio de Alarcón pasan unos horas intensas en el Monasterio de Yuste, mejor es decir, entre las ruinas del Monasterio de Yuste que había comprado, custodiaba y reparaba el Marques de Mirabel…y como teníamos que andar tres leguas para regresar a El Baldío, y ya no nos quedaba mas que ver…nos apresuramos a mo0ntar a caballo…

La ruta que hace Pedro Antonio de Alarcón en el mes de mayo de mil setecientos tres, es la siguiente: Talayuela-El Baldío-El punte la Calva- Jaraiz-Garganta de Pedro Chate- y desde allí a Cuacos o el mismo camino de Yuste y el Monasterio

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