jueves, 4 de noviembre de 2010

LAS FUENTES DE TALAYUELA

Gracias a las infiltraciones en los terrenos permeables las aguas subterráneas se mueven y se embalsan en lo que llamamos acuíferos. Debajo de la tierra que pisamos se encuentra oculta mayor cantidad de agua que la que somos capaces de ver en la superficie de la tierra. Desde las mismas entrañas del seco suelo que pisamos, esta agua que se ha ocultado por las infiltraciones, sale de nuevo al exterior brotando monótonamente en manantiales que, después, la mano del hombre transforma en lo que llamamos fuentes. Es el misterio de una agua que brota cuando no llueve, que calma nuestra sed, que crea un reguero verde por donde pasa y esa humedad suya que deja tejiendo los entramados necesarios para que surja la vida a su paso y cante la rana en verano y en invierno se convierta en cristalinos carámbanos.

No puedo hacer otra cosa que aplaudir la iniciativa de Senderistas de Talayuela, Plan Integral Cultural y Universidad Popular de hacer rutas para conocer las fuentes de los campos de Talayuela. Sé que será un iniciativa difícil de consolidar en un pueblo cuya Plaza Mayor no tiene fuente –nos han secuestrado el encanto del sonido del agua entre tanto cemento en aquella plaza- pero el esfuerzo siempre encuentra recompensa de una u otra manera. Las fotos de las fuentes que Paco (Chicholo) cuelga, de vez en cuando, en facebook son medios necesarios para que, al menos en sus nombres, sean más conocidas y no se pierdan para siempre de la memoria colectiva: fuente del Roble, del Puro, del Pozo de la fuente de Abajo, del Borbollón, de la Chinarrera... y tantos nombres de fuentes que existen en las afueras de Talayuela.

Cada fuente tiene su historia y el agua sonoramente la repite en el murmullo que hace al salir al exterior desde las entrañas de la tierra. Agua que calma nuestra sed, transforma la naturaleza y nos relaja el sonido de la lluvia en los cristales; tardes de lluvia recogido sobre sí mismo y buceando en el pensamiento. Nostalgia de agua que llevamos adosada en nosotros mismos pues no en vano desde el inicio de nuestra existencia en el vientre materno era el líquido amniótico – agua- lo que nos envolvía y nos protegía a la vez. Es agua en forma de neblina lo que nos sale por los ojos cuando nos duele el corazón y es la misma agua lo primero que nos falta cuando la fiebre viene a por nosotros. Así no es extraño que los campos de Talayuela, a cada cierta distancia, se llenaran de fuentes que hicieran más fácil la vida de los hombres del campo.

La mano del hombre embelleció el espacio por donde debería salir el agua que gratuitamente manaba en aquel punto e hizo obras de arte de tanto gusto y sentimiento que puso en la construcción de las fuentes. Nosotros las admiramos y pusimos sobre ellas, no solo el deseo por su propia belleza, sino que también las recubrimos de las emociones que sentimos a su lado ¿Quién no tiene una fuente pegada a su recuerdo mas intimo o en la retina de sus ojos donde fue feliz siquiera fuera unos segundos? Hagamos ese ejercicio mental y nos vendrá a la memoria una fuente o agua que corría a nuestro alrededor en aquel momento.

Hacer la ruta de las fuentes de Talayuela será un viaje iniciativo para muchos de quienes le hagan por primera vez y para la mayoría de los que caminen será el reencuentro con ellas. Ojala los primeros tengan quien les inicie bien en la comprensión y los segundos buenos recuerdos de esas fuentes. En cualquier caso, hacer un camino acompañado es un placer, el otoño y su luz es un regalo y ver las fuentes de Talayuela es un privilegio.

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