sábado, 27 de noviembre de 2010

CAMINO DE LA FINCA DE SAN MARCOS ( II )

Siguiendo esta calle de los Prados se encuentran la casa de los García-Ruano, ganaderos de siempre en Talayuela. La hija de aquel matrimonio ha restaurado la casa con grande acierto y ha incorporado a la decoración los utensilios de la vida diaria y del trabajo de sus padres. Otro hijo de este matrimonio, Agapito de nombre, llevaba en la sangre el amor por los animales de los antiguos pastores de Talayuela y, aun teniendo otro trabajo nada relacionado con la ganadería, gustaba de tener grupos de cabras que, de tan cuidadas y mimadas, ganaban todos los concursos de las Ferias a las que se presentaban. Lo que se lleva en la sangre no se quita tan fácilmente de ella en las generaciones posteriores. Hay veces que surgen personas que encarnan los valores y las formas de vida de los antepasados de los que llevan la sangre familiar y, con la sangre, llevan todo lo que ellos amaron y soñaron. Las personas no solo heredamos de nuestros padres o abuelos casas o tierras, también heredamos una forma de ser y de sentir y unas aspiraciones que van pegadas a la carne y a la sangre con que nos dieron la vida. De vez en cuando surgen estas personas, como Agapito, que en su forma de ser encarnan los valores de una familia y de un pueblo.


Otra familia que vivía en esta misma calle, amigo, compañero de camino, es la de los Moreno-Fernández. Los hijos de esta familia también alegraron con sus voces este espacio que fue testigo del nacimiento de amistades con que la vida nos regala antes de salir de los lugares de la infancia. Esta calle, antes General Varela y ahora de los Prados, era los aledaños de nosotros mismos y desde los cuales divisábamos los modelos de ser adultos que nos esperaban al hacernos más mayores. A veces, también, amigo, se vivía la amistad en delicioso desequilibrio producido por una nadería y que nos parecía una tragedia que se asentaba para siempre en nosotros. Después, con el paso de los años, descubrimos que los enfados y el no comprender suficientemente las reacciones del otro, no importan para mantener una buena amistad. En esta calle aprendimos la estética de lo distinto: “...solo nos parecemos de lejos, en la medida, por tanto de que no somos nosotros...en la medida que nos acercamos nos vemos diferentes” (Pessoa). Este lugar nos apremió a fumar, con miedo, el humo que atontaba y a liarlo con impunidad en la soledad nocturna del río Tiétar; en él descubrimos el regalo de la vida en un cuerpo que, por no ser perfecto, tratamos de engalanar con la audacia de los sueños; aquí nos empujó la vida a soñarla de colores.

Crucemos el Barrio del Pilón de Arriba y de Abajo, ahora ya desaparecidos ambos y convertido su espacio en modernas viviendas iguales entre sí. A veces el pasado vuelve y se venga del presente y la luna hace desaparecer estos pisos modernos para dejar que surjan los pilones y hacer sonar el murmullo que hace el agua al salir por los caños y el roce de seda de las hojas que mueve el aire en su alameda dorada en otoño. Ahora el tiempo y el aire han dejado al descubierto el lugar donde se encuentra la base del Pilón de Abajo y que no seria difícil reconstruir. Allí en las noches de luna llena, aun se escuchan las confidencias de las mozas de Talayuela al ir a por agua para beber; las riñas de las mismas por perder su turno ante el caño y, el aire saca a la superficie, trozos de cantaros rotos por alegrías no controladas o por enfados no controlados también. En el estanque cuadrado de agua que hacia el Pilón aprendimos a navegar cuando las mujeres llevaban los cucharros para que se hinchara la madera y no perdieran aguan al lavar la ropa en ellos. Estos lavaderos de madera se convertían, para nosotros, en barcas que nos llevaban por el mar de aquellas aguas tranquilas y terminábamos el viaje en el fondo del Pilón, al que caíamos empujados por otros niños. Tal vez, el placer de bañarnos en el mar y de contemplarlo ensimismados sea el recuerdo infantil de las aguas de aquel Pilón.


Las vivencias y los pueblos son como "...un témpano del cual las nueve décimas partes están escondidas. Y la parte visible es diferente para cada viajero...", dice Eduardo Abel Jiménez. Así pues, amigo que caminas conmigo este camino ahora, pegadas a cada rincón de estas calles y sus casas, cada uno tiene sus vivencias, sus amores y desamores, sus encuentros y desencuentros y de todo ello, los demás, solo ven bastante poco.


EN TALAYUELA PINOS, CAMPOS
Y LOS TOROS POR SAN MARCOS

1 comentario:

  1. Estimado Toni
    Gracias por tu artículo. Mi abuela, Luz Ruano, se sentiría tremendamente orgullosa de tus comentarios sobre nuestra familia y en especial por lo que cuentas de mi tío. Los García-Ruano te damos las gracias, no sólo por este artículo, sino por ayudarnos a descubrir de una vez por todas que Talayuela es un pueblo con historia.

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